jueves, 26 de junio de 2014

Ilusiones alfabéticas

Tras haberme despertado hoy con una velita para soplar, mi hija mayor me ha dado una pequeña agenda con páginas dentadas por orden alfabético. Me pide que vaya escribiendo a partir de ya los lugares a los que me gustaría ir con ellas dos, mis hijas. No es un mal regalo. A mí me encanta soñar, y desde que la edad me dice que es el momento de ir cumpliendo algunos sueños, ahí iré dejando constancia de ellos. 

Al fin y al cabo qué es la vida si no un viaje largo e intenso en la que nos va creciendo el equipaje. Nacemos siendo una página en blanco que vamos rellenando. Al comienzo la rellenan nuestros padres por nosotros, con la forma de vida que te dan y que te cae, pues esto es como la lotería, y a partir de la adolescencia la empiezas a escribir tú mismo, sin orden alfabético, en un caos de vivencias, alegrías y desilusiones, sueños y chascos, y seguimos avanzando y llenando páginas, unas de color, y otras grises o negras. 

También me ha felicitado Lufthansa con un video en el que salen azafatas, pilotos, sobrecargos, y más personal en una de esas cintas de los aeropuertos para que camines rápido, todos ellos saludándome a través de la pantalla y más o menos que haciendo la conga y soplando matasuegras. Tampoco es para tanto, aunque al decirme el correo que "felicidades" y que tenían una sorpresa para mí, me imaginaba que me regalaban un vuelo o algo suculento en cualquier caso. 

Como las cosas no pasan porque sí, o eso es al menos lo que pienso, en mi último vuelo de hace dos semanas a Ginebra, volé haciendo escala en Bruselas. Da igual adónde me dirija en mi vida, todos los caminos parecen siempre conducir allí. Salimos con una hora de retraso, y era obvio que no iba a llegar a la conexión. Le pregunté amablemente a la azafata, y ésta me dijo que era muy justo, y que lo veía negro. Efectivamente aterrizamos a la hora a la que saldría mi vuelo. Entonces me dice a mí y a otro hombre que salgamos los primeros y  nos encontramos a un chico joven esperándonos con un coche en la pista a la puerta del avió. Nos montamos y tras sortear aviones y atravesar las pistas nos llevó a la puerta del otro vuelo. Le dimos las gracias y entramos riéndonos ante tanta eficacia, pero gastando bromas de que esperábamos que fuese el avión correcto. Lo era, y gracias a un pequeño retraso que tuvo ese vuelo por esperarnos, no lo perdí y llegué a Ginebra, tras la conexión más rápida que he tenido en mi vida y sin poner un pie en la terminal.

La misma situación dos días más tarde en el aeropuerto de Ginebra fue resuelta de otra manera. Estando en la sala de embarque dicen que los viajeros con conexiones a Hamburgo, Goteburgo, y no sé qué sitios más, salieran urgentemente a la zona de fuera, donde se compran de billetes. Corre que te corre, tuve que salir, ponerme en la cola, esperar un montón de tiempo, y me metieron en un vuelo directo a Hamburgo que salía dos horas más tarde, por lo que tuve que esperar y esperar, además de tener que pasar de nuevo los controles de seguridad. Cuando llegué a Hamburgo vi que el vuelo que yo debía haber cogido llegó a la vez que el mío, por lo que lo hubiese podido coger sin ningún problema. 

Yo lo vi muy claro esa misma noche: son dos filosofías diferentes de afrontar altercados. Los unos improvisan y los solucionan y los otros los solucionan también pero te complican. Definitivamente me quedo con la solución belga, y con la sonrisa del tipo que nos llevó a toda máquina por las pistas del aeropuerto y no las caras agrias de los suizos que por "ayudarnos" nos sacaron del vuelo pienso que sin motivo. 

Lo importante es llegar, lo sé, pero a mí me gusta mucho eso del camino que se hace al andar. 

domingo, 22 de junio de 2014

Que es verano


Desde ayer es verano. Aquí no se aprecia en las temperaturas pero sí en la claridad del solsticio de verano y por las fresas. Por eso hoy hemos ido a coger unas cuantas: 4.400 gr. nada menos. Y las que nos hemos comido, y esas no cuentan porque  tendrían que pesarnos a todos los recolectores. 

A mí estos días tan largos de luz me ponen algo melancólica, por lo mucho que me acuerdo de ellos cuando estamos en las tinieblas del invierno, y en eso pienso ahora, pues desde hoy los días empiezan a ser más cortos otra vez.

Hay que disfrutar el momento, lo sé, pero hemos llegado a este punto del año sin darnos cuenta, metidos como estamos en la rutina diaria. Es fin de curso, aunque aquí nos queden dos semanas y media de cole. Pero el verano ya está aquí. Aquí al menos, si no nos lo dicen las temperaturas, nos lo recuerdan las fresas y las maravillosas frutas del bosque que tenemos en estas latitudes de veranos descafeinados, y que son una cierta compensación.

sábado, 14 de junio de 2014

Ciudad sorpresa

Ando por tierras suizas. Ginebra es una ciudad suiza de manual, con su "laguito" en el medio, bancos por todas partes, "cochecitos" de nada, e infinidad de relojerías en las que cualquier modelito no vale menos de 2000 €.

Se oyen muchos idiomas y debe haber mucho turismo de rusos de los que vienen a gastar de verdad. La ciudad parece estar en la ruta de muchos turistas no europeos que realizan un recorrido por Europa buscando justo eso, Europa tipo idilio.

Se notan las instituciones de la la ONU presentes en la ciudad. Sus funcionarios de alto rango y los hijos de
estos campan a sus anchas en esta ciudad tan bien puesta. Sorprende el ambiente que hay, y la cantidad de placitas con terrazas con mucha vida. No sé si es el verano o si siempre es así. 

Los precios son de evasores de impuestos pero con algo nos han sorprendido gratamente: al llegar al hotel nos dieron un billete para ir gratis en el transporte los dos días de estancia. El ahorro es considerable. Vale para todo:
autobús, tranvía, y hasta las líneas de barcos que atraviesan el Lago de Ginebra, sin olvidar el transporte de
y hacianel aeropuerto. Jamás en ningún lado he tenido tal sorpresa.

Y es que Ginebra lo está siendo. Simplemente busqué un lugar en el que "quedar" con mi hermana un fin de semana y lo elegimos por ser el destino para el que mejor nos cuadraban los vuelos. Y también tiene puentes.
Cinco bastante seguidos sobre el
Rhône, río que yo asociaba a Francia pero que sale del Lago de Ginebra. Al lado de uno han puesto una piscina que no podía ser más emblemática. 



martes, 10 de junio de 2014

No hacía falta

París se estropeó y se arregló, es decir la estancia de mi hija. Al cuarto día saltó la bomba y tuvo que irse a otra familia que la ha acogido de maravilla y que la trata como se debe hacer si tienes a algún chaval de intercambio en tu casa, que es como yo lo hice cuando vino la parisina a mi casa aunque ya vi cosas muy raras entonces y en mi casa. Al estar la chica en su salsa, o sea, en su casa, nos temíamos lo peor, pero no tanto. Es triste cuando se cumplen todos tus malos pronósticos. Yo preferiría equivocarme con ellos; no quiero tener razón siempre.

No entiendo cómo algunas familias deciden tener tantos hijos si no se ocupan para nada de ellos. Así es fácil, claro, pero pienso que antes era mucho más fácil que se criasen "solos". Hoy día las demandas de la sociedad, de los colegios y de lo que nosotros mismos nos ponemos como meta, hace que sea difícil dejarlos crecer asilvestrados. Antes los padres ya tenían bastante con organizar una comida caliente y que los hijos sobrevivieran a enfermedades. El resto, incluida la diversión, daba igual. Por eso viendo la mala educación de la chica, y al oír que eran seis hermanos y ella la mayor, me asusté. 

Yo crecí en una generación en la que fumar y beber muy joven no era nada raro, y en la que los que decíamos que no éramos los raros, Por eso no me he asustado estos días al oír historias sobre esos temas. Pero sí al oír que a la familia le daba igual que dos crías de 13 y 14 años volviesen a las 12 de la noche solas en el metro de Paris. O que a la hora de la cena nadie se preguntase dónde estaban las dos. O que a esos padres no les intersase qué hacía su hija con la visita de Alemania. Y que no vean lo que hace su hija por ahí porque es más fácil no ver lo obvio. 

Yo simplemente estoy harta de de que me toquen a mí estas historias, de tener que ponerme de uñas con el mundo, y de que las cosas que se ven venir salgan tan mal o peor de lo que te esperabas.   Ahora que todo se ha tranquilizado quedan las experiencias. Y París, por supuesto.


miércoles, 4 de junio de 2014

París bien vale unas aventuras

Mi hija mayor anda en París. Se fue ayer, con su clase, en lo que son las jornadas de visita a los parisinos que ya estuvieron aquí en diciembre para completar los intercambios. No sé yo qué decir de estas cosas. Es todo muy bonito e idílico, los nuestros además van a París, que no es cualquier sitio, pero hay sombras sobre el asunto. 

Si bien nuestra experiencia con la parisina en casa fue en general buena, un par de detalles auguraban que a mi hija le iban a chocar ciertas cosas. Ayer ya las vio a la llegada y yo la consolé al teléfono diciendo que eso es una muestra de que le gusta mucho su vida, lo cual es una gran cosa, y de que en París también cuecen habas.

Y hoy, tras el primer día completo, tenía mucho que relatarme. Como han tenido que ir un par de horas al instituto, ella y sus compañeros han experimentado las aulas francesas. Como los han repartido por diversas asignaturas, a mi hija no sé por qué la han metido en la clase de integración de  extranjeros, será por lo nórdica que parece. Como habla español, la han sentado al lado de un chileno, y luego ha escuchado toda una sesión de reyes franceses sobre los cuales han tenido que escribir un test de inmediato. Toda la información y respuestas del examen estaban en la pizarra; aun así, dice, la mayoría apenas acertó tres respuestas de diez.

Pero el shock vino después cuando comprobó que los chavales de 13 y 14 años beben alcohol en el instituto. Y que la chica con la que está le dijo algo "alegre" que quiere que vayan a una fiesta el viernes por la noche que comienza a las 8 y en la que, como le ha contado orgullosa, habrá alcohol. En Alemania por supuesto que hay chavales de 13 y 14 años que beben pero mi hija todavía no acude a fiestas nocturnas, ni bebe alcohol, y por eso anda muy confundida. 

Así que yo he colgado algo compungida. El caso es no estar tranquila nunca (frase típica de una madre; la mía la habrá dicho un millón de veces). Yo por ella estoy tranquila, pero ahora tiene el papelón de decirle a la otra que no quiere ir. Pero lo mejor ha sido cuando la hermana, con el sentido práctico que tiene me ha anunciado que ella no quiere hacer intercambios de nada. Le he dicho que no se precipite, que seguro que cuando le toque le apetece y me dice que no, que no diga que es normal meterse en casa de una borrachilla, de alguna bulímica (esto es verídico, a la francesa del intercambio con una compañera de mi hija tuvieron que venir a buscarla sus padres debido al estado grave en el que estaba; para más inri la chica cayó en una familia en la que la madre es paiquiatra y la caló el primer día y en la primera cena); pero mi hija prosiguió: o en casa de alguna silenciosa (otra amiga está con una introvertida que no abre la boca. Al final me he tenido que reír y decirle que visto así... 

Pero claro, también tengo que decir que es París y quién tiene la oportunidad de vivir a esa edad una experiencia así. Los hamburgueses dicen que Hamburgo es la ciudad más bonita del mundo y a mí me sacan de quicio cuando lo dicen. Patriotismo barato. Tendrían que haber visto la cara de nuestra parisina cuando volvía de las excursiones aquí en Hamburgo en pleno diciembre, aterida de frío y con cara de "pero quién dice que aquí se puede hacer turismo anocheciendo a las cuatro de la tarde y con este frío". Yo le decía que es un privilegio haber nacido y vivir en una ciudad como París, y me decía que sí, en una mirada en la que se veía la Torre Eiffel y más.