jueves, 28 de febrero de 2013

Despedidas y llegadas

Los alemanes nos hemos quedado sin papa (alemán). Digo esto como alemana que seré en nada, pues hoy me han dicho que me conceden la nacionalidad alemana. Han tramitado todos los documentos que presenté y me consideran "apta" para el "diploma" teutón. Cuando presenté todo me dijeron que en el momento que me entreguen el papel en mano, seré alemana y con él podré solicitar pasaporte y carné de identidad. Así que todavía no lo soy hasta que no salga de un edificio gris con el certificado en la mano.

La funcionaria alemana me ha mandado el correo con la noticia a las 6.15 de la mañana y yo lo he leído media hora después: son horarios alemanes para dar una noticia así. Y como el resto de mi día ha sido un continuo sinparar, no ha sido hasta ahora que he comprendido que hoy ha pasado algo importante en mi vida.

El Papa está ya en la residencia de vacaciones del Vaticano. Para un Papa que se retira por motivos de salud o por no tener las fuerzas suficientes para realizar su labor, a mí me parece que el hombre está más lúcido de lo que parece. Debe haber pensado que por qué esperar a morirse y no enterarse de su despedida, a hacerlo así, con pompa y boato. Y en vez de dejar el Vaticano en ataúd, lo ha hecho en helicóptero, que es mucho mejor. Seguirá llamándose Papa Benedicto XVI, y salvo entregar el anillo y los zapatos rojos, que tampoco eran para tanto, disfrutará del "más allá" mejor que si hubiese salido con los pies por delante. No está mal pensado. Para qué lidiar con las intrigas de la iglesia o el mayordomo infiel, pudiendo dedicarse a la vida contemplativa en vivo y no muerto. Probablemente esté ya durmiendo a pierna suelta en su cama con dosel o tomándose una cervecita alemana para celebrar su jubilación y no su muerte en compañía de los "arcángeles" del cielo.

Yo no me he tomado nada para celebrar mi "germanización", pero todo llegará.



martes, 26 de febrero de 2013

Vivir para ver

Más de una vez he comentado en este blog que las madres valemos para todo. Yo, como las demás, apago fuegos todo el día. Ahora mismo escribo estas líneas a punto de concluir un día largo, larguísimo. Tras volver de dar clase a las tantas todavía he tenido que apagar un par de fuegos más y mi hija pequeña me ha recordado que mañana se lleva al cole la tortilla. Huy la tortilla, si no me lo dice se me olvida. Mañana expone junto con dos compañeras un trabajo sobre España. Han hecho cajas con información sobre países europeos y ella se apuntó a España. Parecerá obvio, pero no lo es: ella quería en un principio Inglaterra, pero como ese país no lo quería hacer más que ella, tuvo que arrimarse a España, pues era todo en parejas o tríos. "Anda, no te enfades", le dije, "además, como española podrás lucirte". Quién me manda. Al poco tiempo me vino con un encargo: "Mamá, ¿no podrías hacerme para el día de la presentación una tortilla?" Como soy una blanda, por madre y por española, le dije que por supuesto. Y ahora resulta que mañana me tengo que levantar a las 6.30 a hacerle la tortilla: "Y por favor la cortas en 29 trozos", me ha dicho antes de dormirse.

Habrá tortilla como hago todo lo que toca. Ayer culminé mi labor de policía, y no es broma. Un amigo mío que estudió para policía me ha dicho que lo hecho muy profesionalmente, como recién salida de la academia. Las madres, que valemos pa' to'. Me explico: a mi hija mayor una amiga le robó la hucha de su habitación, aquí de casa, en agosto pasado. La "amiga" vino de visita un domingo; comió aquí, pasó el día con nosotras. Como madre española que soy la acerqué al metro, para que no fuese sola ese tramo, y desde ayer tengo la confesión de que en su bolso llevaba la hucha de mi hija, con una buena cantidad de dinero. Por falta de pruebas he silenciado todo Este tiempo y porque mi hija no quería ni hablar del tema: para ella ha resultado muy doloroso que una amiga le robase y no quería aceptarlo. Cuando antes de Navidad la evidencia era más que clara, mi hija le tendió la mano, y la niña ha seguido mintiendo y la bola de mentiras tramada por ella ha terminado en ser una maraña que le ha enredado. Mi hija me decía que tuviese paciencia, que por algún lado saldría la verdad. Y efectivamente: otras dos compañeras vieron la hucha en la habitación de la niña y se lo dijeron a mi hija el domingo. Ayer entonces, con las pruebas en la mano, mi hija volvió a hablar con ella y como volvió a mentir, al final, yo harta, llamé a la madre. Créanme, es muy duro llamar a una señora que no conoces y decirle que su hija ha robado a la tuya en tu propia casa. Lo terrible de todo es que la madre no parecía sorprendida pero sí que estaba bajo shock. Habló con su hija y al rato me volvió a llamar: tras tres frases suyas con lo que yo le conté, su hija confesó.

Ojalá esto no fuese verdad, ya que entra en la categoría de experiencias de "mi vida es todo menos que aburrida", o "no gano para berrinches o para disgustos", o "para leona protegiendo a la manada, yo", como hacemos todas. Por eso ayer lloré de rabia con esa madre, que estaba bajo shock. Todos sabemos que no es fácil educar, pero como yo le dije, si mis hijas hiciesen algo así, yo querría saberlo, y me dio la razón. Si una niña de 12 años es capaz de robarle a su amiga en su propia habitación, necesita ayuda urgentemente. Hacer justicia, fea palabra, es muy duro a veces, y en este asunto no ha ganado nadie, lo aseguro.

domingo, 24 de febrero de 2013

No se lo cargan todo

Ya mencioné una vez que la familia real la ha liado pero bien, pues aparecen en los métodos para aprender español y entre el yerno que no está, y el que sigue estando pero que oficialmente tampoco, han fastidiado montones de libros. Ahora encima utilizando una guía que tengo sobre Madrid, para un proyecto que estoy realizando, veo un apartado que dice que el rey es muy querido por los españoles, y menciona a las hijas, a sus maridos, al príncipe, al matrimonio ejemplar de los reyes, y más cosas que ahora me producen risa. Otro libro para tirar a la basura. Ellos solitos se han cargado su imagen, pues en el extranjero ya no aparecerá tampoco ninguna guía con esa información tan positiva.

Pero la página esa no me amarga mi labor. Voy a dar un curso sobre Madrid y alrededores próximamente, y por suerte el centro de España no se visita ni por la familia real, ni por el Palacio de la Zarzuela, ni por nada unido a esa panda de aprovechados. Llevo una semana recorriendo Madrid con la mente y a través del teclado, y como voy pronto, llegaré ávida de patear MI ciudad. No sé por qué muchos alemanes, cuando les digo que soy de Madrid, me dicen que les gusta más Barcelona. Lo entiendo y lo respeto, les digo siempre. Algunos lo dicen sin ni siquiera haber visitado Madrid, o haber estado más que de paso. Pero los que conocen bien la capital, dicen a menudo que les gusta más Madrid. Maldita manía de comparar todo. Yo nunca lo hago. Cada ciudad es única, y por eso entiendo que algunos prefieran Barcelona: el mar, el ambientillo mediterráneo, Gaudí (o Gaudi, como dicen los alemanes), apreciadísimo en el extrajero. Pero sinceramente, la última vez que estuve en Barcelona salí espantada del gentío de las Ramblas, el Barrio Gótico olía a orina y la zona del Mercado de la Boquería estaba muy deteriorada. No digo que Madrid esté perfecta, pero al menos no se vende como ciudad que lo tiene todo. Nosotros no tenemos playa, eso está claro, ni otro idioma (ojalá), pero tenemos una ciudad tan infernal, ruidosa y sucia, que a la vez nos lleva al cielo en sus rincones con encanto.

Llevo días paseando mentalmente por el Madrid de los Austrias, por esas plazas con encanto. Me encantan esas calles con los carteles de azulejos antiguos. Me encanta la zona de tabernas de la Latina. Me encanta la Plaza de Santa Ana, con todo el jaleo que tiene. Me encanta pasear de día por Madrid, pasear de noche. Me encanta ir por Chueca, por la calle Fuencarral. Me encanta el Retiro, y cuanto más lleno mejor. Me encanta cogerme el 27, autobús municipal, desde Atocha a plaza de Castilla y pasar por el Paseo del Prado, por Recoletos, la Castellana y ver Madrides tan diferentes: el del arte, el burgués, y el de la modernidad, que culminó en las Torres Kio y el hundimiento de la banca. Me encanta la Gran Vía: bajarme del metro en Callao, como hacía cuando era jovencita, y mirar hacia abajo, con la Plaza de España abajo, y mirar hacia la derecha, hacia el edificio de telefónica. Me encanta el barrio de las Letras. Me encanta atravesar la Plaza Mayor siempre que estoy cerca, aunque no tenga que ir.

Por eso una panda de indeseables no van a acabar con el atractivo de nuestras ciudades ni de nuestro país. Yo voy a promocionar el turismo a Madrid y alrededores, y si me dejan continuaré con otras regiones: Extremadura, el norte de España, Castilla, ... De momento sigo viajando con la mente, que es muy fácil.

viernes, 22 de febrero de 2013

Efectos secundarios

Hoy he vuelto a ver a mi buen amigo el proctólogo. Es ese médico al que acudo cuando mis bajos fondos se resienten algo, a que me dé unos toquecitos mágicos, como yo los llamo. Ya he hablado en este blog de él, pero la visita merece ser mencionada cada vez. No es nada agradable pero merece la pena. Son los momentos en los que alabo a la seguridad social alemana. Mientras que en España no sé cuántas personas "sobreviven" gracias a pomadas, aquí no se calman los síntomas sino que se trata el problema, y en un pispás. A veces acudo pensando que debo ser una enclenque con mis molestias, pero mi amigo el proctólogo me reconforta y me hace sentir que mi visita es siempre debida. Extraña profesión la de estar viendo culos todos los días. Pero se merecen el premio Nobel de la Paz, como el que inventó el friegaplatos y la lavadora.

Lo malo de estas visitas es que luego siempre gasto. No sé si debe estar compinchado el proctólogo con todos los comercios de alrededor de la consulta. Deberían comprobarlo. Yo salgo de la consulta siempre algo herida en mi ego, pues quién reconoce abiertamente lo que te acaban de hacer, y tras pasar por la farmacia, voy directa a darme un homenaje. Hoy fue un vestido monísimo. Hay que ponerse en mi lugar; una es débil. Sales dolorida, y necesitas distraer la mente y volverte a sentir persona y no trasero. Así que señor proctólogo y tiendas del centro de Hamburgo: hasta otra.

jueves, 21 de febrero de 2013

La lengua madre

Muchas veces me hacen gracia esos "días de...": de los abuelos, del niño, del gato (!), que fue ayer, o el día del orgullo zombie, nada menos. Y hoy, 21 de febrero, ha sido el Día Internacional de la Lengua Materna. Se celebra desde 2000 y la fecha está elegida para conmemorar la protesta de unos estudiantes de Bangladesh, ocupado entonces por Pakistán, por sus derechos como hablantes de urdu. La policía arremetió y murieron tres estudiantes. A los 4 años fue declarada lengua oficial.

Se trata de recordar que de las 6000 lenguas del mundo, la mitad está en peligro de extinción. Cada año mueren 10. No es el caso del español, la segunda lengua en cuanto al número de nativos que la hablan, tras el chino. Y el día de hoy celebra el plurilingüismo, la diversidad lingüística. No es ninguna tontería recordar el capital cultural que supone para cada individuo su lengua materna. Nuestra idioma no lo elegimos nosotros: nos viene dado desde nuestro nacimiento, como nuestra madre. Nuestro idioma nos da nuestra identidad cultural y nuestra sensación de pertenecer a un grupo. Es nuestra lengua madre, por ser la primera que hablamos, y curiosamente es de la madre y no del padre...

Aquí en Alemania viven millones de personas con otra lengua materna. Yo misma. Yo hablo español en mi vida diaria, y además lo enseño, por lo que mi lengua materna sigue presente en mi vida a pesar de vivir en el extranjero. Y porque es una lengua tan hablada por tanto nativo, goza de un espectacular biénestar en las academias o escuelas de idiomas en el extranjero. O sea que muchos no solo viven CON su lengua sino que además viven DE ella.

Habladas por millones de personas o por una minoría: todas las lenguas son dignas de ser recordadas el día de hoy. Yo pongo una vela mental por todas las que han muerto: porque con ellas se ha evaporado en el aire una gran parte de la identidad cultural de un pueblo.

martes, 19 de febrero de 2013

Olvídense de los diamantes

Amberes, ciudad de diamantes, pero no solo. Hoy lo sabe todo el mundo tras el robo en el aeropuerto de Bruselas ayer, en el que una banda de ladrones se llevó 37 millones de euros en diamantes, de una furgoneta que los llevaba a un avión que iba a salir con destino a Suiza. El robo ha desconcertado a la seguridad del aeropuerto bruselense, y a los comerciantes de diamantes de Amberes, que temen ahora una pérdida de prestigio.

Cuando vivía en Bruselas iba muy a menudo a Amberes, pues estaba a media hora en coche de mi casa, pues en Bélgica está todo cerca. Donde menos iba era al barrio de los diamantes, donde una joyería sigue a la otra y donde proliferan muchos judíos ortodoxos. En la ciudad se les ve por todas partes, vestidos todos de negro, con sombrero, y los tirabuzones tan característicos. El barrio de la estación con rótulos de tiendas de diamantes resulta curioso. Es la capital mundial del comercio de diamantes, en unas cuantas callejas.

Y sin embargo el robo me hace recordar esa ciudad que tanto me gusta. No he vuelto a ir en seis años. Pero volveré. La Gran Plaza no resulta tan impresionante como la de Bruselas pero es una joya también, y la ciudad lo es más que todos los diamantes juntos, robados y no robados. La catedral es impresionante también, y al lado recuerdo un bar que me encantaba: "El 11 mandamiento", se llama en holandés y está lleno de santos y simbología religiosa: mártires, ángeles, y todo tipo de iconografía religiosa; un lugar ideal para tomarse una cerveza belga o dos, y comer alguna especialidad de la magnífica gastronomía belga.

Amberes es también la ciudad de Rubens. La casa museo está muy bien conservada y merece la pena visitar. En la misma acera un poco más adelante, está el Grand Café Horta, un café/restaurante espectacular hecho con elementos de la antigua "Casa del Pueblo", un edificio Art Nouveau, el estilo modernista en su corriente en Francia y Bélgica.

Pero Amberes es la ciudad de la moda. Los "seis de Amberes" se hicieron famosos a finales de los 80 y los 90, y pusieron a Amberes en el mapa mundial de la moda. Jamás me he comprado nada de ninguno de esos seis diseñadores, pues los precios son para justo eso, seis o siete..., pero Amberes es, como otras ciudades de Flandes, una delicia para ir de compras.

El símbolo de la ciudad de Amberes es la mano, que se ve de chocolate y como galletas por toda la ciudad, riquísimas todas. El por qué de la mano lo demuestra la estatua de la Gran Plaza. Un gigante demandaba grandes pagos de cada barco que pasaba por el río de la ciudad, el Schelde. Pero llegó un chico valiente, Silvius Brabo, luchó contra él, le cortó la mano, y la tiró al río.

Amberes es otra de esas ciudades en las que yo podría vivir. No sé decir por qué me gusta tanto. Pero hay cosas que no hay que explicar. Por eso les agradezco a los ladrones de diamantes que me hayan evocado tantos paseos en solitario que me di por Amberes. Sabría recorrer cada uno de mis pasos de nuevo, ir al aparcamiento donde dejaba siembre mi coche para recorrer el mismo camino andando en cada visita. En el barrio de diamantes estuve una vez. Y es que eso es lo de menos de Amberes.

lunes, 18 de febrero de 2013

A las tantas de la noche no hay niños en Alemania

Como cinéfila que soy, anoche me tragué la entrega de los premios Goya. Terminó a la una de la mañana y yo me sentí alemana cuando me sorprendió ver a niños entre el público, a los que además enfocaban las cámaras como diciendo "mirad qué monos". En Alemania los niños no son monos y menos a la una de la mañana. Está prohibido que los niños salgan en televisión después de las diez de la noche. Y si aquí las madres que por trabajar dejan a sus hijos al cuidado de otros son consideradas madres desnaturalizadas, si los dejan salir en televisión a esas horas es un ataque a la moral decimonónica, pensaba yo anoche. Pero los críos aguantaron hasta que se dio el último premio, más frescos que una lechuga.

De los premios no puedo opinar, pues salvo "El artista y la modelo" no he visto ninguna otra. "Blancanieves" no me atrajo cuando pude verla y la de "Lo imposible" tampoco, pues no me gustan las películas sobre catástrofes naturales. A pesar de los premios, me siguen sin atraer las dos, pero a lo mejor trato de olvidarme de mis reparos y veo al menos la primera, pero no estoy segura. Hace no tanto volví a ver la película "Titanic" otra vez, y se me hizo eterno todo el hundimiento. Ves esas pelis cuyo final ya conoces diciendo "venga, que se hunda el barco ya de una vez".

No quiero opinar sin haber visto a las más laureadas de la noche pero injustamente "El artista y la modelo" se fue de la gala sin premio. Pero si el cine es espectáculo, la gala de entrega de los premios más aún.

Pero el mundo entero es un show. Antes he visto en las noticias de la noche que los habitantes del pueblo de Rusia donde les cayó el meteorito literalmente sobre sus cabezas, están ya vendiendo en internet los trozos, algunos por 12.000 €. Si no me mata un pedrusco caído en el espacio, sacaré dinero de él. Un meteorito caído del cielo no es una película de ciencia ficción, y el cómo sacar dinero de todo tampoco. Sí que lo sería ver una retransmisión en directo con niños entre el público a la una de la mañana en Alemania.






Bendita calefacción

Tengo a mi hija mayor con un gripazo bien fuerte en casa, y mañana no podrá ir al instituto y hacer el examen de lengua que tiene. Ayer volvió destemplada, tras haber pasado la tarde y la noche anterior en casa de una amiga. La familia de la niña se han comprado una casa en un lugar muy remoto que ya ni es Hamburgo. Se trata de tener una casa lo más grande posible en el terreno lo mayor posible. Son personas que reciclan tanto, tan ecológicas, con jerseys de rayas con los colores del arco iris tejidos a mano, sin televisión en casa, y anti todo. A mí me parece muy bien, mientras no me devuelvan a mi hija con principio de congelación. Volvió congelada, se dio un baño caliente, y aún así no ha campeado la gripe que se le manifestó ayer a lo largo del día y que ha continuado hoy, y que le impedirá ir a clase mañana. En la casa hacía un frío terrible, por no tener apenas la calefacción puesta. Seguro que ellos están curtidos, pero mi hija no.

No me dejan de sorprender las personas que viven convencidas de estar en posición de la verdad suprema en su forma de vida y que critican a los que no viven como ellos. Mi hija volvió harta de tanta vida "bio". Puso la televisión por la tarde, y dijo que qué gusto poder hacerlo, y que qué calentita estaba la casa.

No debe ser tan mala la vida antinatural...

viernes, 15 de febrero de 2013

El puente hacia una nueva vida

Pues si estos días me indigné, hoy siento alivio. Tengo piso. Y con vistas a un puente. El otro día cuando vi el puente desde la ventana pensé que eso era una buena premonición, pero no quise pregonarlo ni alegrarme antes de tiempo. Pero ese puente será mío al igual que mi nueva vida, que comenzará esta primavera. La felicidad no se mide en metros cuadrados, ni tampoco la armonía familiar. Se puede vivir solitario en palacio, o independiente y feliz en un piso mucho más pequeño. El tamaño de tu vida y la amplitud del aire que respiras viene de tu interior. Cuántas mujeres me han dicho estos últimos meses que se separarían, pero que no quieren dejar esos metros cuadrados, ese jardín, y sus vidas tal y como son ahora, por miedo. No es fácil, pero el trecho hasta llegar al día de hoy ha sido peor. Ahora veo puentes, y una vida mucho más sencilla, aunque muchos no quieran creerse que es así. La vida son cuatro días, y como dijo Woody Allen, la mayor causa del divorcio es el matrimonio. La sociedad ya no discrimina a una mujer por estar separada ni estigmatiza a niños de padres separados, y eso es un avance. Al menos ése. Una relación tiene solo sentido si vale la pena para los dos. Si el único nexo son los hijos, o el qué dirán, o el estatus social u económico, entonces se convierte en un infierno, pues estás intentando mantener en pie algo que se ha desplomado. Y en eso se te puede ir la poca energía que te quedaba y terminar contigo. Una relación es cosa de dos, y ambos tienen igual de culpa cuando se fracasa. Nadie es más víctima ni más verdugo que él otro, pues ambos lo tuvieron en las manos. Puedes mirar al pasado y darte cuenta de cuándo fue el comienzo del fin, y uno mismo lo supo entonces, y fue imparable lo que vino después, porque para frenarlo hubiese habido que tomar otras decisiones, que no eran lo que parecía lo mejor para todos. Si te adaptas a todo en pro de la armonía familiar y metes con calzador lo que no se adapta a tu horma de ninguna de las maneras, tú te deformas y todo se malforma. La vida es breve, sí, pero en nuestras manos tenemos más de lo que nos creemos. Todo es perecedero, nosotros mismos, y no merece la pena malgastar la vida sin tener ganas de vivirla. Un día te puede caer un meteorito en la cabeza, como hoy en Rusia, y al menos podrás decir que viviste con alegría y en paz el resto de tu vida.

jueves, 14 de febrero de 2013

El hervor emocional

A veces me retraigo del mundo porque no me queda otra. Llevo dos días queriendo soltar un par de frustraciones, y  ni encuentro el momento para hacerlo con ganas. Porque de qué me sirven a mí los berriches si no los comparto.

Sigo buscando piso. No es fácil. Otros miles buscan también en Hamburgo. Los precios son para decidirse a vivir bajo el puente si no fuese porque el clima en este país no lo permite. Para que te alquilen un piso a precio de mansión tienes que hacer un striptease en toda regla. Y los propietarios que alquilan viviendas pueden poner exigir lo que quieran y descartar solicitudes de alquiler si no les gusta la cara del interesado, simplemente porque hay muchísimos otros que lo quieren.

Muy difícil es buscar casa con niños. Lo sorprendente es que incluso si son niños bastante crecidos ya, les molesta igual. Ejemplo causa de mi pataleta el otro día: voy a ver un piso con mi futuro ex porque somos gente civilizada y buscamos en común para optimizar esfuerzos y así decidir luego para quién sería mejor ese piso. Él lo vio primero a solas y le encantó, y por eso luego fui yo con mi hija vestida para la fiesta de carnaval una hora después en el cole. La propietaria nos lo enseña. Ella tiene tres hijas ya mayores que ha críado ahí mismo, en ese bloque. Le ha hecho al piso una reforma completa. Yo lo veo, y me parece demasiado perfecto todo y sospecho. No me gusta la perfección absoluta. Tanto silencio. Tanta gente de bien. Tanta gente igual. Decido que yo no quiero ese piso, pero mi todavía marido sí lo quiere, lo cual me parece estupendo. Le llama la propietaria después y le dice que sí, que se lo alquila, pero a él... a mí no... que prefiere que sea a él solo y no a mí con las niñas. Entonces me da el berrinche. Yo no quería el piso, eso está claro, pero me joroba que me discriminen por querer respirar con mis hijas pagando un buen alquiler.

Que eso encima lo diga una señora que es madre, me parece más fuerte aún, alguien que hablaba de sus hijas con mucho orgullo, todas médicas, biólogas, y qué sé yo. Es muy común aquí creerse solo en el mundo. Porque además el piso tiene dos dormitorios (no busco de tres pues eso ya es impagable), la mujer dijo que no le parecería bien si yo duermo en el comedor. ¿Y quién es ella para juzgar sobre dónde yo duermo? Puedo dormir en una silla o en el suelo si me da la gana. O a lo mejor no duermo. Es el colmo.

Con el berrinche encima pasa una vecina de mi calle que iba a mis clases, pero que se cansó muy rápido, con el carro de un bebé. Como sabía que iba a ser abuela, le di mi enhorabuena y le dije que me alegraba mucho y que estaría orgullosa de su nieto. Y me responde que contenta de que todo hubiese salido bien sí, pero orgullosa no. O.k., dije... Supongo que un nieto no es motivo de orgullo para la gente a la que le falta un hervor emocional. Otra que ha criado a sus hijas y ahora no quiere saber nada de nadie.

Esta sociedad cría egoístas. Como aquí las madres se sacrifican tanto por sus hijos abandonando trabajos, a sí mismas y lo que haga falta, cuando son abuelas no quieren saber nada más de nadie, o lo mínimo. Luego recordé la imagen y me di cuenta que llevaba el carro del bebé como con pinzas e iba andando muy rápido como si lo utilizase para una sesión de marcha nórdica. El nieto aquí es para la foto de Navidad, para adornar el árbol como los regalos.

No sé ni por qué me cabreo, si vivo aquí desde hace 23 años. Al menos estos 23 me han dado para darme cuenta de que ese piso no era para mí y para sospechar. Pero a lo mejor necesito otros 23 para comprenderles. Para entonces yo habré pasado la edad de la jubilación y no creo que ande por aquí.

lunes, 11 de febrero de 2013

Habemus turistas

He vuelto agotada pero contenta de hacer bien a la patria y a la causa común. Si ayer leí que España es el segundo país elegido como destino de vacaciones por los alemanes después de la propia Alemania, hoy lo he podido comprobar. Después van Italia, Turquía, Francia... Pero del extranjero nosotros los primeritos. Les gustamos, nuestro país, nuestras playas, el sol, el vino tinto, el jamón, las tapas. Hoy he empezado un curso con 21 personas ávidas de sol, playa, islas y tapas, y que quieren aprender español, pues se prometen mejores vacaciones aún si hablan el idioma. Siempre pregunto en clase que por qué aprenden español: para las vacaciones, dice la mayoría; a otros simplemente les gusta nuestra lengua. Hoy me han dicho que suena a sol, a vacaciones y a temperamento.

Así que me he vuelto contentísima, tras decirles además que vayan todos en tropel, que lo necesitamos, cada euro. Que consuman, que compren, que coman, que beban. El turismo alemán a España no va a bajar este año, lo aseguro, o al menos ésa es mi impresión. Y yo haré todo lo que pueda porque vayan bien preparados. Si a estos 21, les sumo el resto de los más de 50 que pasan por mis otros cursos cada semana, los profesores de español en el extranjero somos máquinas elaboradoras de turistas castellanoparlanchines. Por tanto apago la luz tras un largo día, agotada, pero contenta. Esto no hay quien lo pare, al menos sus ganas de ir pa' España. Otra cosa es cómo se merman las cifras de estudiantes de español en cuanto la cosa se complica. Al menos para viajar el euro es lo que prima y no el conocimiento de la lengua. Ya no "habemus Papam" alemán pero seguimos teniendo al turista alemán, que es más valioso.

domingo, 10 de febrero de 2013

Por fin una cifra

Un dato: 25.746 horas de clase fueron canceladas en los colegios de Hamburgo en noviembre y diciembre pasados sin que hubiera sustituciones de ningún tipo. Es muy normal que tu hijo te diga que al día siguiente entra una hora más tarde porque el profesor de X está en otro asunto escolar. O que salen antes por lo mismo. O porque es carnaval, o por lo que sea. La cifra no me la invento yo, sino que es la oficial que se ha publicado estos días, haciendo un llamamiento a solucionar el problema.

Mi impresión es que hay bastante pitorreo con los horarios en las escuelas, y se los saltan siempre que les conviene. Si hay tutorías, como fue el caso de mi hija mayor hace un par de semanas, no tienen dos días de clase, tal cual. Estuvo lunes y martes en casa. A los profesores no se les pude recriminar nada, pues ellos estaban en el instituto atendiendo a los padres, pero me pregunto si no hay otra posibilidad mejor de hacerlo. Esos dos días yo tenía que hacer y mi hija no, y así tienes al crío en casa preguntándote: "¿qué hacemos hoy?". El martes celebran el carnaval en el cole de la pequeña y solo irá al cole de 9 a 12. Otro lujo para mí incomprensible. Otros alumnos de otros institutos a los que doy clases particulares me cuentan que uno de los días en los que tienen clase de español, les meten todas las semanas a otro profesor a supervisar esa hora, pero uno que no sabe español, claro.

En primaria, salvo carnavales, excursiones, y extras, que son más de los que deberían en mi opinión, se cumplen más los horarios, pero solo faltaba que te manden a un crío de entre 6 ó 10 años a su albedrío a casa. Pero en los institutos, que cubren la edad de 10 a 18 años es la norma, y si oficialmente tu hijo tiene clase hasta las 15.50 h, terminan dos horas antes sin que tú lo sepas.

Que el gobierno de Hamburgo haya pedido datos a los colegios en una buena señal, pues esto es un tema archiconocido desde hace muchos años, y mi sensación es que luego estudian a trompicones: o están todo relajados en meses en los que porque los profesores están en otras actividades no avanzan nada, y luego les meten de golpe todo lo que hay que recuperar, de cara a exámenes o evaluaciones. Ahora conocemos las cifras de tan solo dos meses. La pregunta es si van a hacer algo en contra

sábado, 9 de febrero de 2013

Y dimitió

Como era de esperar, la ministra de Educación ha dimitido hoy, tras volver ayer de Suráfrica y reúnirse con Merkel. Aquí no se toleran tonterías, y la verdad es que cada vez me parece mejor. Nuestros representantes, a los que pagamos todos, si no son dignos de nuestra confianza, fuera. En España resultará irrisorio que alguien dimita por haber plagiado su tesis doctoral hace 30 años, cuando Ana Mato sigue en su puesto de ministra u otros muchos políticos que han pedido toda su credibilidad y honor, que no parecen ni tener.

Lo que la sociedad alemana no perdona es que le tomen el pelo. La hoy ex ministra dijo estar muy avergonzada de que zu Guttenberg hubiese cometido plagio cuando le pillaron a él. El mismo día que la Universidad de Düsseldorf le quitó el título de doctorado a ella, otro político tuvo un percance que a mí me produjo risa cuando lo oí en la radio del coche. El ministro de Justicia de Baja Sajonia fue elegido el martes candidato para presidir el parlamento de ese estado federal. Lo celebraron él y su partido por todo lo alto, y con unas cuantas copas, de más... De camino a casa le pilló la policía en un control de alcoholemia, sopló el tubito, y tenía 0,8 de alcohol en la sangre. Su explicación al día siguiente fue que tras la fiesta se fue a su despacho y siguió trabajando. Y por la noche se fue en coche a casa, un trayecto de 3 km, aunque debería haberse cogido un coche, o ir andando o haber pedido un coche oficial. Se fustigó en público, dijo que fue un gran error y que lo sentía muchísimo, pero que eso no cuestionaba nada su labor política.

Éste no ha dimitido ni creo que lo haga por esto, pero lo bueno de Alemania es que los políticos parecen humanos. Les pillan como nos pillarían a cualquiera pero la diferencia es que nosotros gente normal pagamos la multa o nos quitan el carné de conducir o el doctorado, pero en Alemania los políticos no son solo personas normales, sino personas públicas que pagamos todos y nos representan, mientras se comporten de acuerdo a lo que predican. En diciembre de 2010, el mismo al que ahora le han quitado un mes el carné de conducir y le han puesto una buena multa, exigió que ya un 0,3 de alcohol en la sangre fuera ya "pecado". En su campaña para lograr esta buena causa, se tomo 5 cervezas de medio litro cada una y un aguardiente, y se hizo una prueba de alcohol que dio un nivel de 0,67, menos de lo que dio el martes en la vida real. Debía pensar que solo pillan a la gente normal. Genial que pillen a los moralistas y predicadores también.

jueves, 7 de febrero de 2013

Por supuesto que va a dimitir

Alemania debate desde ayer si la ministra de Educación Annette Schavan debe dimitir o no. La Universidad de Düsseldorf le ha retirado su título de doctorado, por la tesis que escribió hace 30 años plagiando descaradamente. Como terminó directamente su carrera con el doctorado, y no con ningún otro título, eso quiere decir que su nivel de estudios es ahora el de bachillerato. Ocurrió hace mucho, dicen unos. Es un linchamiento en toda regla, dicen otros. El proceso de control realizado por la universidad en su investigación no ha sido limpio, dice ella, y ha recurrido. Pero el daño está hecho, y la gran mayoría piensa que como ministra de Educación, como cabeza de la ciencia, debe dimitir, si ella misma no ha hecho uso debido de lo ético en materia de investigación.

Ya llevamos dos ministros copiones, y el otro dimitió. Merkel dice "apoyar" a la ministra. Las otras veces en las que defendió a sus ministros o miembros de su partido, al poco tiempo estos dimitieron;  incluso una vez ella echó a uno que no se daba por aludido, pese a querer ella mantenerlo... Así que Schavan va a dimitir, eso está claro. Aquí no se toleran esas tonterías y los que caen en desgracia no se mantienen, y menos en un año de elecciones.

Si además, la señora Schavan ha hecho gala de su título de doctorado toda su vida, y ha accedido por ello a mejores puestos, sueldos, lo ha hecho en base a mentir. Es como los que trabajan de médicos sin serlo o si hay algún taxista que condujera sin carné de conducir, que seguro que hay. Son unos estafadores. Schavan dijo en su momento, cuando pillaron al otro copión, que se avergonzaba. Ahora sabemos por qué. Qué panda de aprovechados nos gobiernan. Y desde luego que ella, como ministra de Educación no es sostenible y ni siquiera biodegradable en la política.

martes, 5 de febrero de 2013

Placeres de temporada invernal

Cada vez me gustan menos las efemérides, pero sí los datos irrelevantes. Hoy se cumplen 23 años de mi llegada a Alemania. Llegué con un tiempo como el de hoy, ¡nieve!, así que no merece mucho la pena recordar el día. Sí el susto que llevaba encima, ante lo nuevo, a mis 20 años, y me lancé a mi nueva vida con una valentía que no sé si tendría ahora.

23 años después de mi llegada me gusta más mencionar que mi entrada de la sopa de tomate de este blog, es un gran éxito en el mundo entero. Hagan la prueba. Busquen en google "sopa de tomate alemana", y salgo bien arribita en los resultados. Un amigo me comenta siempre que muchas empresas pagan mucho dinero para salir en los primeros resultados en google. Y yo lo hago gratis, y con ganas.

También sigo viviendo aquí con ganas, o de nuevo las tengo, digamos. El clima lo aborrezco cada día más, si cabe, pero me aguanto. Mis hijas, en mis rachas de mucha protesta, me recuerdan que en España el calor tampoco hay quien lo aguante (yo sí) y que ellas no se quieren ir a vivir allí, por mucho que les guste mi tierra, genial para vacaciones, con la familia más maravillosa que se pueden imaginar, abuelos, tíos y primos, pero ellas son de aquí. Y yo medio medio.

Así que qué remedio que seguir viéndole las ventajas a mi vida alemana, que son muchas, aunque a veces no las vea. Cada vez me gustan más las cosas auténticas de la vida diaria aquí. En el supermercado se puede comprar de todo todo el año, pero cada vez me estoy volviendo más entregada a los productos de temporada, y creo que me he hecho alemana en una cosa: en lo del rollito del cambio de las estaciones, bla bla bla, que tanto te cuenta aquí la gente para disculpar el tiempo tan asqueroso que tenemos. Antes muchos rituales me la traían al fresco, pero ahora, veo skrei en el mercado (el bacalao fresco noruego del que escribí hace un año aquí), y me hacen los ojos chiribitas. O veo platos de col verde en los restaurantes, y me ocurre igual. O veo los crocus en febrero o marzo, cuando salen como un milagro de la tierra que dormía en el largo invierno, y se me saltan las lágrimas.

Aquí en invierno no crece nada, pero sí una verdurita que se cosecha con las heladas. La Grünkohl, o col verde, col crespa o berza col, con hojas verdes muy rizadas y muy voluminosa, es la verdura por excelencia del invierno en el norte de Alemania. Es un producto cuyo consumo es completamente psicológico. La col verde está lista antes del momento en el que se suele consumir, pero los agricultores empiezan a cosecharla cuando empiezan las heladas, ya que todos la asociamos con el frío y es cuando apetece. Se sigue cosechando a mano, pues no pueden sacar demasiado tallo ni hojas amarillas. Originaria de Grecia (quién lo diría), los romanos la consideraban delikatesse. Típica del norte de Alemania, la frontera de su consumo baja cada vez más, y dicen que se ve hasta por Stuttgart. Se empieza a cosechar a comienzos de septiembre, pero primero para las fábricas de conservas, que han de tenerla lista envasada para cuando nos entran las ganas de comerla. Es una cosecha dura, con frío y mucha humedad, y para la que hay que tener mucha fuerza, y por eso la suelen realizar los hombres. A las 24 horas está la col en las latas de conserva, o en los mercados.
Pero para los que la consumen fresca, supone mucho trabajo, pues hay que lavar bien todas las hojas, hacerlas trocitos, quitar los tallos más gordos. Yo me he tirado a veces toda una mañana en el proceso desde el lavado, cortado y elaboración. Hace poco leí la recomendación de lavarla en la lavadora, sin jabón claro... un lavado vacío. No se me ocurriría, pero por qué no. De todas formas, si vienen a Alemania, pruébenla. Mi padre dice que esa col en España se la dan de comer al ganado... Por si la encuentran por algún lado, fresca o enlatada, aquí va la receta.

1,5 kilo de col verde, fresca o de lata
4 rodajas de careta de cerdo
4 chuletas de Sajonia
4 salchichas de cocer
2 cucharadas de manteca
2 cebollas
2 cucharadas de mostaza
400 ml de caldo de verdura
1 kg de patatas.

Lavar y cocer la col en agua con sal, si es fresca. Calentar la manteca y freír en ella la cebolla. Freír la careta de cerdo, añadir la col y que se haga a la vez, echar la mostaza, la mitad del caldo, sal y pimienta. Dejar cocer 45 minutos con tapadera. Luego echar las salchichas y a continuación más caldo. Sabe mejor si se deja una noche reposar, una vez hecha, pero una par de horas mínimo, de no poder ser toda la noche. Al calentar se echan las chuletas de Sajonia, para que se hagan a la vez. Salpimentar antes de servir. Freir patatas cocidas en la manteca, echarles sal, y caramelizar con algo de azúcar.

O como mi mundo es fusión, como ya saben, también me gusta mucho, o incluso más, la versión holandesa del plato, boerenkool, la col de los campesinos, la llaman ellos. Se cuece la col y aparte también patatas. Se fríe panceta hecha trocitos y se añade la col, con mantequilla y se remueve. Echar un poquito de azúcar, para quitarle el amargor. Luego se añaden las patatas cocidas, y se machaca todo para que quede una especie de puré. Acompañar con salchichas gordas, ahumadas son las utilizan los holandeses, pero cualquiera de buena calidad vale.

lunes, 4 de febrero de 2013

Para no olvidar

Lo que vi ayer se puede sumar a mi memoria del terror. Creo que es conveniente visitar algún lugar así alguna vez en la vida, para darse cuenta de lo que es capaz el ser humano. No pienso ir a Auschwitz, pero he visitado otros campos de concentración que ofrecen todo el terror de entonces y hacen insoportable lo inimaginable. El de Hamburgo, Neuengamme, nos dice mucho a todos los que vivimos por aquí, pues de vez en cuando oímos de algún nombre de algún intelectual o político que murió allí. El campo de Neuengamme fue instalado en un primer momento para alemanes, los que se resistieron al ascenso nazi al poder. Luego se les sumaron hombres y mujeres de otros países europeos, sobre todo los de la resistencia en el este o centro de Europa, pero también de Bélgica, Francia, Holanda y Dinamarca. Además de judíos, gitanos, homosexuales, testigos de Jehová, y todo lo considerado "criminal".

El campo de Hamburgo no fue un campo de exterminio, sino de trabajo, pero la idea era clara: que se muriesen trabajando en condiciones infrahumanas. Montaron una fábrica de ladrillos para ello, para que el Nacionalsocialismo construyese sus edificios emblemáticos con los que demostrar su poderío, y en el segundo período de funcionamiento del campo producían armamento. La fábrica de ladrillos es gigante, y produce espanto; uno ve ese edificio tan frío y lúgubre, y comprende los libros que ve antes en otro edificio, y las listas de los nombres de todos los muertos. El cinismo era tal, que en el registro de los fallecimientos ponían nombre y apellidos, y las causas de la defunción: tuberculosis, diarrea o "debilitamiento general", y cosas así. Pero el trabajo era una máquina de matar. En el edificio en memoria de los caidos hay listas interminables de nombres, con los días de fallecimiento. Con el paso del tiempo, las listas de muertos en ciertos días parecen interminables, y el último día que registra nombres es imposible contarlos.

El campo funcionó entre 1938 y 1945, y estuvieron recluidos 80.000 hombres y 13.500 mujeres. Y había más no registrados. Hay por lo menos 42.900 muertes atribuidas a las condiciones de vida y de trabajo. A éstas se les pueden sumar los que fueron llevados a otros campos para ser asesinados allí, y los que murieron tras la liberación por enfermedades contraídas en el campo. Se calcula que más de la mitad de los 100.400 recluidos que hubo allí murió. Dormían hacinados: en el sitio el que cabía una persona, ponían a tres. Hambre, enfermedades, mala comida, olores fecales. Les daban incluso menos de comer de lo que les correspondía, una dieta a base de sopas muy estiradas, sin nada de grasa, y escaso pan solo para los que trabajaban "más duro". Les dejaban a veces luchar entre sí por comida o un lugar de dormir apelando a la ley del más fuerte.

Puedo asegurar que el frío y el aire que corría ayer por la zona me hacía no sentir la cara, pero sí las orejas, de dolor, y yo iba bien abrigada. Los presos llevaban ropa raída y nada de abrigo. Se tapaban con papel y trozos de mantas o lo que podían debajo de la ropa que llevaban, para protegerse del frío. Cuando faltó ropa para tanto preso, les daban las de los asesinados en otros campos de concentración, que llevaban una cruz grande amarilla en la espalda como prueba de ello. Reciclaje puro.

Además de todo esto, me pareció espantoso saber que después de la liberación del campo, éste tuvo varios usos más: primero como prisión para los mismos nazis que fueron juzgados tras la guerra, esto aceptable y justo. Pero después hubo desde 1948 una prisión para reclusos normales, ampliada posteriormente con un correccional juvenil, que estuvieron funcionando hasta 2006. Hubo muchas protestas de supervivientes o familiares de los muertos, por el mal gusto de aprovechar los edificios hasta tal extremo. Por suerte ahora el lugar es solo museo, pues verdaderamente es reciclar demasiado el utilizarlos con otro fin que el que tuvieron, pues tanto sufrimiento debe quedar para siempre suspendido en el aire de esos campos tan fríos, donde se sigue sintiendo el dolor, a cada paso.