miércoles, 26 de agosto de 2015

Hasta cuándo

El fin de semana pasado fui tres días seguidos al aeropuerto a llevar y traer gente. El aeropuerto es un sitio en el que me encuentro cómoda y cuando no soy yo la que viaja y veo a la gente llegar o irse me entran unas ganas terribles de desplazarme a algún lugar conocido o por conocer. Por la misma razón observé con envidia a todos los que llegaban y más aún a los que se iban, ahora que terminan las vacaciones para una gran mayoría. Sin embargo por suerte tuve que recordar a los miles de refugiados que han llegado y siguen llegando este verano y que han hecho que este tema eclipse a todos los demás. Digo "por suerte" porque a los que vivimos libremente y además podemos permitirnos movernos por placer a otro lugar y luego volver a nuestra casa, se nos olvida que en muchos países hay mucha gente que por la guerra se ha quedado sin casa y sin nada y que huyen del lugar que los vio nacer por miedo a morir o que maten a los suyos. Para ello se exponen a ser engañados por las mafias que los ponen en peligro por mucho dinero para llegar a países donde ellos son de nuevo lo último de la sociedad.

En Alemania hay estas semanas acaloradas discusiones con famosos que se mojan a favor de que Alemania acoja a toda esa gente. Otros se indignan de que nos inunden y expresan sin tapujos fobias y miedos. Para eso tenemos una democracia. Opinar es libre. Pero además tenemos a los que se dedican a prender fuegos en estos campamentos de refugiados o en los albergues donde los meten. Se publican en internet mapas con la localización de los refugiados para que se los ataque. 

Hoy el presidente Gauck ha hablado de la "Alemania oscura", un término polémico utilizado a comienzo de los 90, en la época tras la reunificación alemana, por parte de muchos arrogantes alemanes occidentales para referirse a despectivamente a los ciudadanos de la Alemania Oriental. Sin embargo Gauck sabe muy bien por qué utiliza este término: en diciembre, en las manifestaciones que hubo de Pegida, el movimiento xenófobo en ciudades de la antigua Alemania Oriental, estos hablaban con desprecio de la "Alemania oscura" para referirse a los islámicos y todo lo "no alemán". Y Merkel ha ido hoy por primera vez a visitar un campo de refugiados, acto que brillaba por su ausencia hasta ahora y por lo que se la había criticado mucho. 

Alemania tiene la obligación moral de recibir refugiados. Recordemos que sin las ayudas que vinieron desde fuera tras la II Guerra Mundial no habría sido posible el "milagro alemán". Y los países ricos deben acoger a más gente. Pero sobre todo no sé de que nos sorprendemos ante la avalancha de gente que llega a participar del primer mundo. A mí si me hubiese tocado un país en guerra, miseria, de abusos dictatoriales, de vejaciones a mujeres, o donde se ignoran los derechos humanos, me pondría la primera en la fila para atravesar el Mediterráneo o lo que tocase y participar del mundo de privilegiados. Tenemos el mundo injusto que hemos creado. La riqueza de los países ricos es en base a que más de la mitad del globo vive malamente, y en vez de ayudarlos en sus propios países, si necesitamos además su petróleo o materias primas no hacemos nada frente a las injusticias o encima apoyamos a dictadores que se enriquecen mientras sus pueblos viven en la miseria más absoluta.

Claro que hay que ayudar, y sin rechistar. Que por supuesto no podemos acoger a todos, está claro. Pero es que no se trata de eso. No podemos mirar a otro lado ni que nos sean indiferentes esos barcos de refugiados que llegan, como hoy, con 50 cadáveres entre los otros que sí que han conseguido llegar vivos. Más los miles que han muerto en estas travesías. Que no nos den todas las tragedias que somos capaces de soportar. Parece que sigue sin ir con nosotros.

domingo, 16 de agosto de 2015

De paseo por Bélgica

Una semana en Bélgica da para mucho. Es un país pequeño y queda todo tan a mano, que puedes pasearte de una ciudad a otra sin grandes distancias. En realidad al final tampoco es que yo haga nada nuevo, porque siempre tengo ganas de volver a los mismos sitios, ya que cada vez la perspectiva es un poco diferente.

Me sigue encantando Amberes, esa ciudad cuyo símbolo es la mano que le cortó un joven de la ciudad al gigante que la tiranizaba, liberando a sus ciudadanos de su yugo, y la lanzó al Schelde, el río que atraviesa la ciudad y que está ahí mismo, al lado de la Gran Plaza con la estatua que celebra el acto heróico.


Y sin embargo me choca que una ciudad tan especial esté gobernada por un gobierno de ultraderecha, xenófobo como es el Vlaams Belang, que reclama la independencia de Flandes pero no sólo... Y me choca que una mayoría de sus ciudadanos haya elegido un gobierno así. Sin embargo, cuando estuve hace una semana, la ciudad celebraba el orgullo gay como si no hubiese un mañana... No me cuadra. Parece como si por ser normales con algunos temas pensasen que con los demás da igual. 


Lovaina es otra de sus maravillas. Ciudad universitaria hasta la médula, transpira este espíritu desde cada rincón. Hasta en época de vacaciones tiene una vida nocturna nada desdeñable para el norte de Europa. La siguiente foto es el Begijnhof, el Beguinaje, uno de los varios que hay en Flandes y que tienen el título de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En los beguinajes vivían mujeres religiosas (no monjas) dedicadas a los pobres y a los necesitados. Hoy día siguen siendo remansos de paz habitados por estudiantes o por cualquiera que desee vivir en un lugar histórico tan especial.


El ayuntamiento de Lovaina es una maravilla, se mire por donde se mire, como otros en otras ciudades flamencas.


Pero este año todos hemos oído hablar mucho de Waterloo, por el bicentenario de la derrota de las tropas de Napoleón por parte de las inglesas bajo el mando del Duque de Wellington. Estuve hace allí  algunos años por primera vez, pero por motivo del bicentenario han abierto un museo impresionante con una película en 3D con pantalla panorámica que te hace sentir en medio de la batalla. Qué bestias eran y qué poco valía la vida, poniendo a tantos soldados como carne de cañón y que sabían que iban como tal. El león conmemora la batalla, pero las vistas desde arriba muestran esos campos en la actualidad tan pacíficos pero que entonces fueron el escenario de una batalla tan cruenta. 



Waterloo fue una derrota histórica que cambió los planes de Napoleón, que a saber dónde hubiese llegado si no, en vez de al destierro en la isla de Elba. No es que los otros fueran más fuertes ni mejores, porque al parecer ganaron no por fuerza propia sino por el apoyo final de los prusianos cuando ya estaban bastante flojos. En cualquier caso ahí sigue el campo de batalla, como símbolo de una derrota inmensa. Ya lo cantaba Abba, aunque esa batalla era la del amor, que también lleva sus bajas a lo largo de la historia, no cabe duda :-).

domingo, 9 de agosto de 2015

Vendo consejos

Ya he vuelto y me he vuelto a ir. Sigo acumulando impresiones veraniegas. España quedó atrás, hasta otra, y la vuelta fue suave, en uno de esos vuelos que cada vez está más cargados de españoles con vínculos con Alemania. Cuando vuelo suelo devorar prensa, pero en este vuelo no pude concentrarme. Había demasiadas conversaciones interesantes a mi alrededor. Detrás de mí se organizó una buena tertulia. Había un alemán de Hamburgo que vive en Espana y que viajaba con su mujer española y sus hijas mezcla y se enredó a hablar en alemán con un estudiante aventurero germano que venía vestido estilo Indiana Jones y que, como (le) contó, venía de Brasil. El que dirigía el cotarro de la conversación era el padre de las dos niñas pequeñas, que ya me llamaron la atención porque, aunque él las hablaba en alemán, ellas se empeñaban en contestarle en español, lo mismo que hacían a esa edad mis hijas, pero al revés. A la ventana de los dos animados conversantes iba una chica que de repente fue invitadaa conversar, pero en español, porque alemán no hablaba. Iba de camino a Hamburgo, a ver a su novio, que estaba haciendo un curso de alemán allí. Ella no había visitado nunca Hamburgo, ni Alemania, por lo que el hamburgués residente en Alemania le dio montones de consejos de lugares que visitar. Pero hubo un consejo que podría haber dicho yo también: "Come helados". Le explicó lo buenísimos que son y baratos además y que él mismo en España se sentía timado por los precios de los helados y la mala calidad en muchos casos. Lo que no le explicó es que se preparase para el clima. En realidad Hamburgo se portó y nos recibió con una tarde veraniega, pero al día siguente amaneció lloviendo y así estuvo el resto del día. Yo le hubiese dicho a la chica que lo malo no son los inviernos, que ya de por sí son insoportables, sino los veranos, porque no sabes nunca cómo te van a salir, o ni siquiera si vas a tener uno. Pero claro, viniendo como veníamos todos de los calores que está haciendo este año en España, a los visitantes se la traía al pairo el refrescón. No a mí, que no me he quejado ni una sola vez de calor en las tres semanas que he estado en España. De mí no oirá nadie jamás nada negativo contra el calor, aunque me achicharre. Y luego todos me contaron en Hamburgo que en los últimos 5 días había hecho bueno. Esos son hamburgueses en toda regla: ignoran el balance del verano, que está resultando pésimo este año, y se agarran a lo poco que tienen como si de una tabla de salvación se tratase. 

Idas y venidas. Cada vez son más los que vivimos así. Yo no pertenezco a la generación antediluviana de emigrantes, los de "vente p' Alemania, Pepe", sino a otras posteriores, pero en comparación con las que están llegando ahora me siento como parte del Medievo. Alguna vez pienso terminar la guía sobre Hamburgo que empecé hace demasiado tiempo y la repartiré en los vuelos de vuelta, por la voluntad, que la mía ha sido férrea durante tantísimos veranos. A todas partes habría que ir aleccionado, para evitar sorpresas. Toda esa información te la deberían dar ya en los aviones.