viernes, 27 de noviembre de 2015

Luchando contra el miedo

Estoy en la sala de embarque preparada para volar a Bruselas. Muchas cosas han pasado desde los atentados en París hace dos semanas. Bruselas ha recobrado la normalidad tras haber estado paralizada cuatro días. Se me ha hecho difícil imaginarme la ciudad blindada, sin metros circulando, con todo cerrado. A ver qué me encuentro.

Estamos cada vez peor. Y lo malo es que en mi opinión no nos conmocionamos igual cuando los muertos no son los nuestros. Me gustaría que facebook o cualquier otra plaza de pueblo se llenase de banderas del Líbano cuando caen bombas del Estado Islámico o de cualquier otro lugar en el que se mata por fanatismo religioso o político.

Lo malo de todo esto es que estamos perdiendo la batalla. Nos han instalado el miedo en nuestros propios países y como me comentaba una alumna el otro día, ella se pilló desconfiando de unos musulmanes que iban en el metro con ella. Esto crea xenofobia y odios. Y lo que nos queda.

Pero yo me niego a dejar de hacer cosas por miedo. Entonces perderíamos del todo. 

Sale el avión... 

lunes, 16 de noviembre de 2015

Sentimientos

Dolor, rabia, estupor, miedo, impotencia, desesperación, tristeza, pena, vulnerabilidad, pánico, tragedia, temor, sufrimiento, enfado, indignación, horror, luto, llanto, repulsa, terror, homenaje, esperanza, solidaridad, paz, recuerdo. Acabo de escribir una lista de sentimientos y deseos tras los atentados del viernes por la noche en París. A lo mejor mis alumnos me ayudan los próximos días a completar la lista cuando hablemos de ello en clase. De momento se me han ocurrido todos esos de golpe, pero me saben a poco para expresar las sensaciones acumuladas desde el viernes por la noche. Es demasiado el dolor y demasiada la rabia y la repulsa por tanta sangre derramada. Cualquier persona que muere a causa del odio y fanatismo causa una mayor fractura en este mundo tan herido que tenemos. A los españoles además nos escuecen demasiado las heridas por el 11-M y todo lo que aquello supuso para nuestro país. Una vez pasada la conmoción, el dolor le queda a las familias, y el resto pasamos a nuestro día a día. Pero los hechos nos demuestran que seguimos siendo igual de vulnerables que entonces, y que el fanatismo campa a sus anchas en todo el mundo, y que en cualquier momento nos pueden asesinar mientras estamos en un cocierto, en un restaurante, o en un estadio de fútbol. Hoy leí ya no sé dónde que curiosamente los terroristas asesinan en momentos de ocio. O yendo al trabajo, añado yo, como fue el caso en España en aquellos trenes. Siento una tristeza infinita, como millones de personas, y sé que la mayoría de los musulmanes no apoya este fanatismo. No podemos dejar que gane el odio ni que el miedo se apodere de nosotros, porque si no, como se dice ahora tan a menudo, ganarían ellos, pero es que eso es cierto. Recordemos que para esos terroristas la vida de incluso los suyos no vale nada y que asesinan a niños y a quien sea sin sentir nada. Menuda valentía, entrar en una sala de conciertos, o en restaurantes y matar a gente indefensa. O poner bombas en trenes que llevan a gente a trabajar. Yo quiero un mundo mejor. No me gusta el nuestro.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Compartir mesa

Me encantan esas situaciones en las que si te plantaran de repente en otro lugar, sin saber dónde estás, adivinarías a la primera en qué país te encuentras. Hoy contaba en clase una anécdota que me pasó la semana pasada en Tenerife. Fuimos a un guachinche a comer, por cierto, gran invento estos locales sencillos de comida auténtica canaria con vinitos de la tierra. Había mucha gente esperando y dentro estaba lleno. Tomaron nota de mi nombre y esperamos una hora a que nos tocara mesa. Cuando se acercaba el momento y éramos los siguientes, vi que se estaba quedando libre una mesa muy grande. Una chica que iba detrás de mí, se empezó a emocionar partiendo de la base que se la darían a ella y a su numeroso grupo. La alemana que hay en mí empezó a inquietarse y estuve a punto de decir algo, a la chica y al camarero, pero decidí esperar al desenlace, bien segura de que si nos colaban al grupo, la montaría y buena.

El camarero nos llamó a nosotros, lo cual era lo justo, y le ofreció al grupo sentarse a nuestro lado, algo que en Alemania sería de lo más normal. Aquí la gente comparte mesas con desconocidos sin ningún problema. Y dijeron que no. Entonces se sentó una pareja al otro lado de la mesa, por lo que éramos solo cuatro, dos en cada punta, con un montón de sitios entremedias, por lo menos seis. Pues todavía les toco esperar una hora más. Nosotros comimos, pagamos y todavía seguían fuera. Reconozco que toda la situación me divirtió mucho.

¿Por qué los alemanes pueden compartir mesa con desconocidosy no les molesta y a los españoles sí, y prefieren esperar una hora más? Hoy he lanzado la pregunta en clase, y como nadie me daba respuesta les he explicado mi teoría. Les he dicho que ellos pueden sentarse al lado de desconocidos porque para ellos el resto de las personas puede ser como el aire, muebles o una pared. Por suerte se han reído y han asentido. Por otra parte, les he dicho, a los españoles nos incomoda estar tan cerca de gente sin hablar con ella y cercanía física significa tener que hablar de algo o escuchar o que os escuchen, y si vamos con nuestra gente, simplemente no queremos.

Todo esto vino porque en el libro había una audición en la que el dueño de un bar en el centro de Madrid decía que los extranjeros son graciosos porque piden compartir mesa. Todos somos graciosos si nos ponemos...