miércoles, 5 de enero de 2011

La providencia

Como con los años he perdido mi fe, ahora creo en el destino y la providencia. En el destino he creído siempre, en esa fuerza que nos lleva a tomar ciertas decisiones o que hace que las cosas ocurran porque tienen que ocurrir, nos empecinemos o no. Pero ahora añado la providencia a mi fe natural, ese poder que nos salva del apocalipsis incluso. Admito que me encanta exagerar, pero algo así me ha pasado a mí estas Navidades.

Mis padres anunciaron de manera bastante espontánea que ya que nosotros no íbamos para allá en Navidades, que ellos vendrían para acá. Y como el tiempo vuela, las cuatro semanas desde el anuncio a la llegada pasaron rápido y aterrizaron el 19 de diciembre. Yo parece que estuve esperando su llegada para caer mala, tan enferma como jamás he estado (bueno, hubo otra, también con mis padres aquí). Di mi última clase del año al día siguiente, incluso me fui de cena y copas nocturnas ese lunes por la noche, y al día siguiente empecé a sentirme mal. Y caí como nunca, con fiebre y una neumonía que me ha hecho pasar las Navidades más reposadas que he tenido jamás. Las dos semanas y algo que han estado aquí mis padres he estado muy enferma, y ayer, ya bastante restablecida, al llevarles al aeropuerto, nos reímos de la suerte que he tenido.

Padres no hay más que unos, la verdad, y siempre he dicho que una madre no puede permitirse "el lujo" de ponerse enferma, pero yo he podido permitírmelo, porque estaban aquí. La vida ha seguido durante mi convalecencia: comidas, lavadoras, y muchos trabajos extras, como coserme todos los descosidos de la casa y dejarme la cocina como los chorros del oro. Cada vez que salía de la habitación a por una medicina iba viendo los progresos de las hormiguitas laboriosas. Mi padre ha quitado montones de nieve y hielo, para acabar diciendo como yo que "esto no hay quien lo aguante", tras haber despejado el camino y ver que volvía a nevar otra vez. Pero es tan perfeccionista que yo desde la cama oía el ris-rás de la pala, de cómo rompía el hielo con una paciencia infinita. Ayer mi hija mayor decía: "habrá que llamar al abuelo a que venga a quitar hielo otra vez", al ver la acera de casa tan resbaladiza otra vez. Es que yo espero a que me metan en la cárcel definitivamente el día que se caiga alguien a la puerta de mi casa, pero hace mucho que declaré que yo no voy a quitar nieve jamás. Y ahora mi padre no está.

Ahora, tras la vuelta a la rutina, a la pregunta de la gente de cómo han sido mis Navidades, me río, y cuento que por fin una vez he elegido un buen momento para ponerme mala. La pena es que de los montones de planes que tenía para que mis padres no estuviesen encerrados en casa, no hemos podido realizar ninguno. Se quedaron sin ver los mercadillos de Navidad, pues con las prisas de siempre, el 23 fue el último día (aquí es más Navidad a finales de noviembre que el 24 mismo).

Pero aquí han estado, como jabatos, encerrados en casa al cuidado de dos crías que en ocasiones parecían leoncillas enjauladas, y desafiando a la climatología para ir andando al supermercado o a por la "Baguette" que la panadera el otro día no quiso entender, para cabreo de mi padre que la había pedido mil veces. Y según he ido mejorando, como esta vez las "charlitas" han estado dosificadas, pues a una hija enferma hay que tratarla bien, empezaron a aflorar el día antes y a las horas antes de la salida: "Qué es eso de cambiarse de ropa todos los días, menudo roperío organizáis. Cuando érais pequeños vosotros no os cambiabais todos los días y limpios ibais". "A ver si nos podemos ir tranquilos y asientas la cabeza" (¡tengo 41 años!!) y más y más y más. Pero esa misma madre me estaba planchando ayer a las ocho de la mañana lo que quedaba todavía, y en el coche me seguía dando instrucciones: "En la nevera están los garbanzos y la sopa que sobraron el domingo, para que lo comáis hoy. Piensa en el caldo congelado del que puedes hacer una buena sopa. En la nevera de abajo hay naranjas gordas; no te olvides de ellas. Y mañana puedes comer las judías que te dejé en la nevera ya cortadas".

Que no digan que la providencia no es la mejor de las fes.

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