viernes, 30 de mayo de 2014

Luz para todos

He perdido completamente el hilo desde mi último post. Acabo de abrir la página web donde lo escribo sin ni siquiera recordar de qué escribí la última vez, y eso quiere decir que perdí el hilo hace días. Se pasan los días batallando en todos los frentes, y se nos pasa la vida preocupados por cosas que en unos años no habrán tenido ninguna repercusión en nuestras vidas. Pero eso que nos lo cuenten ahora.

Deberíamos levantarnos y atrapar esos momentos mágicos que nos ofrece cada día, que siempre los hay y a menudo son los más simples. Estoy disfrutando de un puente sin tener apenas planes, y eso es una gran noticia. Corremos de un lado para otro entre semana para hacer lo mismo los fines de semana también, por la necesidad que tenemos hoy día de tener que estar haciendo siempre algo. Nos rodeamos de gente y actividades para no estar a solas con nosotros mismos, cuando ese ser que llevamos dentro, es nuestra mayor compañía, para bien y para mal. 

Hoy día trabajamos más que nunca por menos, es decir, en proporción a lo que antes se ganaba por lo mismo. No basta con sacar adelante tu trabajo sino que hay que dejarse la piel en él, regalar horas, hacer más con menos medios. Y aún así parece que nunca es suficiente. Es muy difícil encontrar el equilibrio, pues todos están igual, y la competencia es feroz: si no lo haces tú lo hará otro. Y ahí estamos, semana tras semana. A mí, sin darme cuenta, se me está echando el verano encima, que traerá sus sorpresas también. Y sin embargo trato de atrapar estos días de luz eterna que tenemos aquí en esta época del año, en los que amanece a las cuatro de la mañana y anochece a casi las 11 de la noche. Porque en nada será invierno otra vez.

martes, 20 de mayo de 2014

Mis ocho ruedas

En Alemania los coches tienen 8 ruedas, y eso todos, toditos. no se escapa ninguno. Si pusiésemos las que están siempre quitadas de cada coche, encima unas de de las otras verticalmente, llegaríamos seguro que a la luna y vuelta, pues algunas personas tienen incluso dos vehículos y más. 

En Alemania existe la obligación de poner ruedas de invierno a los coches. Vamos a ver, es una de esas obligaciones a la alemana. No es que te vengan a controlar a casa pero el miedo a que te pillen sin ellas o a tener un accidente es tremendo, pues si ocurre, aunque no tengas la culpa, al no llevar  las ruedas correspondientes, te caerá a ti la culpa de todas formas, por lo que no nos arriesgamos.

Mi coche lleva las ruedas de verano desde el sábado. Debo haber sido de las últimas que las cambia, pues ya me habían avisado del taller de ruedas diciendo que las de verano estaban esperando ansiosas. A muchos les entran las prisas y a mediados de marzo empiezan a cambiarlas pero yo no me fío. El año pasado en abril todavía teníamos heladas y patinaje artístico en las calles. Este año no ha sido así pero ha hecho frío hasta la semana pasada.

Así que hoy, que ha sido el primer día de verano absoluto y total, mi coche va vestido adecuadamente. Y las de invierno están almacenadas hasta octubre o noviembre para cuando llegue el frío otra vez. Los talleres de almacenamiento de ruedas deben parecer quesos suizos de agujeros. Y el negocio que es esto de que los coches calcen el doble.

Ahora deseo que nos sude mucho el calzado de verano, que falta nos hace, que las de invierno llevan mucho más machaque, porque el verano es breve y efímero, como nuestra sensación de él.

miércoles, 14 de mayo de 2014

El peligro de aplaudir

Acabo de ver la película "Réquiem por un campesino español", basada en la novela del mismo nombre de Ramón J. Sénder. La añado a la colección de películas sobre la España profunda que estoy viendo en los últimos meses recuperando de las estanterías de la biblioteca todas aquellas que no vi en su momento.

Lo que veo en esta y en otras es que está todo ahí, en películas y en la literatura: el retraso en todos los niveles que lleva España por haber estado sumida durante décadas en el odio de las dos Españas, fomentado por el poder de una iglesia que estaba al lado de los opresores, y la tiranía de los mismos en todos los niveles, económico, político y social. La iglesia predicaba resignación a todos los males argumentando que lo importante era la riqueza espiritual. 

Volviendo a la película, el cura que delata a Paco a las autoridades tiene remordimientos y recuerda antes del réquiem por el muerto los momentos de la vida del delatado y desdichado campesino. La película es desgarradora, y con esta y otras no puedo dejar en pensar en lo que debió ser vivir así durante esas décadas. 

Esta mañana, al abrir el periódico en internet, me he encontrado la noticia de la muerte de la concejala leonesa y me ha producido estupor. Luego a lo largo del día se han sumado voces críticas en las redes sociales informando de qué pieza era. Aunque lo fuese, me parece vil en estos momentos hacer gala de esos comentarios. El crimen no deja de ser horrible y a mí me da muy mala espina que la crispación y el odio hayan llegado a tales extremos, de matar y aplaudir asesinatos. Podemos coger todos escopetas y liarnos a tiros. No sería la primera vez, ¿no?

Que haya ocurrido un crimen así me parece muy preocupante, pero que se empiece a analizar si se lo merecía o no me lo parece aún más. La justicia moral destroza tanto como la (in)justicia de siempre. Siempre habrá alguien que justifique cada hecho, pero no hay que dejarse manipular por doctrinas que quieren dárnoslo todo masticadito, como si no pudiéramos pensar, tanto unos como los otros. Esos todos, igual de qué signo, me siguen dando mucho miedo, en películas y en la vida real.

jueves, 8 de mayo de 2014

De ser un gato, quiero vivir ahí

Durante mi reciente visita a Roma hubo un lugar que me llamó especialmente la atención. Por estar además cerca del piso en el que nos alojábamos, pasábamos todos los días por allí para alegría de mis hijas. Se trata de un hogar de acogida para gatos callejeros, el Santuario de Gatos Torre Argentina. Pero no es un un lugar cualquiera sino unas ruinas romanas, como no podía ser menos. Se puede visitar todos los días de doce a seis.

Fue fundado en 1993 por dos mujeres que vieron como necesidad ayudar a los gatos, que no recibían ninguna atención veterinaria y se reproducían de manera permanente. Aquí no solo los estirilizan, sino que les dan de comer, los vacunan, y los dan en adopción a quien lo solicite. Los voluntarios no reciben ningún apoyo financiero, y se financian a través de donaciones y de las ventas en la tienda.

En agosto de 2012 las autoridades trataron de cerrar el lugar, apoyados por arqueólogos. Pero lo pararon por un cambio dado por las elecciones. Pero no se sabe lo que pasará en el futuro. Una de las fundadoras murió el año pasado y todavía quedaba una corona de flores seca que nadie se ha atrevido a quitar.

Me pregunto, dada la afluencia de turistas en otras ruinas romanas de la ciudad a las que sacan mucho jugo, como el Foro Romano o el Coliseo, si no es mejor que sigan dejando este lugar para los gatos, que viven ahí en paz para deleite y asombro de cualquiera que pasa por ahí. Lo siento esta vez por los arqueólogos, rama científica que admiro mucho, pero el lugar tiene así como está una magia especial, y para qué tocarlo, pues además es un ejemplo de altruismo y dedicación a una buena causa y de que no todo se ha de comercializar y explotar.

 
 
 
  
 

domingo, 4 de mayo de 2014

¿Cómo???

Acabo de mandar un correo para quejarme por una cosa que me ocurrió el viernes. No sé si servirá de algo pero al menos me he quedado a gusto. El viernes entro en un café con mi hija al mediodía. Estábamos haciendo tiempo y queríamos tomar un cafelito rápidamente e ir al excusado. Nos sentamos, pero como nadie venía a tomarnos nota, me dirigí a uno de los camareros. Le dije que me trajera un café y un zumo, y me dice que no servían ya más. Le dije que "¿cómo?" y me lo vuelve a repetir, explicándome que habían tenido mucho trabajo con los desayunos y que tenían que recoger primero. Le dije que era un café solo, y me dijo que no, así que nos fuimos, eso sí, pasando antes por el baño. 

Como las estupideces no ocurren solas, el día antes en el avión de regreso a Hamburgo, como íbamos en una línea en la que no dan ni agua, saqué unos panchitos que llevábamos. Me acababa de meter un puñadito en la boca cuando vino una señora escopetada, de aspecto italiano, y me dijo en inglés que por favor dejásemos de comerlos porque su hijo tenía alergía. La miré estupefacta y sin inmutarme le dije que si también le daba alergía a través del aire y me dijo que sí. Como no quería liarla a miles de metros de altura, guardamos el arma letal pero ella salió corriendo y le pidió a una azafata que dieran un aviso, que siguió a continuación por la megafonía del avión: "estimados pasajeros, debido a que un pasajero tiene alergia a los panchitos, les rogamos se abstengan de comerlos en este vuelo". Y estaba sentada cuatro filas atrás en el lado opuesto, por eso lo vio. Supongo que si no me hubiese visto, el hijo hubiese muerto en silencio, ¿no? Volar para ver. Lo loca que está la gente, y la bola que les damos todos. Me preocupa el mundo, verdaderamente.