jueves, 22 de octubre de 2015

Que lo único siga siendo único

Más cifras sobre Venecia: 50.000 habitantes frente a más de diez millones de visitantes al año. Ahí queda eso. Y los pronósticos para las próximas décadas son terroríficos: la isla quedará vacía de venecianos y se convertirá en un museo o peor aún en un parque temático. De hecho en algunas partes ya lo parece. Toda la ciudad parece estar al servicio del turista. Por eso las pocas veces que hemos visto a niños volviendo del cole nos dio alegría. O cerca del apartamento en el que nos alojamos hay una escuela infantil de karate. El resto de los habitantes son turistas de todo el mundo tirando de las maletas de un lado a otro; hay vaporetos inundados de turistas, y cuando oyes hablar italiano te sorprendes. Precisamente hoy detrás de mí iba diciéndole una señora mayor a una chica joven: "Venecia era bella hace 30 años". 

¡Cómo sería entonces!, me pregunto, si sigue siendo bella. Pero puedo entender lo que dice la señora.  Supongo que los propios venecianos se sienten vendidos a artículos Made in China, a restaurantes de mala calidad y caros, a timos de precios y a la masificación tan absurda de hoy en día con la llegada de los cruceros, que expulsan a unos cuantos miles al día a los que solo les interesa ver las imágenes que ya traían en mente y nada más, montarse en una góndola, comprarse algún recuerdo hortera y barato, tirarse unos cuántos selfies (qué plaga) y continuar a la próxima parada donde hacer lo mismo, es decir, consumir. Y sin embargo Venecia sigue siendo increíble en muchos de sus rincones. Yo estoy aquí por primera vez y trato de imaginármela cuando era auténtica: cuando los gondolieri sonreían al llevar a los turistas y no clavaban 80€ por trayecto, cuando por un zumo y un café no te cobraban 14€, o por una coca cola 5,50€. Todavía encuentras ese café en el que te sirven un espresso por 1,50€ y con una sonrisa y conversación, o ese helado tan formidable entre otros locales que dejan mucho que desear y en el que el helado brilla y tiene colores chillones. Y todavía puedes encontrar una pizza perfecta o pasta estupenda si no te metes en uno de esos locales en los que anuncian sus platos con fotos. 

Todo es querer y si la gente no apoyara esos locales y comercios tan abusivos y de malísima calidad, la calidad del turismo mejoraría y se apreciaría más la labor de todos aquellos que luchan para que su ciudad no se convierta en un parque temático. Por suerte esta gente existe, pero cada vez están más amenazados por el turismo de masas que come ciudades sin masticar y se las traga enteras. 

Mañana me iré de Venecia contenta de haber venido; sorprendida por su apabullante belleza; embiagrada de palazzos, puentes y agua; maravillada de que en tres días no haya echado de menos ver ni un solo coche; y boquiabierta por su patrimonio artístico, su historia, y su grandeza. Cuidemos la maravillas que nos quedan en el mundo. Disfrutémoslas con respeto y humildad. 

martes, 20 de octubre de 2015

¿Menos puentes?

¿Verdaderamente como dicen los hamburgueses hay en Hamburgo más puentes que en Venecia? Yo ahora mismo lo dudo, pero me dan ganas de contarlos. Como para eso existe google, aquí van cifras:

Hamburgo 2.472 - Venecia 450.

Vale, Hamburgo gana, y además a toda Europa también. Pero no sé si es que no me quiero creer que en Venecia haya menos porque en ella están más cerca los unos de los otros o si es porque en Hamburgo, aunque tenga uno a la puerta de mi casa, no los veo. Tampoco se trata de ganar porque en pocos lugares lucen los puentes tan majestuosos como en Venecia, ciudad en la que tienen su razón de ser. Hasta diría que en Venecia, ciertamente, se han quedado cortos pues el Canal Grande debería tener más puentes para ir de un lado para otro y para eso tienen los vaporetos saturados de gente yendo de una orilla a otra.

De momento les dejo unos cuantos puentes. Más impresiones de Venecia habrá mañana.


lunes, 12 de octubre de 2015

Una de Alemania

Todos tenemos asuntos que nos ocupan la mente y nos aislan unos días de otros asuntos que en otros momentos captan toda nuestra atención y así sucesivamente. Yo he tenido durante semanas un (casi)monotema y ahora, viéndolo en el pasado, me parece que no tenía más importancia que otros aunque me haya puesto algo alterada. No es que comprarse un coche sea un trauma, pero aseguro que en Alemania es más fácil parir un hijo y registrarlo que comprarse un coche e ídem. En un país en el que a 1 de enero de este año había 62,4 millones de vehículos registrados, éstos son las vacas sagradas de las calles. Todo está organizadísimo y controladísimo. Para registrar un coche tienes que llevar infinidad de papeles y ante todo demostrar que tu coche no es "huérfano" de nada, y lo más irreal es que en caso de que des de alta el tuyo o cambies las matrículas tienes que ir con las placas bajo del brazo para que, allí mismo, en la oficina de tráfico una maquinita que hay destinada para ello, les quite su valor al borrarles los datos haciéndolas inservibles.

De la misma manera Alemania fue capaz hace ya 25 años y una semana de pasar de ser un país a unirse con otro y hacerlo uno en cuanto a leyes y asuntos de toda índole, parque de vehículos incluido. Es un país curioso este, lleno de leyes y normas extrañas en muchos casos, pero tampoco diría que en otros sitios se hagan las cosas mucho mejor. Aquí te sientes pequeñísimo frente a la vida tan organizada y la gente crece con el chip de la organización en el ADN. También se hacen chapuzas, y gordísimas cuando se ponen, como muestra el escándalo actual con los motores diésel de los Volkswagen. Pero aquí en general el que la hace la paga y el consumidor tiene más posibilidades de que le tomen en serio que en otros países. Y el que cae en desgracia difícilmente puede sacudirse la mala imagen. Ahora andan detrás de la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, que no solamente podría haber plagiado partes de su doctorado, sino que además parece haber mentido al poner en su currículo que hizo cursos en Standford, ya que, como ha confirmado la propia universidad, jamás ha estado registrada en curso alguno. Y la postulaban como posible sucesora de Merkel. Pero todavía me sorprende que éste sea el tipo de "corrupción" que tenemos aquí, y no digo que no la haya a otros niveles en cuanto a dinero, pero es que esos, si los pillan la cagan de verdad. Honeß, el expresidente del Bayern, está ahora mismo en la cárcel por evasión fiscal de millones. Urdargarín sigue suelto, y Rato todavía anda "demostrando". 


viernes, 2 de octubre de 2015

Seguimos

Que vida esta la que llevamos en la que apenas nos queda tiempo para vivir. Yo me sorprendo de que las semanas nos consuman así, y el paso del tiempo engorde a nuestra costa. Y como me dijeron hace poco citando a Les Luthiers, nos pongamos como nos pongamos, de esta no vamos a salir con vida.

A 2 de octubre queda el verano ya atrás y en Hamburgo tenemos unos días tan soleados que parece que el clima quisiera compensar un poco lo mucho que nos ha fastidiado en verano.

No obstante, como aquí nadie se fía, los alemanes han vuelto a las clases de español y yo hago lo que puedo para mandarlos preparaditos y se puedan pedir la sangría y la paella como dios manda. Fácil no es, lo aseguro, y más cuando algunos alumnos parecen venir a clase a liarla. Como tras los años que llevo en esto con verlos ya los tengo calados, trato de ponerlos firmes yo antes de que ellos lo intenten conmigo. Me ha costado, lo reconozco. Pero que sobreviva el más fuerte. Es curioso como algunos se creen que una clase en grupo está para sus deseos personales, sin importarles el resto. Otros, por el contrario, son comedidos, y se adaptan a lo que les echen y no imponen nada y disfrutan. Y esa es la actitud correcta. Aprender una lengua requiere humor y reírse de los propios errores. Hace poco en clase alguien, cuando pregunté por la palabra "huevos" alguien dijo que se llaman "cataplines". Lo que me reí... Es lo malo de usar el diccionario... Hay que saber elegir la acepción correcta. Y en eso estamos y seguiremos.