martes, 11 de enero de 2011

Alcorconeses por el mundo

En todas las variantes de ese formato televisivo que hay, españoles, madrileños, andaluces o aragoneses por el mundo, debería haber una nueva "Alcorconeses por el mundo". Desde que todos sabemos que futbolísticamente hablando Alcorcón existe, yo añado dos anécdotas que he tenido con alcorconeses fuera de las fronteras de Madrid (y Alcorcón).

En una noche fría de noviembre salí a un concierto en un barco en el puerto. Fue algo cutre, de una banda de rock de Río de Janeiro que a mí no me dijo nada, y en cuanto el barco atracó, sin poder soportar más la humareda (bendita prohibición del tabaco en sitios cerrados), mi amigo y yo salimos hacia la parte alta de St. Pauli, a tierra firme, a un bar que nos gusta mucho. Era jueves por la noche, y no había casi nadie, y entre la poca gente que había, empezamos a apreciar que la mayoría hablaba español, algo sorprendente en un bar perdido de la Reeperbahn. Me dirigí a uno de ellos, y le pregunté que qué se cocía para que oyéramos solo castellano, y me dijo que en breve iba a haber un concierto. Yo me esperaba que fuesen a sacar las guitarras de rock y a meter estruendo. Pero patidifusa me quedé cuando él sacó una viola gamba, y otros dos mexicanos otros instrumentos barrocos del siglo XVII y tocaron acompañados de una soprano japonesa que cantaba en español canciones de esa época. Y eso en St. Pauli, Sodoma y Gomorra de Hamburgo. Tras el concierto, maravillados como estábamos de esa guitarra de muchísimas cuerdas que tocaba uno de los mexicanos, otra pequeñita que tocaba el otro, les preguntamos. El de la viola gamba, el alcorconés, me explicó que estaba realizando sus segundos estudios de música en Bremen, donde se vino a los dos días de recibir el título del conservatorio en Madrid, y que se vino porque necesitaba respirar seriedad musical antes de meterse en España a lo que probablemente acabaría haciendo, la enseñanza, ante la imposibilidad de vivir de tocar. Y me habló de la música del barroco española, de nombres de músicos que yo no había oído jamás, y me habló del respeto que hay aquí hacia todo lo relacionado con la música clásica, que en España la gente le pregunta: "Ah, ¿pero eso se puede estudiar?" Y yo le expliqué que yo me siento analfabeta musical en un país tan melódico, donde los niños reciben en los colegios bastante cultura musical y hay programas llamados "a cada niño un instrumento", donde en una hora semanal, les dejan experimentar y perderle el miedo a la música. Cuando le conté del instituto al que va mi hija (estatal), donde con todos los alumnos de la clase han montado una orquesta sinfónica, me dijo una frase que oigo muy a menudo: "igualito que en España". Y ahí estaba, ese chico joven de Alcorcón, con su música y su grupo, asustado, eso sí, por el clima, el frío y la oscuridad, diciéndome que cuando respirase suficiente música se volvería con su título alemán a España.

Pero más curioso me pareció volver a saber hace poco de manera indirecta de otra alcorconesa que conocí en un vuelo de Hamburgo a Madrid hace dos años y medio. Al llegar mis padres a Hamburgo me dijeron que una mujer que me conocía (!) les había hablado en Barajas, en la sala de embarque esperando el vuelo a Hamburgo: que si tenían una hija en Hamburgo, que tiene dos niñas y que fue una vez un fin de semana a Madrid a un concierto de Miguel Bosé. Mi madre en ese momento no cayó en la cuenta, no en la hija, pero como el concierto le quedaba muy lejos dijo que no, pero luego pensando le dijo "Sí, ésa (loca) es". Y la señora, de Alcorcón, les contó que iba a pasar las Navidades con su hija. Cuando me lo contaron, recordé el vuelo tan agradable que tuve con esa señora, tan abierta, divertida y atractiva, que me contó que volvía del bautizo de un nieto que su hija había tenido en segundas nupcias con otro alemán, que siempre se casa con alemanes, pero que sus nietos no saben español ("muy mal", le dije), y que otro hijo suyo vive en Hamburgo (la hija algo más arriba, en Schleswig-Holstein, en una pequeña población), casado con una checa, así que son dos alcorconeses más. Y hablamos de las diferentes costumbres, de lo que a ella le chocaba en Alemania, y le hizo una gracia inmensa mi locura de irme sola al concierto. Le expliqué que yo soy así...

Y todo este tiempo después, me ha sorprendido mucho que ella, solo con ver a mis padres, se acordase de mí. Nunca me ha parecido que me parezca tanto a mi madre, pero estas cosas son tan subjetivas... Son esas casualidades que ocurren, y de las que a mí me han pasado muchas entre idas y venidas. Me dio pena que mi madre no le pidiese el número de teléfono o una dirección de correo electrónico, pues la hubiese contactado. Pero estos alcorconeses van y vienen, como yo, y no dudo de que se vuelvan a cruzar nuestros caminos, en algún vuelo de Lufthansa, Hamburgo-Madrid o viceversa..

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