miércoles, 9 de septiembre de 2015

Invisible

No es fácil ser visible tras haber sido invisible mucho tiempo. Es como me siento yo ahora. Tengo la sensación de que durante muchos años he sido invisible. He tenido mi lugar en el mundo, pero ahora resulta que no era el real. He estado sin estar. He sido sin ser. Grandes paradojas.

Es el sino de las mujeres y eso que no vivimos en países en las que ellas no valen nada. Pero incluso en mundos modernos, somos en muchas cosas añadidos. Pero hete aquí que un día emprendes tu vida tú sola. Te llevarás muchos chascos al ver que en muchas cosas no contabas. Has conducido durante veintitantos años, pero como hasta hace dos no tenías ningún coche a tu nombre, para el seguro eres una conductora novel, y como tal te hacen pagar. Nada del pasado cuenta, ni la experiencia ni los puntos por no haber tenido accidentes.

En mi próxima vida pienso ser listísima, lo tengo clarísimo. Me adelantaré a todo movimiento que me haga supeditarme y las veré venir. Es una lástima que no sepamos todo esto en nuestra primera vida, y haya que esperar al futuro para dejar de ser invisible. El problema de la invisibilidad es que nos lo han vendido tan bien, que no lo vemos, pues viene encubierto en todos los ámbitos. Parecemos algo, pero no lo somos, logramos cosas, pero retrocedemos a la vez sin darnos cuenta. Somos videntes ciegas. Y los palos nos los dan cuando se nos pasa la ceguera en la que nos meten con nuestro consentimiento que viene dado simplemente porque siempre se han hecho las cosas así y es lo normal.

Pero es que lo normal es sólo beneficioso para los visibles. Los invisibles pagarán doble, en todos los sentidos.

La vuelta a lo de siempre

Llevamos ya dos semanas de vuelta al cole, yo incluida, y se apodera de mí esa sensación tan típica de comienzo de septiembre de que el curso será infinito. Si pienso en el curso escolar completito a la vista, además de en el largo invierno, me entran agobios, y más si encima han bajado las temperaturas considerablemente. Luego empiezan a pasar los días, las semanas, los meses y al final se queda todo en otro curso más y la sensación de que fue una mera anécdota.

Septiembre es el mes del regreso a muchas cosas: a la rutina, al cole, al trabajo, a la vida organizada en horarios. Sin embargo no debemos bajar la guardia nunca, pues luego llega de nuevo septiembre y nos vemos indefensos. Yo aprovecho como profesora estas épocas de transito para reubicarme y buscar novedades, reciclarme y lo que haga falta para empezar al cien por cien. Estas semanas estoy pasando por diversas "inspecciones" y puestas a punto, he terminado hasta con gafas, algo nada sorprendente a partir de ciertas edades. 

Ojalá todos los problemas de ceguera se solucionasen con unas gafas. Cuánta gente hay que ve sin ver, o que no quiere ver. Como una de mis tareas principales es gritar y regañar, con gafas o sin ellas, porque para ver lo que está muy claro no hacen falta, me choca que otros ignoren que dejar que los niños o adolescentes hagan lo que quieran es privarles de algo muy valioso para la vida, como es el respeto. Un crío, por mucha sensatez que pueda tener, no deja de ser una persona en obras, y si no se construyen bien, tendrán problemas siempre. Mañana me toca una reunión de padres, la semana que viene otra, y saldré como siempre, alterada por lo mucho que se discute hoy día la autoridad de los profesores y lo engañados que muchos padres están.

Es duro septiembre. Pero quién ha dicho que el resto sea fácil también.