sábado, 8 de enero de 2011

Mi nuevo juguetito

Llevo dos días maravillada por la técnica. Me manejo con muchos aparatos pero a veces me siento como una abuela que se ha quedado desfasada y a la que ciertas cosas se le escapan de las manos, ya que hay mucha vida más allá del ordenador, el mp3, el teléfono móvil o la cámara digital. Puedes tener un aparato que reúne todo esto en uno, un iPhone, y encima con tarifa plana para internet, lo mejor de todo. Y ese ha sido mi regalo de Navidad, que ha venido con retraso pues estaba agotado (¿dónde está la crisis?, diría mi madre; ah, no, en Alemania hemos salido de ella, Merkel está pletórica y se permite dar caña a otros países europeos malgastadores y mal administradores; ni que su cuota de popularidad fuese tal, y aquí estuviese todo solucionado). Pero no había iPhones en Navidad, tan claro como eso. El motor económico europeo funciona.

Y hace dos días, puntual para Reyes llegó el mío. Tras la torpeza del primer día de no saber cómo manejarlo con el "touch", con los toquecitos que hay que dar en la pantalla, y de no saber para dónde tirar, dos días después estoy con la boca abierta de lo que ofrece. Lo peor sigue siendo escribir en ese teclado tan pequeño tan lentamente como yo lo hago, y eso que mis manos son del tamaño de las de mi hija mayor, de 10 años (no sé cómo lo harán los que tengan manazas). Me dicen que hay que usar los pulgares a dos manos, que se acostumbra uno. Eso espero, si no me tendré que apuntar a un curso de mecanografía, como hice en mis años mozos, pero a dos dedos y para iPhones.

Pero como al final me lanzo con todo, anoche, tras mucho investigar (algunos dirán que no era tan complicado, de acuerdo), conseguí instalarme un código para bajarme los Apps que sean "necesarios", en español se llaman "aplis", veo ahora. Son esos botoncitos que te puedes bajar para pasar el rato o para perder el tiempo o para estresarte con aplicaciones que no necesitas, porque en realidad te puedes meter directamente en internet. Pero se trata de atajar y hacerte el técnico. Algunas son gratis y otras de pago. Yo de momento me he instalado alguna gratuita, como la de facebook (algo que ya ha propagado facebook con todo descaro, para que sepan mis amigos que soy tan pija como para tener un iPhone), la del Telediario alemán, y la de Televisión Española, donde a través del iPhone supliré la falta de TVE internacional que sufro desde hace medio año por capricho de los satélites de la antena parabólica y por la vaguería o falta de inteligencia para solucionar el problema imperante en mi casa. Y hoy, metidita en la cama, me he visto las noticias del Canal 24 horas de las siete de la mañana, pero a una hora más civilizada un sábado, a las nueve y media, tras mirar el correo, leer algo el periódico, ver el pronóstico del tiempo para hoy (algo que no veo nunca en la tele!!!, pues es que da igual verlo o no verlo, pues hace lo que le da la gana).

Por supuesto que se trata de no perder la cabeza, como explica este artículo que leí no hace tanto, cuando todavía todo esto de las Apps eran "pueblos bohemios" para mí, böhmische Dörfer, como se dice en alemán para lo que no entendemos o desconocemos.

Entro en este nuevo mundo, con la sensación de que mis hijas se manejan ya con este teléfono mejor que yo, pues el primer día me daban clases ellas a mí sobre cómo mover la pantalla. ¿Nacerán los niños hoy día con un gen afín a las nuevas técnicas? Y eso que ellas siguen diciendo que su mamá es muy cool, muy chula y moderna, porque se interesa por todos estos aparatos. Ellas aplaudieron mi deseo de tenerlo, por la parte que les toca.

Y ahora mismo caigo en que podré escribir y publicar en mi blog desde cualquier parte. Todo se andará. Pero anuncio que no tengo pensado perder la cabeza con este aparatito, que me fascina, porque la cabeza se pierde por otras cosas. Se trata de jugar, pasar el rato, y disfrutar de muchas de las ventajas que nos ofrece la técnica hoy día. Nada más. A la pregunta de mi hija hoy de que con cuál de todos los aparatos me quedaría si tuviese que elegir solo uno, he vuelto a responder que con el ordenador, el mismo desde el que escribo esta entrada. Ah, y la lavadora añadí... porque a pesar de todo la vida sigue siendo real y no virtual.

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