sábado, 1 de octubre de 2016

La "fiesta" por excelencia

Ha pasado una semana desde mi visita por primera vez en mi vida a la Fiesta de la Cerveza en Múnich, llamada en alemán Oktoberfest, y sigo llena de impresiones e imágenes. Menuda fiesta. La palabra se queda corta. Más bien cabría decir el jolgorio más grande de Alemania y parte del mundo mundial, aderezado por una logística que deja anonadado hasta a cualquiera que viva más de 26 años en Alemania, como yo. 

En la primera mitad de la edición de este año, ya habian pasado 2,9 millones de visitantes. Y quedaban 8 días más de fiestón. Y todos dicen que este año había menos gente. ¿Menos? No sé cómo será con más, porque la verdad es que éramos suficientes.

Pero voy por partes. Este año, por primera vez, el recinto estaba vallado, por motivos de seguridad. No se podían meter mochilas ni bolsos grandes, y había consignas para ello. A las mujeres nos controlaban los bolsos pequeños. Aún así, leí también el otro día, tras los primeros 9 días, habían desaparecido 50.000 jarras de esas gigantes en las que sirven los Maß, las cervezas de un litro que se sirven. A uno vimos nosotros que lo pararon mientras trataba de llevarse una.

La dimensión del fiestón me ha dejado boquiabierta: carpas en las que caben más de 8000 personas, las miles de jarras de cervezas servidas a la vez cada minuto, los miles de pollos asados que pasan en bandejas mientras tú consumes tu cerveza o tu pollo, las miles de personas que trabajan allí, los bueyes enteros que asan dándoles vueltas como si fuesen pollos asados, las ristras de pescados, que también hay, para los que quieran llevar la contraria.

Luego está la moda. Ir vestido de calle hace que te sientas especimen raro, asi que hay que vestirse con el dirndl de marras, es decir, el vestido tipico y lucir canalillo, como hacen todas. Los chicos llevan las camisas de cuadritos o en rojo, verde o azul. Amarillas también vi. Y el famoso Lederhose, el pantalón de ante marrón que en realidad sienta muy bien a pesar de ser algo tan folclórico. Pero es que claro, una cosa son los cánones de la moda del Oktoberfest, y otros los atentados que se cometen contra ella. No sé, pero me resulta raro ver a orientales en dirndl y Lederhose. Es como si yo me pongo un kimono japonés. Como que no es lo mismo. Pero vale. Luego estaban las que amortizaban "más aún" el escote, es decir, en plan "el dirndl que llevo da igual porque todos me van a mirar las tetas". Y luego estaban los que llevasen lo que llevasen, estaban ya con las mangas de las camisas arrancadas, y el aspecto era ya tan desaliñado que, más que la ropa, se apreciaba el alcohol como hábito.

Y si, entre los miles y miles de turistas llegados del mundo entero a la que, en mi opinión, podría ser el fiestón mejor organizado del mundo y con una logistica apabullante, había infinidad de bávaros y en especial, muniqueses. Sí señoras y señores bávaros, me quito el sobrero ante su fiesta y su forma de celebrarla. Había familias enteras, gente de la ciudad de todas clases sociales, porque es SU fiesta. Por supuesto que hay diferencias también: los famosos celebran en su carpa, pero mi impresión fue que es la fiesta de todos y todas, y que cada uno celebra como puede o quiere.

A mí me ha encantado la experiencia y creo que he salido más enriquecida en mi bagaje germano. Volveré. Es muy divertido.

Y aquí unas imágenes: