domingo, 22 de enero de 2012

La norma climática de Hamburgo

Si yo no hablo del tiempo es porque todo va viento en popa. No quiere eso decir que haga buen tiempo, sino simplemente que se cumplen las expectativas. Del invierno aquí no espero nada, y una vez que me mentalizo en noviembre de que empieza lo malo, no me cambio el chip hasta abril, que es cuando espero que empiece la primavera y es ahí, de abril a octubre, cuando me afecta que siga lloviendo y no veamos el sol, o no haya verano, y es cuando me quejo. El resto está asumido.

Por eso, este mes está siendo como marcan los cánones hamburgueses. Alguien me comentó el otro día en una de mis clases, ya no recuerdo ni cuál fue, pues la semana ha sido toda igual y espantosa de lluvia, que solamente ese día estaba lloviendo en Hamburgo más que en cualquier parte de toda Europa. Yo dije que me lo creía, absolutamente, que llevo demasiada experiencia aquí sobre mis hombros, como para dudar del dato.

Y sin embargo hoy toca hablar del tiempo precisamente por eso: porque este año todo es de lo más normal, por mucho que los románticos soñadores de inviernos siberianos se piensen que lo de ahora es lo extraño, y que los dos inviernos pasados, que fueron terroríficos, fueron lo habitual. Justo hace poco lancé la pregunta en mis clases, que utilizo como barómetro sobre la opinión pública alemana, como con el tema de Wulff, el Presidente, que parece que se mantendrá, aunque la mayoría piense que debe dimitir. Les pregunté que cómo era el tiempo ese día y si se correspondía a esta época del año. Y me dijeron lo que yo esperaba: que noooooooooooooo, que eso (lluvia constante durante días) no es lo normal, y que las temperaturas eran relativamente suaves para la época. Pero había dos realistas en la clase, que opinaron que ése es el tiempo de Hamburgo en invierno, frío húmedo, pero no siberiano, nada de nieve, o poquísima, y lluvia, lluvia y lluvia. Bien, dije, es justo eso, no confundamos la realidad con lo que uno desea que ésta sea. Los dos inviernos pasados han hecho mucho mal para los que deberían vivir en los Alpes o en Suiza, y que se creen que ése es el tiempo que le corresponde a Hamburgo: nieve, sol, temperaturas a bajo cero, e idilio invernal, como para rodar Doctor Zhivago por lo menos. Los dos últimos inviernos, de los que yo escribí a menudo escandalizada, pues no era lo que yo conocía aquí de toda la vida (más de media ya) sino algo mucho peor, se acercaron algo a eso en cuanto a la cantidad de nieve, pero como siempre a la gente se le olvida que el sol brilló por su ausencia igualmente y que la nieve en ciudad no es más que un engorro que causa accidentes y que no sirve para nada. Hace dos inviernos, con las calles heladas, hielos por todas partes, hubo montones de fracturas de huesos y los hospitales estaban desbordados, hubo cantidad de accidentes, y aunque no se acuerden ahora, muchos estaban ya en marzo diciendo que ya estaba bien, que tanto no hacía falta, porque aquí lo que la gente quiere es que nieve a la carta, es decir en Nochebuena, y tengamos Navidades blancas, y que luego deje de nevar cuando se cansen de nieve. Como si a mí me hiciese caso el clima en cuanto a mi deseo de tener un verano decente siempre.

Y por eso yo, que sé que esto es lo que hay, es decir, lluvia lluvia y más lluvia, he pasado el fin de semana de diluvio universal que hemos tenido toda tranquila, pues lo tengo plenamente asumido. Incluso salí ayer, sin que la lluvia me impidiese nada, y por supuesto que digo que más asqueroso imposible, pero es lo que hay un mes de enero normal. Qué más podemos pedirle al tiempo en esta época del año, y sin embargo yo estoy feliz de que este invierno no haya caído más que agua nieve que no ha causado ningún estrago, y que todo siga su curso. Si el ciclo es de cada 20 años dos inviernos así, creo que seguiré pudiendo sobrevivir. Por eso no he hablado del tiempo en mucho tiempo, y volveré con la temática en abril, cuando mi cuerpo se prepare para la estación cálida y aquí el clima siga empeñado en seguir siendo Hamburgo, como ahora, pero en meses en los que a mí no me cabe en la cabeza. Ahora sí, porque estamos en la más absoluta normalidad.

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