lunes, 19 de septiembre de 2016

Qué será lo que todavía no sé

Al final estoy pasando la adolescencia sin leerme la revista aclarativa de lo que supone el trance del mismo nombre para los chavales y las familias. La tengo en una cesta donde acumulo revistas compradas hace años y justo estos días me estoy acordando de ella. Cuando la compré me pareció un hecho temerario, pues mis hijas eran muy pequeñas y el trance me quedaba muy lejano. Pero, como sabía que me iba a tocar tarde o temprano, me la compré pensando en leerla a tiempo para estar preparada. La cosa es que cuando se me vino encima la cuestión, ni me acordé de la revista monográfica, y si me acuerdo ahora no es porque piense que la necesite, sino porque pienso que debería leerla por si me dicen algo nuevo antes de que se me haya pasado la edad, no la mía, sino la de las afectadas por el mal que la revista titula como "Die Pubertät". A mi la palabra "pubertad" se me hace rara en español, pero el Diccionario de la Real Academia la define como la "Primera fase de la adolescencia, en la cual se producen las modificaciones propias del paso de la infancia a la edad adulta". Y la adolescencia la definen como "Período de la vida humana que sigue a la niñez y precede a la juventud". Y como tampoco lo dejan muy claro por eso creo que utilizamos en castellano más la palabra "adolescencia", pues en realidad nadie sabe cuándo empieza hasta que te ves metido en el meollo como padre o madre, y ya total qué más da si estás en esa primera fase o más avanzado, porque la sensación será desde el princioio que estás de lleno en ella.

Así que a mí se me han pasado unos años de adolescencia sin darme cuenta de cuántos son ya, pero ahí sigo. Y sin haber leído la revista a todo color y de no sé cuántas páginas. Probablemente hablen de que la paciencia y el diálogo son las claves. Ser un guía firme, pero a la vez hacerse un poco "el longuis" de vez en cuando para hacerles creer que saben lo que hacen, pero no bajar la guardia nunca y vigilarlos a conciencia. Es una ardua labor que requiere nervios de acero, porque de repente pasas a estar relegado como padre o madre a un segundo plano. Los guays son los amigos, y las experiencias más molonas son las que se hacen con ellos y no lo que has hecho hasta ahora en el seno del hogar. Por otra parte, como todos los especímenes están pasando por la misma enfermedad a la vez, a veces no se aguantan ni entre ellos, y las decepciones que se llevan de unos para con los otros hacen que al final el mejor hombro para llorar sigue siendo el de tu madre, Por muy poco molona que sea por las muchas veces que te dice que no a tus magníficas ocurrencias, al final es la única que está ahí en todo momento, porque nunca ha ido de coleguilla, sino de madre.

Y así se pasan los días, y los meses, y los años, y sólo cabe esperar que el resultado se deje ver ante ellos mismos y hacia el resto de la sociedad. No es una batalla fácil. Pero todos venceremos, eso seguro. Ya nos pasó a nosotros cuando la pasamos: la vencimos nosotros y nuestros padres. Pero a lo mejor todavía leo la revista...

viernes, 9 de septiembre de 2016

La comida (no) rápida

Bélgica es ese país en el que la comida rápida pierde su nombre. Es cómida, pero de rápida nada. Todo lleva su tiempo en ese país. En agosto he tenido la ocasión de de pasar un par de semanas allí y he pensado a menudo en la frase que abre este post. Al menos en eso Bélgica no ha perdido su esencia, porque en otros aspectos sí. Parece que habrá que acostumbrarse a ver soldados con metralletas por las calles. No me sorprende verlos a la puerta de los edificios de la Unión Europea, pero sí entrar en un vagón de metro y toparme con dos, metralleta en mano, y ponerte a su lado como si nada. Será lo normal. O el futuro. O el presente ya futuro.

Pero volviendo a la comida rápida, en Bélgica he llegado a esperar media hora por unas patatas fritas. Yo y otros muchos más, y con hambre y a las tantas de la noche. Tienen una cierta parsimonia al hacer las cosas que si vienes de territorios más "nerviosos" como Alemania o España, acabarás por perder la paciencia y ya de paso pedirte algo lento de verdad y con servilleta y mantel. 

Y así es de entender que a veces, bajo comida rápida sirvan pescado recién hecho von copas de cristal de vino, o crepes hechos uno a uno sin importar la cola y que haya dos fogones y no uno. Para qué hacer dos a la vez pudiendo hacer uno tranquilamente sin estresarse. Y sin embargo nadie pierde la paciencia, todos aguardan tranquilamente. 

Hoy vuelvo de nuevo, y volveré a ver soldados y coches blindados. Pediré comida "rápida" y en unos instantes sabré que estoy en Bélgica otra vez. Y sin embargo me sigue pareciendo un país encantador.