viernes, 18 de noviembre de 2016

Merece la pena quejarse

Hace unas semanas me pasó una de esas cosas en apariencia normales, pero que luego desencadenó en algo ya menos normal. En uno de mis vuelos, llegué tarde al aeropuerto de Hamburgo con mis hijas. Como vivo muy cerca del aeropuerto, a la hora de coger taxis una  no se hace amiga de los taxistas. Si vives muy cerca del aeropuerto, la mirada de odio que te lanzan es asesina, porque tienen que esperar a veces más de una hora para coger a los clientes en la zona de llegadas. Como no tengo ganas de malas vibraciones cuando vuelvo de viaje, me voy directamente a la zona de salidas y me monto en alguno de los que acaban de soltar a pasajeros. Lo malo es que a hora intempestivas, arriba no hay apenas nadie y tarda en pasar algún taxi vacío, pero hasta eso hago para que el señor taxista no pierda ni un euro, aunque en realidad podría denuciarlos si se niegan a llevarme o se me quejan.

En esas estaba yo con mis hijas, esperando que pasase uno por casualidad, cuando llamé a un taxi donde los suelo pedir para que nos recogiera. La cosa fue que el taxista no nos vio (éramos 3 con maletas en la oscuridad de la noche y apenas había nadie) y yo tampoco sabía dónde era dónde esperaba que me pusiese, pues tampoco era tan complicado vernos. Total, que nos pusimos bien visibles. El taxista me llamó y me dijo que daría otra vuelta pero volvió a no vernos. Luego paré a otro que yo pensaba que era el nuestro y me dijo que el otro se había ido, así que lo cogimos. Hasta aquí todo normal y nada raro y que no pueda pasar.

Pero el problema fue que al llegar a casa tenía un sms del taxista bastante ofensivo y un mensaje de voz en el móvil también en muy mal tono y atacante. Como no pareció normal que un taxista utilice mi número privado para hablarme así, llamé a esas horas (casi las 12 de la noche) a la central de taxis y me quejé. Tomaron nota y me pidieron que mandara los mensajes y me dijeron que se le iba a caer el pelo al taxista, pues eso no pueden hacer. 

Yo pensé que ahí se quedaba la cosa, y me di, por satisfecha. Pero unos días más tarde recibí una llamada en la que una señora se disculpaba oficialmente en nombre de la empresa y me dijo que al taxista le habían abierto un expediente. Me dijo que necesitaba mi direcciõn para disculparse también por escrito. Y al día siguiente tenía una carta en el buzón con 3 vales de 10€ y con más diaculpas

Si algo he aprendido en Alemania es que hay que quejarse. Al menos aqui sirve de algo, lo sé, pero si todos lo hiciesen en España por ejemplo, quizá se crearía una "cultura de la queja" y de que al menos sabes que te escuchan y que la gente, y más si dependen de tu dinero, no se puedan permitir todo. Ese taxista ya no vuelve a acosar a nadie (ese es el término que usaron en las disculpas) y yo  sé que hay cosas que verdaderamente no tenemos que tolerar.

sábado, 1 de octubre de 2016

La "fiesta" por excelencia

Ha pasado una semana desde mi visita por primera vez en mi vida a la Fiesta de la Cerveza en Múnich, llamada en alemán Oktoberfest, y sigo llena de impresiones e imágenes. Menuda fiesta. La palabra se queda corta. Más bien cabría decir el jolgorio más grande de Alemania y parte del mundo mundial, aderezado por una logística que deja anonadado hasta a cualquiera que viva más de 26 años en Alemania, como yo. 

En la primera mitad de la edición de este año, ya habian pasado 2,9 millones de visitantes. Y quedaban 8 días más de fiestón. Y todos dicen que este año había menos gente. ¿Menos? No sé cómo será con más, porque la verdad es que éramos suficientes.

Pero voy por partes. Este año, por primera vez, el recinto estaba vallado, por motivos de seguridad. No se podían meter mochilas ni bolsos grandes, y había consignas para ello. A las mujeres nos controlaban los bolsos pequeños. Aún así, leí también el otro día, tras los primeros 9 días, habían desaparecido 50.000 jarras de esas gigantes en las que sirven los Maß, las cervezas de un litro que se sirven. A uno vimos nosotros que lo pararon mientras trataba de llevarse una.

La dimensión del fiestón me ha dejado boquiabierta: carpas en las que caben más de 8000 personas, las miles de jarras de cervezas servidas a la vez cada minuto, los miles de pollos asados que pasan en bandejas mientras tú consumes tu cerveza o tu pollo, las miles de personas que trabajan allí, los bueyes enteros que asan dándoles vueltas como si fuesen pollos asados, las ristras de pescados, que también hay, para los que quieran llevar la contraria.

Luego está la moda. Ir vestido de calle hace que te sientas especimen raro, asi que hay que vestirse con el dirndl de marras, es decir, el vestido tipico y lucir canalillo, como hacen todas. Los chicos llevan las camisas de cuadritos o en rojo, verde o azul. Amarillas también vi. Y el famoso Lederhose, el pantalón de ante marrón que en realidad sienta muy bien a pesar de ser algo tan folclórico. Pero es que claro, una cosa son los cánones de la moda del Oktoberfest, y otros los atentados que se cometen contra ella. No sé, pero me resulta raro ver a orientales en dirndl y Lederhose. Es como si yo me pongo un kimono japonés. Como que no es lo mismo. Pero vale. Luego estaban las que amortizaban "más aún" el escote, es decir, en plan "el dirndl que llevo da igual porque todos me van a mirar las tetas". Y luego estaban los que llevasen lo que llevasen, estaban ya con las mangas de las camisas arrancadas, y el aspecto era ya tan desaliñado que, más que la ropa, se apreciaba el alcohol como hábito.

Y si, entre los miles y miles de turistas llegados del mundo entero a la que, en mi opinión, podría ser el fiestón mejor organizado del mundo y con una logistica apabullante, había infinidad de bávaros y en especial, muniqueses. Sí señoras y señores bávaros, me quito el sobrero ante su fiesta y su forma de celebrarla. Había familias enteras, gente de la ciudad de todas clases sociales, porque es SU fiesta. Por supuesto que hay diferencias también: los famosos celebran en su carpa, pero mi impresión fue que es la fiesta de todos y todas, y que cada uno celebra como puede o quiere.

A mí me ha encantado la experiencia y creo que he salido más enriquecida en mi bagaje germano. Volveré. Es muy divertido.

Y aquí unas imágenes:











lunes, 19 de septiembre de 2016

Qué será lo que todavía no sé

Al final estoy pasando la adolescencia sin leerme la revista aclarativa de lo que supone el trance del mismo nombre para los chavales y las familias. La tengo en una cesta donde acumulo revistas compradas hace años y justo estos días me estoy acordando de ella. Cuando la compré me pareció un hecho temerario, pues mis hijas eran muy pequeñas y el trance me quedaba muy lejano. Pero, como sabía que me iba a tocar tarde o temprano, me la compré pensando en leerla a tiempo para estar preparada. La cosa es que cuando se me vino encima la cuestión, ni me acordé de la revista monográfica, y si me acuerdo ahora no es porque piense que la necesite, sino porque pienso que debería leerla por si me dicen algo nuevo antes de que se me haya pasado la edad, no la mía, sino la de las afectadas por el mal que la revista titula como "Die Pubertät". A mi la palabra "pubertad" se me hace rara en español, pero el Diccionario de la Real Academia la define como la "Primera fase de la adolescencia, en la cual se producen las modificaciones propias del paso de la infancia a la edad adulta". Y la adolescencia la definen como "Período de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud". Y como tampoco lo dejan muy claro por eso creo que utilizamos en castellano más la palabra "adolescencia", pues en realidad nadie sabe cuándo empieza hasta que te ves metido en el meollo como padre o madre, y ya total qué más da si estás en esa primera fase o más avanzado, porque la sensación será desde el princioio que estás de lleno en ella.

Así que a mí se me han pasado unos años de adolescencia sin darme cuenta de cuántos son ya, pero ahí sigo. Y sin haber leído la revista a todo color y de no sé cuántas páginas. Probablemente hablen de que la paciencia y el diálogo son las claves. Ser un guía firme, pero a la vez hacerse un poco "el longuis" de vez en cuando para hacerles creer que saben lo que hacen, pero no bajar la guardia nunca y vigilarlos a conciencia. Es una ardua labor que requiere nervios de acero, porque de repente pasas a estar relegado como padre o madre a un segundo plano. Los guays son los amigos, y las experiencias más molonas son las que se hacen con ellos y no lo que has hecho hasta ahora en el seno del hogar. Por otra parte, como todos los especímenes están pasando por la misma enfermedad a la vez, a veces no se aguantan ni entre ellos, y las decepciones que se llevan de unos para con los otros hacen que al final el mejor hombro para llorar sigue siendo el de tu madre, Por muy poco molona que sea por las muchas veces que te dice que no a tus magníficas ocurrencias, al final es la única que está ahí en todo momento, porque nunca ha ido de coleguilla, sino de madre.

Y así se pasan los días, y los meses, y los años, y sólo cabe esperar que el resultado se deje ver ante ellos mismos y hacia el resto de la sociedad. No es una batalla fácil. Pero todos venceremos, eso seguro. Ya nos pasó a nosotros cuando la pasamos: la vencimos nosotros y nuestros padres. Pero a lo mejor todavía leo la revista...

viernes, 9 de septiembre de 2016

La comida (no) rápida

Bélgica es ese país en el que la comida rápida pierde su nombre. Es cómida, pero de rápida nada. Todo lleva su tiempo en ese país. En agosto he tenido la ocasión de de pasar un par de semanas allí y he pensado a menudo en la frase que abre este post. Al menos en eso Bélgica no ha perdido su esencia, porque en otros aspectos sí. Parece que habrá que acostumbrarse a ver soldados con metralletas por las calles. No me sorprende verlos a la puerta de los edificios de la Unión Europea, pero sí entrar en un vagón de metro y toparme con dos, metralleta en mano, y ponerte a su lado como si nada. Será lo normal. O el futuro. O el presente ya futuro.

Pero volviendo a la comida rápida, en Bélgica he llegado a esperar media hora por unas patatas fritas. Yo y otros muchos más, y con hambre y a las tantas de la noche. Tienen una cierta parsimonia al hacer las cosas que si vienes de territorios más "nerviosos" como Alemania o España, acabarás por perder la paciencia y ya de paso pedirte algo lento de verdad y con servilleta y mantel. 

Y así es de entender que a veces, bajo comida rápida sirvan pescado recién hecho von copas de cristal de vino, o crepes hechos uno a uno sin importar la cola y que haya dos fogones y no uno. Para qué hacer dos a la vez pudiendo hacer uno tranquilamente sin estresarse. Y sin embargo nadie pierde la paciencia, todos aguardan tranquilamente. 

Hoy vuelvo de nuevo, y volveré a ver soldados y coches blindados. Pediré comida "rápida" y en unos instantes sabré que estoy en Bélgica otra vez. Y sin embargo me sigue pareciendo un país encantador.

domingo, 14 de agosto de 2016

Los colores del verano

El verano es esa época del año que se pasa, sean dos semanas, una o tres las que tengas de vacaciones. Vivimos el año trabajando, pensando en ese asueto, en la playita, en el tinto de verano, en la siesta, en desconectar. Y luego llega y es muy importante cumplir esos sueños que acumulamos.

El mío principal durante todo mi invierno hamburgués es pasar calor, sudar, ponerme vestidos, sandalias e ir sin chaqueta. Eso ya es para mí verano y vacaciones. Y este año ya he cumplido, y más cuando en el territorio en el que vivo todo el año, ha hecho frío y ha llovido mucho.

Y también ansío ver color, pues donde vivo todo parece sumergido en un filtro de gris o blanco. Por ese me llevo muchos colores en mi mente: los del mar, los diferentes azules del cielo, los colores de la fruta que sabe a fruta, los de los maricos y pescados, el del gazpacho, los de los atardeceres en Huelva, los de Doñana, los de las casas blancas andaluzas brillando al sol, el del café con hielo, los de las terrazas de verano, los de las gafas de sol, los de las sombrillas, los de las piscinas, y los miles de colores que tiene España en verano, allá donde quieras que vayas.

domingo, 3 de julio de 2016

Puentes amenazados


Observen este puente, de día y de noche. Es el Pont Neuf, el Puente Nuevo, de Toulouse, erigido sobre el río Garona, y que une las dos orillas de la ciudad desde 1632. Toulouse, una de las ciudades de Airbus - Hamburgo y Getafe son otras - es una encantadora ciudad francesa que respira vida por cada rincón. He estado hace poco y me ha sorprendido, porque salvo lo de Airbus, todo me era desconocido. Y ahí está ese puente y todas sus otras construcciones de ladrillo en la llamada "ciudad rosa", por el color de este material a la luz del sol.

La ciudad tiene impresionantes monasterios e iglesias. En el Convento de los Jacobinos de ellos está enterrado Santo Tomás de Aquino y tiene una nave impresionante y un claustro precioso. Y la ciudad rezuma savoir vivre en sus muchas calles con encanto y plazas repletas de gente. Y este es el Pont Saint-Pierre, otro próximo al anterior. 
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Y sin embargo me sorprendió que por primera vez en años tuve un control de pasaportes en zona Schengen tanto para entrar como para salir. Al regresar, las colas eran tales, que más de uno perdió y otros casi pierden el avión y entraban corriendo en la zona de embarque. Y por primera vez vi en el aeropuerto de Hamburgo policías con metralletas preparados para lo que fuese. Acababa de ocurrir el atentado de Estambul. 

Y por no haber publicado este post cuando "debí" teniéndolo casi terminado, el atentado de Niza ha vuelto a sacudir a Francia como lo que es: un hecho inexplicable e inaceptable bajo ninguna ideología o concepto. Todos sabemos que no será el último y eso es lo desgarrador. No hay puentes sino el abismo más absoluto.

viernes, 1 de julio de 2016

Sinsentidos

Pasaron las elecciones es España y queda la sensación de que más de lo mismo y que nada cambiará en los próximos cuatro años. Yo he votado el blanco esta vez, por primera vez en mi vida, algo que he considerado inútil siempre. No le pude dar mi voto a ninguno, lo siento. No he creído a ninguno. Jamás he visto una campaña tan absurda con  semejanted desatinos de unos y otros. Por una parte parecía que Venezuela fuese una región de España, y por otra que no hubiese programas electorales visibles. Sé que como votante en blanco no tengo derecho a quejarme, pero tan sólo quiero expresar que parece que España vive en un síndrome de Estocolmo desde hace años. Solamente por cómo ha gestionado o mejor dicho no ha gestionado la corrupción, debería haberse ido el PP. Pero hemos tenido que pasar 6 meses en el limbo electoral para que salga un "todo cambia para que nada cambie". Otra razón por la que he votado el blanco es por la indignación que me produjo que no fuese posible formar una coalición de gobierno tras el primer intento electoral de diciembre. A los políticos se les paga por hacer su trabajo representando a los ciudadanos y esas segundas elecciones, con los millones que cuestan y que son necesarios para muchas otras cosas, debieron haberse evitado a toda costa. Y eso era respondabilidad de los políticos más votados. Un país cuyos gobernantes jamás llegan a un acuerdo en nada huele mal. Llevo vividas como espectadora varias elecciones en Alemania, y las últimas legislativas como votante, y nunca he presenciado ningún circo así.

Pasemos al Brexit. Yo sigo consternada, como muchos europeos y por supuesto británicos, y anonadada de cómo se puede manipular a la gente con promesas falsas. La masa se las cree y los políticos histriónicos que las vendieron las retiran con un "ja, eso no lo dijimos así" el mismo día que ganan las elecciones, y no sólo eso; además desaparecen tras los resultados y dejan al país tirado en un vacío que ahora a ver quién maneja. Pero la culpa la tienen los gobernantes británicos que durante años han pisoteado la Unión Europea, y que a tan sólo seis semanas del referéndum no podían cambiar el rumbo que ellos mismos iniciaron años antes. Pero sigo sin entender que la gente sea tan estúpida y no piense por sí misma.

Auguro malos años en la política europea, llena de políticos rubios estrafalarios llenando las cabezas huecas de la gente con lo que quiere oír. Las fronteras se cierran porque en algunos casos no queda otra, pero las cabezas de la gente también, y eso es lo peor. 
 

viernes, 10 de junio de 2016

Series a raudales

A veces perdemos la continuidad en proyectos que otrora eran imprescindibles para nosotros. No es que pierdan su importancia, pero sí su necesidad imperiosa.

Admito que el tiempo que me falta para este blog se lo dedico a ver series. Y ya llevo unas cuantas. Empecé con Modern Family, genial para ver en familia y reírse un rato, por su frescura y personajes peculiares todos ellos y cuya suma les hace una de las familias más divertidas que ha dado la televisión. Continué por Breaking Bad y Orange is the new black, compaginando ambas según el día y el momento. Orange is the new black es sorprendente, y tiene lugar en una cárcel de mujeres en la que la protagonista cae por unos meses para pagar por un pecado de juventud en un momento de su vida en el que todo parece ir perfecto. Me gustó mucho por mostrar que las cárceles no están llenas de asesinos y criminales de lo peor de lo peor, sino de gente que en su momento es demasiado débil para decir que no en momentos cruciales, o a las que se le cruzan los cables por la desesperación o qué sé yo. Y que las cárceles no sacan precisamente lo mejor del ser humano, presos o personal.

De Breaking Bad qué voy a decir que no se haya dicho ya. Sublime, desde el comienzo hasta el final. Me costó meterme en ella y aceptar la brutalidad de los que trafican con drogas a ese nivel. Y los caracteres están tan bien perfilados que cuesta no simpatizar con todos ellos por muy malos que sean. Y el personaje protagonista, Walter White, quedará para la posteridad televisiva como uno de los mejores personajes de series jamás. Para quitarse el sombrero ante los guionistas y todos los que la hicieron posible. Si no la hubieron hecho, habría que inventarla. Hay un antes y un después de Breaking Bad para muchísima gente, entre la que me incluyo yo. 

Y por si fuera poco ahora me hallo enganchadísima a House of cards. Llevo ya tres temporadas vistas y no puedo esperar a ver la cuarta. Qué malos malísimos los que por manejar los hilos de la política están dispuestos a todo. Pero si los intríngulis de Washington son tremendos, los personajes con toda su caracterización son increíbles. Los diálogos me parecen buenísimos e increíblemente intensos. Y la escenificación y la atmósfera le confieren un estilo inconfundible. De la pareja protagonista se ha dicho mucho en los medios de comunicación, pero verdaderamente tanto Kevin Spacey como Robin Wright se salen del papel de los Underwood.

En fin, que cuando acabe con House of cards tendré que buscar digno sustituto o tendré que ponerme a escribir otra vez raudales de páginas en este blog. No sé qué será mejor. Todo es importante.

sábado, 21 de mayo de 2016

Oda a la wifi gratis

Durante mi estancia en Helsinki he estado muy sorprendida de que hubiera internet por todas partes. Sólo faltaba en los parques. No es que considere que no se pueda estar en ningún momento sin ella (bueno, sí), pero da que pensar que en el mundo tan conectado en el que vivimos, en algunos países no haya o funcione tan mal en muchos casos. 

El otro día me dio que pensar que hasta en la noria, ¡y en las alturas!, había wifi y funcionaba de maravilla y al momento recordé la atracción de feria que precintaron en la verbena de San Isidro por estar soportada por barriles de cerveza. Tampoco tiene que haber wifi en una noria, de acuerdo, pero lo prefiero a la chapucería castiza.

Hay viajes que te hacen pensar. Ahora, de vuelta de Helsinki, reflexiono sobre  ese extraño país donde hasta dentro del avión en la pista se recibe la wifi del aeropuerto. La sensación es que en otros países nos toman el pelo y que las empresas de telefonía se deben ahorrar mínimos gastos que aún así racanean.

Que yo no quiero vivir en Finlandia (mi religión, que es el miedo a la oscuridad y al clima me lo impide), pero que otros países europeos no hagan como si una wifi accesible en todo momento sea un imposible o una quimera.

martes, 17 de mayo de 2016

En Helsinki

Día 4 en Helsinki. Esto es otro mundo y eso que mi vida la considero nórdica ya, pero al lado de Helsinki Hamburgo es Andalucía. Se les nota la tranquilidad que les da que les toquen varios miles de árboles por habitante, unos cuantos lagos por persona y noches eternas en invierno. Les gusta el karaoke, a juzgar por la cantidad de bares que hay para ello, y la comida es algo peculiar con carne de reno y otra forma de condimentar todo. Es muy caro comer,  pero luego como turista la vida no es cara, con lugares gratuitos para visitar o bastante baratos. 

Pero resulta muy interesante la mezcla entre Rusia y Escandinavia. Finlandia fue Rusia hasta 1917, cuando se declaró la independencia, y así hay lugares en la ciudad, como la Plaza del Senado, que recuerda a la Rusia de los zares, con estatua de uno incluida en el medio.

El arquitecto Alvar Aalto es otro que ha dejado una huella importante en la ciudad, con su arquitectura blanca de líneas claras, que tanto le va a la ciudad. Impresionante la Librería Académica y el Pabellón de Finlandia.

Y agua y naturaleza por todas partes e islas e islas, en las que se empeñan en vivir porque sí, porque para eso son finlandeses y la tranquilidad se celebra día a día. Yo no podría vivir aquí, y más habiendo esos inviernos oscuros e interminables. Ahora, con la luz, parece otra cosa, pero el aspecto de la gente y la ciudad, te recuerda en todo momento que debe haber días muy "finlandeses". Las tasas elevadas de alcohol y suicidios no engañan. 

Como viajar es cultura y de todo se aprende, estoy contenta de estar aquí y ver que hay mundos más allá del norte.

domingo, 8 de mayo de 2016

No sólo madres

Hoy es el Día de la Madre en Alemania, al igual que en otros países, mientras que en España fue hace una semana. Buen momento para la reflexión siempre. Somos legión y la base de la vida de nuestros hijos. Que no se ofendan los padres que conozco, pues ellos quieren a sus hijos igual que nosotras, no lo dudo, pero la sociedad nos educa a nosotras en el convencimiento de que lo tenemos que dar todo por nuestros hijos, y sinceramente, tampoco creo que esto sea justo y bueno siempre. Yo, sin querer figurar demasiado, me siento madre por partida doble y por eso me creo en mi derecho de poder celebrar por lo menos dos días, si no todos.

Una madre es ese ser que relega todos sus intereses personales por el bien de sus hijos; una que deja todo lo que está haciendo, por muy importante que sea, por ayudar a sus hijos o atenderlos cuando lo requieren; alguien que lo da todo y exige poco o nada a cambio, que hace las cosas y no espera que se lo agradezcan o se lo reconozcan, que antepone en todo momento las necesidades de sus hijos a las suyas propias. Y sin embargo debemos, como madres, plantarle cara a todos y decirles que ahí estamos, y que no somos invisibles, que también necesitamos mucho y que todo lo que damos a veces va en nuestro propio detrimento, y que estamos de prestado, porque en realidad tenemos que cuidarnos a nosotras mismas porque en un futuro nuestros hijos vivirán su propia vida y nosotras nos quedaremos con la nuestra. Por eso debemos afianzarnos en lo que somos: no un mero sacrificio sino personas fuertes que guían y educan a vsus hijos mostrándoles igualmente que nosotras somos personas y que lo damos todo, sí, pero que también tenemos nuestras necesidades. Que es legítimo reclamar y no sólo dar, y sentirnos reconocidas. 

En ese sentido el Día de la Madre juega un papel importante, para llamar la atención de la sociedad, y por recordarle al mundo que ser madre es lo más normal del mundo, pero a la vez una lucha heroica día a día. 

lunes, 25 de abril de 2016

Cuestión de actitud

Mi hermano es una persona muy sabia, de prácticas filosofías de lógica aplastante. Es un ejemplo de cómo no amargarse demasiado la existencia a base de plantarle cara a las adversidades con energía positiva y determinación. Últimamente pienso en cosas que me ha dicho en los últimos años y con las que me ha ayudado mucho. Por ejemplo que no hay que autocastigarse por cosas  que no dependen de nosotros y que ser feliz es una actitud. Que hay que proponerse disfrutar activamente de las cosas buenas. Y bien cierto es.

Si resumimos la vida en ir al médico, a la farmacia, a la administración a hacer papeleos, el coche, el taller, la inspección, que si la declaración de la renta, las tutorías de los hijos, sus jaleos y lo que nos conllevan como padres, pagar facturas y todos los "marrones" que nos comemos a diario, no quedará nada. Yo vengo hoy ya del médico, de la farmacia, de cambiar las ruedas de invierno a verano (pro-forma, pues ayer nevó). Ahora daré clase. Esta tarde otra vez. Y así se nos pasan los días y las semanas y los meses.

Y todo esto son cosas necesarias para pasar el "rato" que es vivir, pero vivir de verdad es otra cosa. Es una actitud de resolver todas esas cosas sin olvidar que  lo importante son nuestras personas queridas, lo que nos dan, y ¡ojo!, todo lo que podemos darles nosotros para hacerles felices a ellos también, pues eso también nos hace felices. Todo se resumen en la actitud.

Felicidades al mejor hermano del mundo. ¡Con esa fuerza podrás con otros 50! Gracias por compartirla con los demás.


viernes, 15 de abril de 2016

A estos no...

Si mi último post se lo dediqué a ese montón de alumnos que hacen que mi trabajo me haga feliz, a otros, por suerte menos, no les dedico nada. La mayoría de las veces son uno o dos de grupos de 12 personas o más, pero siempre me sorprendo de que una sola persona se pueda cargar la dinámica de un grupo. 

He tenido varias experiencias muy desagradables, tras las que, por suerte, el resto de alumnos me arropó y me dio la razón, pero estas situaciones marcan. Por donde empezar...

No les dedico nada a esos alumnos que suplen su falta de paciencia o, perdónenme, su propia ignorancia, con agresividad hacia mí. Tampoco nada a aquéllos que cuando les corrijo me cuestionan el por qué, y no lo quieren aceptar. Todavía me escuece la vez que una no se quisiera creer que no se pueda decir "estoy estando". Tampoco a los que se creen que sin abrir la boca y solamente por consumir con cara de perro van a aprender algo. Tampoco a los graciosillos a los que cuando les tratas de explicar el "subanempujenestrujenybajen" te dicen que eso será como se monta en autobús en los países incivilizados. Tampoco a una que se empeñó en convencerme de que la palabra "castellano" significa un 'español culto de las élites’, ni a otra a la que, cuando la corregí varias veces por lo mal que leía, me dijo "¿lees tú o leo yo?", en un tono muy desagradable, a lo que contesté que yo no leía sino que la estaba corrigiendo; no volvió a venir, claro. Ni a otro que acaparó la clase durante semanas interrumpiéndome todo el tiempo a mí y a los otros, y al que cuando agotó mi paciencia, y la de los demás, se lo hice saber, y no volvió más (me sigue sorprendiendo la inmadurez de algunos). O un caso reciente de otro que se pensaba que el curso de 15 personas era su clase privada y me tenía todo el tiempo como si fuese solo su profe. El día que exploté (no me gusta esta palabra siendo profe) faltó que los demás aplaudiesen y cuando el "indignado" se levantó para irse, y traté de convencerlo para que no se fuera, aludiendo a la mencionada falta de madurez, los demás dijeron que lo dejase, que era insoportable; encima éste se quejó de mí y del grupo por escrito a la dirección. O la semana pasada vino un alumno nuevo, uno que recalcó varias veces que había sido general en el ejército, y que apuntaba maneras de ser uno de esos insoportables que de vez en cuando caen en grupos estables. Como por suerte tenía un nivel mucho más avanzado que el resto, le dije que "sintiéndolo mucho", le recomendaba irse a otro curso. Me respondió que lo iba a hacer de todas formas porque en ese grupo había demasiadas "hembras" para su gusto. No utilizó la palabra "mujeres" sino el equivalente a "hembra" en alemán. O hace un par de meses una señora me dijo que no conocía "mi método". Me respondió que había aprendido ruso y hebreo en un Kibutz y que les ponían grabaciones de artículos de prensa leídos como único método de aprendizaje...

Que sí... Que hay alumnos que necesitan un método propio no inventado y exclusivo para ellos. Ya lo he pillado.

jueves, 7 de abril de 2016

A todos ellos

H. es un hombre mayor encantador y educado, que ha hecho del español un entretenimiento durante varios días a la semana, con clases en grupo, privadas, o con otro compañero, con el que se junta a estudiar y pasar el rato, este otro también un señor educado y cortés. A H. le sale a menudo la melancolía por la esposa que perdió por esa maldita enfermedad hace años, y porque su único hijo vive en otro continente. A J., con el que estudia H., le sale un humor muy fino que me hace reír a la vez que, con la sonrisa picarona que me muestra, me hace preguntas "existenciales" tan agudas, como que para qué necesita aprenderse ciertas cosas, porque razón a veces no le falta. J. aprende español de la misma manera como supongo que disfrutará de cualquier cosa que hace. Hay gente que tiene ese don.

P. es cirujano. Durante años contaba el tiempo que le quedaba para la jubilación y hablaba con amargura de los intríngulis de los hospitales, o contaba con humor negro lo que ocurre a veces en la sala de operaciones, diciéndonos que, si supiésemos muchas cosas, no nos dejaríamos tratar nunca en los hospitales. Aprende español con la distancia que le da su antigua profesión y coge las cosas que yo digo en clase con bisturí y las maneja con precisión, mirándolas como quien analiza una radiografía.

B. es una mujer muy trabajadora que aprende con una sonrisa en la boca. Sin embargo se le nota una cierta melancolía cuando habla de antiguos viajes o momentos compartidos con un compañero de vida que ya no está. Jamás le preguntaré qué pasó para que ahora viva sola. Pero da gusto oírla contar de su grupo de rock and roll o de sus viajes en grupo. Aprende español para viajar, aunque donde menos va es países hispanohablantes. Supongo entonces que será como el rock and roll.

N. y N., casados en segundas nupcias, son una pareja que comparte una felicidad extrema y que lo transmiten al mundo. Trabajan como cosacos, pero en su tiempo libre lo dan todo el uno para con el otro y ambos como anfitriones para sus amigos. No tienen tiempo de estudiar español pero ahí siguen, y sin poner nunca una mala cara por nada.

J.  tampoco tiene tiempo. Jamás pensé que aguantaría tanto y ya lleva 4 años. Ha faltado mucho, llega tarde, pero viene, y sabe estar. Es la típica mujer alemana que tras criar a sus hijos, ya adultos, vuelve al mundo laboral con furia, y trabaja y trabaja, y viaja por negocios, a España, por cierto. Yo creo que no tiene tiempo ni de ir de vacaciones. Pero sigue, y seguirá.

H. es una catedrática de universidad jubilada. Es una mujer curtida por a saber cuántas cosas de la vida. No tiene hijos, pero un marido enfermo de Alzheimer. Hace poco me comentó que lo acababa de meter en una residencia, "Era o él o yo", me dijo. En eso los alemanes quizá saben tomar esas duras decisiones mejor que los latinos, a los que la sociedad nos educa para tener sentimiento de culpa, mientras que en la mentalidad alemana ante todo es el yo. Hace tiempo que he dejado de pensar que eso sea egoísta. Es que H. tiene razón: a su marido enfermo no le sirve de nada si ella se queda en el camino. Aprende español para esos viajes exóticos que ha realizado con su marido enfermo.

Estos son tan sólo un par de ejemplos de la gente tan estupenda que veo semana a semana. Hay, ha habido y habrá más personas así que le dan sentido a mi trabajo. Gracias a todos ellos.

lunes, 28 de marzo de 2016

Para el dolor nunca habrá motivo

Hoy, como los últimos 26 Lunes de Pascua, ha tenido lugar en Hamburgo un ritual que forma parte de esta ciudad. Durante 3 días se celebra en Radio Hamburg, la emisora de música principal de la ciudad, un maratón musical en el que sin parar se retransmiten las canciones votadas por los oyentes en las semanas previas y dirigido por los mismos locutores durante el Sábado, Domingo y Lunes de Pascua.Todo esto comenzó curiosamente el año que yo llegué a Hamburgo, 1990, para celebrar el 800 aniversario del puerto, que tuvo lugar ese año. Desde entonces se celebra esta fiesta, con una canción más por cada año, y ya van 827..., las mismas primaveras que llevo yo en Hamburgo. Con los votos de los oyentes se elabora la lista de los éxitos, que es pública, salvo los últimos 20 títulos, que se mantienen en secreto hata la final del lunes por la tarde. Antes ha terminado la edición de esta Pascua, y como nunca se me ha ocurrido pasarme en persona por el centro a ver la fiesta, internet me lo ha puesto hoy muy fácil, como con (casi) todo hoy día y he tenido la retransmisión puesta en el ordenador. Había mucha gente viéndolo en vivo en la calle en la que está la emisora, entre ellos mi hija. Hasta el tiempo era lo más normal para Hamburgo: lluvia en todas sus intensidades posibles.

Sin embargo mi sensación es que nada es como era antes, y no es porque me estoy haciendo vieja. Viendo aglomeraciones de gente no puedo evitar pensar que ya nada es lo mismo y que hemos perdido nuestra sensación de seguridad, si es que alguna vez la hemos tenido del todo. Los atentados de Madrid golpearon muy fuertemente a los españoles, pero luego hubo Londres, París, Bruselas o el atentado de ayer en Pakistán con 72 muertos, y muchísimas otras víctimas olvidadas en infinidad de atentados en el mundo. El mundo está lleno de fanáticos asesinos dispuestos a inmolarse ellos mismos si por ello arrastran a todos los inocentes que puedan a la muerte. No puede ser que estemos condenados a la maldad de unos pocos que cada vez son más, y que siembran el terror en todo el mundo. Muchos son una gangrena en las ciudades que los vieron nacer, prueba de los mundos paralelos existentes en lugares que creíamos seguros.

Se tiende en muchos casos a justificar el horror y el asesinato en las desigualdades, falta de integración, exclusión social, y todo tipo de penalidades que sufre injustamente gran parte del mundo. Pero yo me niego a aceptar que haya un solo motivo para matar a inocentes. Ninguno. Mucha gente sufre miserias, vejaciones, violencia, y no mata a nadie. A ellos también debemos ayudarles y considerar su dolor nuestro, pero no existe justificación alguna para asesinar porque sí y menos en nombre de una religión. El ser humano lleva siglos haciéndolo por todas partes pero al menos en Europa queríamos creer que vivíamos tranquilos. Yo estoy desencantada de la condición humana, que no se da cuenta que TODOS estamos aquí de paso, y que la vida está aquí en la tierra, planeta que no sé ni cómo nos soporta, y que no viviremos más allá, por mucho que nos quieran convencer. ¿Qué sentido tiene tanto dolor?

lunes, 7 de marzo de 2016

Sin duda la mejor

Tras dos meses agotadores de trabajo y miles de otras cosas que me han dejado sin energía acabo de llegar a mi tierra. Ayer fue el primer día aquí y qué mejor manera de comezar que con un baño familiar y una sesión de cine por la tarde. En los últimos meses he tenido el placer de ver varios de los estrenos actuales, por no hablar de varias series, de las que todavía relataré en otro momento. 

Ayer, mientras estaba en el cine, varias veces me pillé asintiendo a las palabras de varios personajes y en esos momentos pensé que para personas como yo, que apenas tienen tiempo para leer, el cine es un arte igual de sublime que la literatura y aunque un arte no reemplaza a otro y no se pueden comparar, pensaba que el cine es algo esencial.

Vi "Spotlight" y puedo decir que, aunque no he visto todas las otras películas candidatas, el óscar a la mejor película del año se lo han ganado mercidamente. Qué forma tan clara de hablar de un tema tan tapado durante décadas (y siglos) como son los abusos sexuales a niños por parte de curas católicos. Basada en hechos reales, la película narra la investigación del periódico Boston Globe para destapar algo que años antes ellos mismos ignoraron . Lo que empezó como una sospecha de 13 sacerdotes, terminó por ser una lista con 87 nombres. El cardenal lo tapó durante décadas y frente a los casos que salían a la luz lo único que hacían era trasladarlos a otras parroquias e ignorarlos. Muchas víctimas no sobrevivieron después a los traumas y otros lograron llevar vidas "normales", pero a base de no hablar jamás de ello con los suyos.

Lo que me gustó especialmente de la película fue la descripción de cómo lograban abducir a sus víctimas abusando del poder "moral" que ejercían sobre ellos por el hecho de llevar sotana y ser representantes de Dios. Y no olvidemos que las víctimas eran niños, que eran confiados además por las familias a las iglesias para que se entretuvieran allí de otras carencias a falta de otros medios. Lo desesperante es que, y como muestra la película al final, con la lista de casos destapados en todo el mundo, estos no son casos aislados ni "manzanas podridas" como tanto se empeñan las altas esferas eclesiásticas en recalcar, sino algo generalizado en la iglesia. 

Una iglesia que exige el celibato de sus represenrantes está condenada a hacer reprimidos mentales por no hablar de los que se metieron a cura para ocultar lo que consideraban "desviaciones" sexuales, como el hecho de ser homosexual. Triste la realidad pero gloriosa película. Un gran acierto de la academia de Hollywood. No se la pierdan.

sábado, 20 de febrero de 2016

No se hacen mayores: se creen mayores

Qué fácil lo teníamos los jóvenes de antes. En mi generación y peor aún para las anteriores, la droga fue un peligro muy real, que se llevó muchas vidas por delante en muchas barriadas, dejando a familias destrozadas para siempre, y vidas demasiado jóvenes truncadas por no haber sabido decir que no en su momento.

Pero el resto éramos unos pardillos que nos conformábamos con comprarnos unas pipas y comérnoslas en un banco del parque, o dábamos paseos con nuestro primer amor, por no tener ni un duro ni para una coca cola, y eso que nunca nos faltó de nada.

Hoy día los adolescentes viven como si se fuese a acabar el mundo ya mismo y tuvieran que experimentar todo de golpe, como si tuvieran que darse prisa por cumplir sueños. Viven como si no hubiese mañana. Hacen planes al igual que los deshacen: he quedado con fulanita; ah, no, que ya no, que ahora voy a una fiesta; ah, tampoco, que la fiesta es solo para los conocidos de verdad, porque si no, se les sale de madre; que ahora viene una amiga a dormir; ah, que ya no puede; que he quedado a desayunar y luego miramos tiendas; que por la tarde nos juntamos en casa de una amiga unos cuantos. Y porque no se ha inventado la posibilidad de estar en todos esos sitios a la vez, que si no... Y encima tu madre no te comprende, y te mira sorprendida cuando le dices que te estás perdiendo algo.

Y para eso los nuevos medios no ayudan nada. Antes quedábamos, y si alguien fallaba, pues ya estaba. Hoy día quedan y "desquedan" por whatsapp con retahílas de comentarios de que si yo sí puedo o yo no. Se lanzan multitud de ideas los unos a los otros sobre lo que pueden hacer y están preparados en modo catapulta para que en cuanto alguien proponga un plan, salir disparado estilo bomba y caer en el plan que sea.

Pero yo no les envidio a los jóvenes de hoy día. Viven sin saber deterse a aburrirse, como hacíamos nosotros. Yo recuerdo días de vacaciones anodinos, pero ahora pienso que la tranquilidad que teníamos no la tienen hoy día. Se pueden hacer tantas cosas que de pensar estar tranquilos en casa les da un repelús. Y nosotros nos conformábamos con soñar.

viernes, 5 de febrero de 2016

Otro más

26 años y esto es como lo del día de la marmota. Te despiertas y todo es igual. No lo está. 26 años son muchos. Ya no dan para efemérides, como el año pasado, pero sí para respirar hondo y decirme que con cada día y con cada año de mi vida fuera habré aprendido algo. Llegué tal que un día como hoy a Hamburgo, hace 26 años. Ya he contado en algún otro post cómo fue mi llegada y los sentimientos que se me vinieron encima. No sé si seré más sabia o más idiota, pero sí que sé más que nunca que en realidad, salvo si vives en un país en guerra o con peligro de sufrir daños físicos o morales, da igual donde vivas. Lo importante es saber por qué estás ahí y el resto no se cuestiona, aunque tengas muchas razones para hacerlo. 

Estoy muy adaptada a este país pero sé de qué pie cojea. Me manejo sin problemas en una lengua que no era mía pero que se ha convertido en propia y en una segunda manera de expresarme sin trabas. Me sorprende no esperar amabilidad en los extraños y si no me la dan, me comporto como ellos y no me callo. La semana pasada me encontraba en una tienda fotocopiando para mis clases cuando un hombre mayor se me puso todo impaciente a la manera alemana, sin decir nada, pero demostrando su malestar, porque quería fotocopiar donde yo estaba haciéndolo. Le indiqué amablemente que había no muy lejos otras dos máquinas fotocopiadoras. Me dijo todo malhumorado que una estaba defectuosa, a lo que le repliqué de nuevo amablemente que la otra fotocopiadora, aunque ponga que es en color se puede utilzar también para fotocopiar en blanco y negro. Entonces me dijo todo antipático: "Pero quiero fotocopiar aquí", a lo que le respondí toda antipática que era un borde y que al menos podía haberme dado las gracias por querer ayudarle y no que encima me recriminaba, y que entonces lo sentía, que yo tenía para largo. No dijo ni una palabra y al cabo del rato se fue. Yo seguí sin inmutarme y convencida de que aunque viva mil años no entenderé que sin querer hablar apenas te exijan siempre tanto, pero luego, cuando les mandas callar, suelen bajárseles los humos.

Me ha costado mucho aprender a defenderme y sigo entrenando, a base de palos, pero he aprendido a no callarme cuando toca hablar, a protestar cuando se trata de defenderme a mí o a los míos, pero también pienso que extranjeros como yo damos color a este país tan estructurado. Es, supongo, una simbiosis de la que nos beneficiamos ambos, para bien y para mal. 

Iremos a por 27. Qué remedio.


miércoles, 27 de enero de 2016

Sustos y sustillos

Yo ya tengo ganas de que se pase enero. Se me está haciendo eterno debido a multitud de sustos que he tenido este mes. Hay veces en las que todo lo que puede salir mal lo hace y tampoco tienen que ser cosas trascendentales. Y encima, cuando vas acumulando una cosa tras otra, todo hace mella y te corroe otro poquito más. Entre un susto que me ha dado Hacienda (a Cristinita de Borbón la mandaba yo a Alemania), y otros más, se ha unido la sensación de que a veces hay alguien que maneja los hilos para fastidiarte y debe estar pasándoselo bomba al verte mosqueado. Eso sentí yo hace dos semanas cuando me llegó un paquete vacío en el que debía haber estado un calendario de fotos que hago todos los años para regalar. Ese día me debía también haber venido el técnico de la secadora y tampoco vino pese a tener cita, y por eso, cuando tuve el paquete vacío en mis manos me puse casi a gritar. El cartero que me lo trajo me dijo que no podía ser, pero él mismo se lo volvió a llevar al ver que yo tenía razón. No puedo explicarme cómo se puede ser tan inepto y cerrar un paquete vacío y mandarlo tal cual. El cartero y yo estábamos anonadados y eso que él verá unas cuantas de éstas. Y me pregunto dónde andará ese primer calendario, porque entretanto me ha llegado otro.

Siempre podemos consolarnos con lo de que hay cosas peores, y claro que las hay, pero es que la práctica es así de jorobada y la teoría se queda justo en eso y más cuando te llevas algún susto gordo, porque lo del calendario fue una tontería al fin y al cabo, pero no por ello menos sintomático.

Así que enero, ya queda menos, y a ver si te pones en otro plan y el resto del año sales mejor, porque si no me pido otro año.  


sábado, 9 de enero de 2016

El año de las mujeres (otro)

No sé cómo habrán terminado el 2015 y empezado 2016, pero yo rodeada de papeles que si del banco, impuestos, facturas, seguro médico y más por todas partes. La vida es eso, un número fiscal, un número del seguro médico, el contador del agua, de la luz, la calefacción, el seguro del coche, las citas del médico de nuestros hijos, sus exámenes, sus preocupaciones, sus dolores, sus miedos y nuestra lucha por todo lo anterior. 

Este fin de semana he visto una película de esas que me hacen pensar.  "Joy" trata sobre una mujer divorciada con dos hijos que tras batallar contra todos, su familia incluida, consigue hacer fortuna vendiendo una mopa inventada por ella misma en uno de esos programas de venta de productos en televisión que tanto les gustan a los estadounidenses. Nadie cree en ella y por dos veces tira la toalla, pero siempre vuelve y al final lo consigue. Fue un caso real en EE.UU. Lo consigió porque no se desmoralizó, a pesar de que muchos la recordaron siempre que, como mujer, no lograría muchas cosas y que además su papel era ocuparse de su familia. Lo bueno es que las mujeres nos ocupamos de nuestra familia y además hacemos todo lo demás sin grandes aspavientos. Llevo tiempo pensando que si la crianza de los hijos dependiera sólo de los hombres se extinguiría la especie humana porque no les inculcan la capacidad de sacrificio como a nosotras ni ellos la quieren aprender. Que no se me enfade ningún padre amantísimo y entregadísimo a sus hijos, pero las excepciones no me anulan la regla.

Así que 2016 será mi año, como el de millones de otras mujeres más, porque tenemos el coraje de poder con lo que nos echen, en muchos casos sin la ayuda de nadie y porque somos capaces de que los asuntos de los nuestros nos sean más importantes que los nuestros propios y porque solamente tras habernos ocupado de las personas que están a nuestro cargo, es cuando nos dedicamos a nuestras cosas. Y porque aunque esto sea así no quiere decir que seamos bobas y no nos queramos a nosotras mismas.