sábado, 15 de enero de 2011

De rebajas por primera vez

A todos nos gusta ir de rebajas, aseguraría. La sensación de que estás ahorrando hace que te entre menos mala conciencia que si compras durante la temporada, y por el mismo dinero te llevas más cosas a casa, y ahorrar gusta en todo el mundo. En Alemania, desde que se liberalizó el tema, los descuentos aparecen en cualquier momento al final de la temporada, incluso antes de Navidad, mientras que antes se limitaban a dos semanas en enero y dos en julio, fechas oficiales para todo el país. Pero llegó la globalización, y las rebajas ya no se llaman Winterschlussverkauf o Sommerschlussverkauf, sino Sale, así de breve y en inglés, para parecer más modernos. Pero llamemos como llamemos a la situación sigue siendo la misma: salimos con la idea de buscar no sé qué y es buen momento para comprarse un abrigo, o piezas que normalmente no compraríamos porque suponen más gasto; pero cómo resistir a la tentación si ahora están rebajadas.

Yo he tenido hoy mi jornada de rebajas, y ha sido distinta a todas las anteriores. Es la primera vez que he ido acompañada de mi hija mayor, a la que a sus 10 años le pareció atrayente la idea. Yo dudé de si aguantaría pacientemente (ella y yo...), y sí, lo ha hecho, tan pacientemente que le ha tocado tajada, pues empieza a estar en la edad en la que ya sabe lo que quiere y cómo pedirlo. Me lo confirmó en una tienda de ropa para adolescentes, donde ella misma fue eligiendo un par de cosillas, y donde yo me sentí ya como una de esas madres que van con sus hijas adolescentes de compras, antes de que empiecen a ir ellas solas con sus amigas como ocupación de tiempo libre. Vengo observando en facebook que jovencitas que conozco, hijas de amigas, al pronunciarse sobre sus aficiones dicen "ir de compras", como montar a caballo o escuchar música. Y la tienda de ropa moderna y barata para jovenzuelas estaba llena de las mismas, y yo entré en ella por primera vez, y me sentí como la madre que acompaña a su hija pero que en realidad no tiene nada que decir a la hora de elegir. Por suerte no es el caso, y ella hace lo que yo le digo (todavía) pues sigue teniendo esa inocencia como para escuchar el consejo de mamá sobre si esto le queda bien o mal, pero a lo más tardar cuando en otra tienda yo miraba botas para la nieve, algo que llevo buscando desde hace meses (no para ir a la montaña, sino para la ciudad e ir sin los pies congelados y pingando, yendo además elegante: un imposible, pues no hay nada menos estético) me dijo: "No me digas que te gusta eso...". Y aunque me habla prácticamente todo el rato en alemán, esa frase me la dijo así tan cual, en castellano, porque mis hijas saben que si me dicen ciertas cosas en español el efecto psicológico sobre su madre es mayor. Fue el momento en el que pensé: "Mi hija se hace mayor", y lo pensé por el cachondeíto y la condescendía con la que me lo decía. Fue como en otra ocasión cuando mi hija pequeña, mientras esperábamos a la hermana, me dijo en alemán: "Me hago pis", y yo ni caso. Me lo repitió dos minutos después, y le recriminé no haber ido en el cole, pues acababa de salir cinco minutos antes. Le dije que se esperase. Y a la tercera me lo dijo en cristiano directamente, en la lengua que le da pereza hablar, pero que es la de su madre: "Que me meo", así tal cual. Entonces comprendí la gravedad de la situación. Al igual que con el tema de la edad del pavo, que se me está viniendo encima como una avalancha: en otra tienda mi hija mayor salió del probador con un pantalón muy moderno, una camiseta, y unas gafas de sol, y al verla yo no supe que decir pero hasta un hombre que estaba esperando a sus hijos mientras se probaban cosas, y ante las poses de modelo de mi hija, no pudo más que decir: "cool", que es como decir que qué guay, que cómo mola. En el camino de vuelta a casa, mi hija seguía hablando como una cotorra, no afectada por la sesión de rebajas, y pensé que en nada se nos incorporará la otra y que como a mí me gusta ir de compras, lo reconozco, esto promete...

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