lunes, 31 de enero de 2011

Marketing archiconocido

Que el sexo vende, está clarísimo. Que el sexo hipnotiza también. La semana pasada supimos que una dentista en Baviera trabaja en dirndl, el traje típico de Baviera y de Austria que ensalza la figura femenina, sobre todo con un buen escote en muchos casos. Trabaja con esta técnica como terapia de hipnotización, no en el sentido de la palabra, pero si bajo el famoso "pueden más dos tetas que dos carretas..." En este caso se ahorran el dormir a los pacientes, y tienen menos dolor. Ya lo han comprobado. Lo que ya es seguro que que la avalancha de pacientes (masculinos, me imagino) no se ha hecho esperar. Sí que debe de haber algo, pues mi dentista, mujer, tiene en el techo un cuadro que asemeja a un pañuelo del cuello con dibujos asimétricos. Es rosita, y yo lo miro todo el rato concentrada en las líneas y florituras. Pero lo del escote es la sofisticación total, o mejor dicho el realismo absoluto. Desde luego que los pacientes, al tener el generoso escote tan cerca, abrirán la boca automáticamente, no me cabe duda.

Y cómo se explica si no que Andrea Agassi hace poco, en una subasta en la que vendía objetos personales para una buena causa, bajo el poco entusiasmo de los compradores, ofreció al que comprara por por lo menos 4000 $ el plato de porcelana que nadie quería, que le enseñaría una foto de su mujer Steffi Graf, desnuda, en la pantallita del móvil. Enseguida se encontró un comprador, al que Agassi le enseñó la foto al instante. El comprador de la imagen pareció satisfecho con lo que vio, cuentan. Lo que no sabemos es si a Steffi le haría gracia la espontaneidad de su esposo, pero todo sea por una buena causa.

Me pregunto si hubiese sido al revés, y Steffi Graf, que tampoco es Pamela Anderson, hubiese ofrecido una foto de su marido desnudo, si alguien hubiese pagado esa suma, al igual que me planteo si la misma consulta llevada por hombres vestidos en pantalones de cuero tiroleses tendría tanta aceptación y efecto hipnótico. Sí que la misma llevada por hombres en pantalones de cuero negro y abdominales a lo Cristiano Ronaldo, tendría sus efectos analgésicos sobre las féminas. Pero en nosotras no suele pensar nadie. Hemos de soportar el dolor a pelo, pero ya estamos acostumbradas.

domingo, 30 de enero de 2011

Conducir es de vida o muerte

Conducir ebrio debería ser la mayor de las vergüenzas para el que lo realiza. Que pongan en peligro sus vidas no está de más si se ponen al volante en ese estado, pero que acaben con las de otros, es uno de esos desastres humanos que no tienen ni explicación ni sentido. Que le haya tocado a la hija de 18 años de Toni Cantó, da para un titular, porque si no esa muerte sería una de las anónimas debidas al alcohol. Que por ser la hija de un famoso dé para titulares, debería al menos concienciar algo más a la ciudadanía. Ojalá.

Mucho se ha logrado en España en los últimos años, de acuerdo, pero todavía falta mucha concienciación. Sigue sorprendiéndome la facilidad de tomarse unas cuantas copas o cervezas y conducir después. Está plenamente asumido tras fiestas o cumpleaños, bodas o bautizos. Incluso si dices que no puedes cogerlo por haber bebido, mucha gente se reirá de ti.

En Alemania por supuesto que hay accidentes por lo mismo, pero ni muchísimo menos tantos. También tenemos a nuestra obispa beoda, Margot Käßmann, que dimitió tras haberse visto pillada ebria al volante. Ahora se dedica a dar conferencias en EE.UU. entonando el mea culpa que tanto nos gusta oír a todos. Al menos como ex obispa debe. Todo sea por la fe.

Pero el beber y conducir después no te hace nada sexy en Alemania, sino todo lo contrario. Pierdes muchos puntos frente a tus amigos y familiares, que serían capaces de echarte la bronca o retirarte la palabra por eso. Si invitas a una pareja a tu casa y vienen en coche, se pondrán de acuerdo al servir el vinito con la cena sobre quién va a conducir después. Y en las fiestas de empresa, muchos no quieren renunciar al alcohol y es la noche estrella de los taxis.

Mi familia política perdió a un miembro de 8 años en el año 1988, por un conductor borracho que les embistió en Brasil. El niño murió en el acto, por toparse con aquel conductor ebrio en una carretera perdida camino de Salvador de Bahía. Cuántas muertes sin sentido. Y todo por no controlarse un poquito en lo que yo pienso que debería ser posible. Entiendo que la gente beba para pasárselo bien o porque les guste, pero conducir después es ... Ni palabras tengo para expresarlo.

sábado, 29 de enero de 2011

Los violines crecen

Uno se da cuenta de cómo crecen los hijos cuando los pantalones les quedan pesqueros otra vez, las mangas de las camisetas escasas, las camisetas muestran sus divinas barriguitas, o cuando los zapatos se les quedan pequeños. Pero yo tengo otra forma, que ocurre con menos frecuencia pero que es prueba inequívoca de que brazos y cuerpo se alargan, y es cuando toca cambiar el violín. Desde que empezó a tocar mi hija hace ya casi 6 años el tamaño del violín va agrandándose. Empezó con uno chiquitín, que parecía de juguete, y ahora ya se aproxima al del tamaño definitivo.

¿Sabían que los instrumentos se compran o se alquilan al "peso" o mejor dicho al tamaño proporcional con el violín de mayores? Empezó con 1/8 de violín, y ahora tiene tres cuartos. El octavo se lo compramos, de lo bonito que es, para que lo conserve como un juguetito para el resto de su vida, pero los otros los alquilamos, pues no merece la pena. Y esta semana he ido por tercera vez al taller de violines donde los alquilamos. Llevas el que se le ha quedado pequeño, y el crío se prueba uno nuevo como si fuesen unos pantalones, hasta el arco ha de cambiarse, el estuche de transporte también, y cuando sales tienes la sensación de llevarte un hijo mayor del que tenías. El violín es la prueba. El taller al que voy es un lugar mágico. En una zona de Ahrensburg, una ciudad dormitorio de Hamburgo situada en Schleswig-Holstein, conocida por su precioso castillo, en una parte de lo más sosa, tiene su taller un violinista profesional y lutier. Acabo de aprender este término, un galicismo (del francés luthier) que no es tan trasparente como la palabra alemana, Geigenbauer ('constructor de violines'), con la que se puede hacerse uno a la idea de lo que hacen. El lutier construye y repara instrumentos de cuerda, y el Geigenbauer construye violines. El mío alquila además violonchelos y otros instrumentos de cuerda, y además de alquilar ahora tres cuartos de violín, tenemos en casa un cuarto de violonchelo, monísimo si lo comparamos con los de tamaño normal, con los que aprendió un Pau Casals como se ve en las fotos de niño, cuando no había instrumentos por tamaño.

El taller es mágico porque entras en un jardín asalvajado que parece la jungla tropical. La menor de mis hijas sale siempre corriendo hacia el estanque, y me imagino un mundo de ranas y príncipes encantados ante la frondosidad tras la que no entra ni un rayo de luz. Probablemente se alimenten de la música que sale de las ventanas de la casa, del ruido del serrar, limar y pulir las piezas del violín. A quién se le ocurriría hacer uno la primera vez. Siempre pienso que hay invenciones mágicas: quién coge madera la primera vez y le da la forma del violín, y no otra forma, coge crines de caballo para el arco, y forma ese instrumento que es uno de los más difíciles de tocar y a la vez el principal de una orquesta. Ningún instrumento, pienso, suena peor si no se sabe tocar bien, y ninguno suena para mí más misterioso.

Sigo sin entender de música clásica, por mucho que por esta casa haya pasado tras el octavo de violín, el cuarto, el medio, y ahora los tres cuartos. Nos acercamos al kilo. No sé si pesará eso, pero cuando mi hija crezca lo que le falta para poder tocarlo, entrará en la edad adulta musical. En ese momento probablemente compremos el "violín entero", que es como se llama al que ya no necesitará crecer más, solo musicalmente hablando.

viernes, 28 de enero de 2011

Gente normal

La mayoría de los crímenes son cometidos  por gente normal. Son tan normales que hasta el desenlace parece normal: violación y muerte de un niño de 10 años. Mirco desapareció en septiembre, en una parada de autobús. Y hasta ayer no se encontró su cadáver. El día anterior detuvieron a un sospechoso, por la pista del Volkswagen negro que buscaban. Durante meses la búsqueda se realizó con tal constancia y dispositivos policiales e incluso del ejército, que el caso Mirco ha estado muy presente en la sociedad alemana, que ha quedado conmocionada por el desenlace, dado que el autor confeso del crimen es un hombre de 45 años, padre de tres hijos, bien considerado por todos. Tuvo un mal día en el trabajo, se ha sabido hoy, se peleó con su jefe, empezó a divagar y cogió al chico en una parada de autobús a las diez de la noche, pero podría haber sido cualquier otro muchacho. Mirco subió al coche, y fue violado y asesinado en el bosque, y enterrado allí mismo. El asesino era una bomba de relojería, dice la policía, pero no había llamado la atención hasta ahora.

La pregunta de hoy en los medios de comunicación es cómo puede un padre matar a un niño, y causar ese daño a éste y a otros padres. Gente normal. Cuánta de ella hay por ahí, tan normales. Muchos abusos sexuales se cometen dentro de las familias sin que nadie sepa o sospeche nada. Y las víctimas son los que pierden la vida o a su ser querido porque gente normal deja de serlo en un momento determinado. El paso de la normalidad a la no-normalidad es un hilo frágil que se rompe para siempre. Y una vez roto, o se delatan o los encuentran, y si no seguirán siendo gente normal.

jueves, 27 de enero de 2011

Mala sombra

Sí, ciertamente deberíamos indagar la cuestión que me ha planteado mi hija pequeña hoy durante la comida: "¿Quién decide si hace buen o mal tiempo?". De momento me he reído, pero la pregunta no hay que despreciarla, y menos si viene de mi hija filósofa, capaz de cuestionar todo lo establecido e incuestionable. Porque esto me lo dijo mientras hablábamos de que por fin, tras meses sin verlo, ha lucido el sol toda la mañana, y ella me contaba que en clase entraba el sol entre las cortinas tan gordas que tienen. Eso, para un niño alemán, el estar en clase, y que entre el sol, es un milagro, y no me extraña que ella se plantee estas preguntas.

Porque efectivamente, una hora después de haberme planteado la cuestión el cielo estaba otra vez encapotado, como si los rayitos de sol de hoy hubiesen sido un espejismo. Probablemente lo hayan sido, pues no tienen ningún efecto en mí tras la que llevamos de oscuridad, y la que nos queda. Yo le he preguntado que qué piensa ella sobre quién decide y por qué, que si piensa que nosotros somos tan malos que nos toca toda la lluvia y oscuridad, y en España y otros países son buenísimos y por lo bien que se portan les toca el sol. Y me salta: "Bueno, en España hay más piscinas. Será por eso". "Y playas", añadí yo, y por eso hace falta el sol, para poder usarlas. Aquí no tenemos casi piscinas descubiertas, y las playas, están para pasear en ellas con forro polar.

Y sin embargo, el periódico local, Hamburger Abendblatt, tuvo la desfachatez de publicar hace poco una noticia con el titular "el Hawai del norte". Hablaban de la isla Juist, en pleno Mar del Norte, una isla alemana con cuyo ambiente y climatología "tiemblan" las Baleares y las Canarias. Y en la misma noticia el periódico publicó los 10 lugares más soleados de Alemania en el 2010, atención:
  1. Juist, 1983 horas
  2. Borkum, 1956 horas
  3. Westerhever, 1956 horas
  4. Hidensee, 1936
  5. Neuharlingersiel, 1927
  6. Amrum, 1924 horas
  7. Harlesiel, 1923 horas
  8. Darsser Ort, 1919 horas
  9. Langeoog, 1916
  10. Norden-Norddeich, 1911 horas
Todos son lugares perdidos en el Mar del Norte, en pleno archipiélago de las Hawaii... Así que cada habitante de Juist disfrutó de 5,5 horas de sol de media cada día, decía el artículo. Pero que no se emocionen los turistas pues la islita tiene 17 km de largo y 500 m de ancho, es una playita de arena en medio del mar, y recibieron 100.000 turistas el año pasado, y eso con 1.700 habitantes.

Normalmente por la percepción de parte meteorológico que tengo es Freiburg, en la Selva Negra, el lugar más soleado de Alemania, pero no, ahora tenemos Hawaii, y yo sin enterarme. Como se enteren todos de los que yo me río cuando me cuentan de sus "soleadas" vacaciones en la costa alemana, que yo nunca me creo, me van a freír. Pero atención, lo que no cuenta el artículo es que aquí en Alemania en verano amanece a las cuatro de la mañana y que esas 5 horitas de sol de media diaria podrían concluir a las 9 de la mañana, o podrían ser de siete hasta las diez y media de la noche, cuando es de día, tras haber tenido un día "veraniego" de tempestades y forro polar.

Así que el que haya decidido que con las horitas de sol de hoy ya hemos tenido bastante para las próximas semanas, tiene muy mala sombra.

martes, 25 de enero de 2011

Traspasos

Ruud van Nistelrooy ha anunciado hoy que renuncia a prolongar su contrato con el HSV tras negarse el club hamburgués a dejarle volver al Real Madrid, cuando su traspaso fue gratuito. Hoffmann, el presidente del Hamburgo, se niega a permitir el traspaso porque necesitan a van Nistelrooy de cara a las competiciones europeas, rechazando incluso la jugosa oferta del Real Madrid de 2 millones de euros y de permitirle jugar un partido amistoso. Y al final ni hay dinero ni van Nistelrooy a partir del verano. El holandés está molesto y se va, sí o si, de lo dolido que está, según ha anunciado hoy su portavoz. Como parece que su idea era acabar su carrera profesional en Madrid e incluso quedarse a vivir allí, ofreció hasta pagar parte de la suma que le libera del HSV.

Estos días el semanario Der Spiegel se hace eco de la noticia de que Merkel ofrecerá trabajo a jóvenes españoles en paro de los sectores de ingeniería y telecomunicaciones. La noticia aquí no ha transcendido. Como los alemanes, por mucho que sigan siendo la burra que tira del carro de la economía europea, no son nada eufóricos a celebrar ningún éxito económico, asustados como están con tanto recorte, y por ser un país donde los impuestos que se pagan son récord mundial, la noticia no se ha dado a conocer. Yo la he seguido a través de los medios de comunicación españoles, para los que sí es noticia, dada la situación actual. Imposible no pensar en la oleada de inmigración española en los años 60 a Alemania. En ese momento se necesitaba de todo, mientras que hoy se necesitan puestos concretos y aquí no se dice muy alto por lo que no se dice: porque aquí también hay mucho paro, y también de trabajadores altamente cualificados. A mí misma me fastidia que esté país solo parezca necesitar ingenieros (claro, la ingeniería alemana). Y madres, por supuesto, que también somos una especie de ingenieras en este país...

Y sí, se vive muy bien en Alemania, y con esto empalmo con la entrada anterior a ésta. Pero al igual que en los años 50 y 60, no vienen máquinas sino personas, y hasta van Nistelrooy, con lo bien que le tratan, se quiere ir a Madrid. ¿Será el solecito?, ¿o que la Liga aquí es más sosa? , o, como me decía a mí hoy un médico, ¿que la vida nocturna de Madrid e incluso en Tarifa, hace palidecer mismo a la Reeperbahn hamburguesa? Me da también la sensación que en la oferta se buscan hombres, como en el fútbol, por mucho que Alemania celebre este año también el Mundial de Fútbol, pero de mujeres. A ver quién sabía de tal importante evento. Yo lo anuncio ya por si no se han enterado, y en fútbol femenino, ¿quiénes son las que ganan? Lo mismo que en la economía europea (masculina).

Porque al igual que Alemania tira de la economía de Europa, el Real Madrid, mal que nos pese, tira del fútbol europeo, y los ingenieros y técnicos en telecomunicaciones de dentro y los que vendrán (parece el cuento de La Lechera), tiran de todos los desempleados y gente mal colocada o que planifícó mal qué estudiar en este país.

lunes, 24 de enero de 2011

Me gusta Alemania

Llevo una semana esperando al momento propicio de escribir este post. Pero no llega. Cuando no es porque me ponen una multa, es porque el sol sigue sin salir, o porque diluvia, o porque me indigna una sociedad tan poco respetuosa con las que parimos el futuro. Sin embargo, antes de que se acabe mi primer mes de blog, tengo que hacerlo, pues me conozco y no quiero dar lugar a malentendidos.

A mí me gusta Alemania. No voy a decir que me encanta, porque mucha gente al ser preguntada sobre si está a gusto en su país o en el que viven, dirían que sí, pero mencionarían lo que no les gusta también, porque la gente habla normalmente de lo negativo y no de lo positivo, porque de lo que nos gusta, no necesitamos relatar a diario, para no pecar de pedantes. Además lo bueno es lo que ni siquiera nos damos cuenta de que está, porque lo tomamos por hecho, salvo si nos paramos a pensar o comparamos con otros países. Por tanto y a pesar de que el día propicio para alabar este país no llega, hoy lo hago, porque sí. Aquí va mi testimonio, para que luego no digan que soy tan negativa:

Me gusta Alemania porque se vive tranquilo (iba a decir demasiado pero hoy me callo, nada de críticas), porque vives tu vida sin que nadie se entrometa en la tuya, porque tu propiedad es más privada que en otros países, porque no necesitas poner rejas a tu casa, ni tener miedo de que te podrían robar en cualquier momento, porque puedes ponerte lo que te dé la gana sin que nadie te mire, porque puedes no seguir ninguna moda y no sentirte desfasado, puedes salir desaliñado a cualquier parte, y nadie te mirará raro por ello, porque el sistema médico, a pesar de lo que opina la gente, funciona de maravilla, porque no tienes la sensación de que te están engañando todo el rato, ni el taxista, ni el fontanero ni otros, porque no tienes que temer que tu vecino te robe, porque no tienes que hablar con la gente si no quieres, porque no se habla de política y si se hace nadie se pelea o insulta por tener ideas distintas, porque el bien común se cuida, porque hay respeto hacia los otros, porque no tienes que hablar a voces, porque no le debes nada a nadie, ni siquiera decirle hola si no te apetece, porque la palabra de la gente vale, porque puedes quedar con un amigo un mes antes a una hora concreta, y sin llamar a confirmar, estará ahí a la hora, porque la calidad de las cosas es buenísima, porque la gente que tiene dinero es en general muy sencilla y no hace alarde de nada, porque no hay tanto pijerío, porque no hay tanta envidia a los otros, o si se tiene no se nota, porque la peluquera te hace lo que tú le dices, y no lo que le da la gana, porque mismo en la peluquería ni en ninguna sala de espera no tienes que hablar con nadie, porque existe una variedad de yogures impresionante, porque los helados son exquisitos (y baratísimos), porque al embutido no se le pone colorines, porque se puede comer fuera de casa muy bien y por poco dinero, porque algunos productos de droguería no son un robo a mano armada (para eso tenemos la farmacia), porque la televisión no está puesta todo el día en la mayoría de los hogares, porque a la puerta de tu casa tienes parajes naturales increíbles, porque como ciudadano tienes vías de protestar, porque como todos los países, tiene lugares increíbles, y porque se habla una lengua tan fascinante como el alemán.

Por todo eso me gusta, y probablemente más motivos que no se me ocurren ahora. Así que ya está dicho. Hay que dejar las cosas claras cuanto antes. Para el resto está este blog.

Ah, y me olvidaba de las salchichas y las cervezas! Yo pago esta ronda.

domingo, 23 de enero de 2011

A Donna

Las personas que se van para no volver dejan un hueco imposible de llenar. Algunas ni siquiera parece que se han ido, pues uno no se cree que el mundo vaya a continuar sin ellas, por la fuerza que tenían y sus ganas de vivir. Donna era una mujer americana de libro, abierta, simpática, bellísima hasta los 70 años que cumplió, gran anfitriona, muy querida, muy amante ella de todo lo importante en su vida. La vida la vapuleó unas cuantas veces, y ella nunca se dejó vencer. Tuvo un hijo siendo muy joven, se casó, porque tocaba todavía en aquella época tras un escándalo así, y el matrimonio no salió bien. Por suerte pudo separarse en una época en la que el divorcio en EE.UU. ya era normal. Volvió a a casarse y tuvo otro hijo. Ésta vez el matrimonio fracasó también pero por el alcoholismo del marido, que falleció joven dejándola a ella viuda con sus dos hijos. Y salió adelante, ella sola. Probablemente en ese momento decidió que no necesitaba a ningún hombre más en su vida, que si surgía bien, pero que si no, ella para lo que estaba en el mundo era para disfrutar, querer y ser querida. Y vaya si lo consiguió.

Empezó a trabajar tras su viudez en los estudios de la Warner en Hollywood, y ella, que se dedicaba a proporcionar los útiles necesarios para las películas y de equipar los lugares de rodaje con todo lo necesario, hablaba de Clint (Eastwood) como si fuese alguien de su familia, y cogía las llaves y mostraba la antigua caravana de Frank Sinatra dentro de los estudios como si fuese lo más normal del mundo. Conocía Hollywood como la palma de su mano: dónde se comen los mejores perritos, el famoso Formosa Cafe donde se tomaban algo Humphrey Bogart, Sinatra o Ava Gardner entre rodaje y rodaje. Y cuando estuve allí con ella comiendo una vez, pensé que ella parecía la estrella de las fotos, que no conocía a persona más cinematográfica que ella. Trabajó durante muchos años en los estudios e hizo amistades para toda la vida. En una de las reestructuraciones que hay en todo el mundo, le tocó irse a casa en una jubilación anticipada, y se lo tomó con la filosofía con que se lo tomaba todo. Si había sido capaz de trabajar como una hormiguita, sacar adelante a sus hijos y ahorrar, con su buena administración y visión de futuro, sería capaz de disfrutar de sus últimos años. Y así hizo. Viajó mucho dentro de EE.UU. pero también a Europa. Era americana hasta la médula, pero criticaba a los que no habían salido jamás del país y se pensaban que no había nada más. Todo lo europeo le fascinaba, y en eso entraba la familia de mi marido, que son los que la conocieron, y luego yo cuando aparecí con todo mi ramalazo español.

Quizá la más entrañable anécdota fue su llegada a España como madrina de nuestra boda. Creo que no ha habido madrina más hollywoodiense y glamurosa en todo Carabanchel, por no hablar de Madrid. Solo con lo que lució en la boda, y lo bien que se lo pasó, siguió diciendo durante años que como esa boda no había presenciado nada jamás. Yo no me lo creí nunca, pero ella lo decía pleanamente convencida.

Hicimos desde el comienzo muy buenas migas, y con los años, mi trato con ella fue individual. Intercambiamos muchísimos correos. Ella, como yo, escritora de "testamentos" narraba en sus e-mails su vida diaria de tal manera que era como si me lo estuviese contando en persona. Hablábamos de vez en cuando por teléfono. Y cuando silenciaba una temporada, yo sabía que algo ocurría, pues no era dada a propagar sus problemas. En uno de esos silencios le diagnosticaron un cáncer de pecho, del que se recuperó bien hasta que nueve años después volvió a salir la enfermedad por el mismo sitio y por otros. Y esta vez para no parar. Se sometió a quimioterapia, radioterapia, una y otra vez, pues estaba dispuesta a luchar. Ella decía que el cáncer no podría con ella, y todos lo creímos. Sus silencios eran cada vez mayores, y yo de vez en cuando llamaba, le escribía y empecé a darme cuenta de que esto era el fin. El último año, su sufrimiento fue constante, y a pesar de todo salió, entró, viajó y seguía su vida diaria hasta que un día acabó en la cama para no poderse mover ya más. En sus últimas semanas pensé que no iba a conseguir hablar con ella pues cuando llamaba no se ponía nadie, "tan mal está", pensaba yo. Por suerte, una semana antes de que falleciera, conseguí hablar con ella. Su voz no tenía apenas fuerzas, era de ultratumba, y tras preguntarme por mí y las niñas me dijo que eso era lo que tocaba ahora, que tenía que aceptarlo, y que se sentía muy arropada por todos. Y por no agotarla más de la cuenta, le dije que descansase, que ya hablaríamos en otra ocasión. Yo sabía que era la última vez, y que hablaremos en otro mundo. Murio el domingo 7 de noviembre a las nueve de la noche, rodeada de sus hijos y amigos.

Por misterios culturales que sigo sin explicarme hoy se celebra lo que los americanos llaman el "Memorial" y que yo no acabo de entender lo que es. Icinerada está ya, y le dieron la urna a los hijos al poco de la muerte. Pero no hubo entierro ni ceremonia de nada. La ceremonia oficial es hoy. Y como yo, ante la costumbre alemana de enterrar a los muertos no antes de una semana después el fallecimiento, siempre digo que hasta que no pasas el trance no empiezas el luto, puedo decir que hoy por fin lloro su muerte. Me afectó mucho cuando ocurrió, pero si fallece alguien al que no ves habitualmente (la última vez fue hace cinco años) no te crees que no existe ya, pero no es hasta hoy que siento que es definitivo. Habrá discursos, y una ceremonia muy emotiva, estoy segura. Ella siempre lo quiso así, y dejó dispuesto cómo debía ser, quién debía oficiar, quién debía hablar, como si ella misma quisiese reírse y pasar un rato agradable. Estoy segura de que habrá llantos, pero habrá risas, pues era única y en su vida hizo reír a mucha gente. No nos dejas, Donna. Siempre estarás con nosotros.

sábado, 22 de enero de 2011

Bebés modernos

Hoy va a ser la primera vez que voy a escribirle un correo a un bebé, pero me voy a dar el gustazo. Esta mañana ha llegado una tarjeta anunciando el nacimiento de un bebé en la familia. Tiene exactamente nueve días, y ya tiene dirección de e-mail. De momento pasé por alto el dato entre la información habitual de que los felices padres dan a conocer la buena nueva del nacimiento de su retoño, cuándo nació, lo que mide, y lo que pesa. Y con la dirección de la familia y el número de teléfono, aparece el correo electrónico del bebé, no el de los padres.

No podía ser de otra manera en padres que se han conocido en internet. Ella, mujer de casi 40 entonces, tras varios desengaños amorosos y cansada de estar sola, contactó una de esas agencias de internet que te buscan pareja. Él, divorciado sin hijos, buscaba también en la misma página. Los parámetros pertinentes les juntaron, y ellos hicieron el resto. Se enamoraron y ya llevan viviendo juntos un par de años. Y pensaban que ya no iba a ser posible tener hijos y sí. Podría decirse que el niño es fruto de internet.

Internet no es el futuro sino el presente, dice alguien sabio que yo conozco. Y ya lo veo. Hoy se nace con correo electrónico, como he visto hoy por primera vez, y en nada con teléfono inteligente bajo el brazo o como chupete. Y esto plantea otros problemas. Con la incorporación cada vez más temprana de los hijos a la red, generaciones diversas se juntan en algún lugar del ciberespacio, ya sean redes sociales u otros sitios. Hace poco leí un artículo sobre lo que significa que padres e hijos se encuentren en facebook, que un hijo se vea obligado a aceptar la petición de amistad que le manda su padre o su madre, porque no puede negarse, pero que le supone perder bastante intimidad pues sus pasos serán seguidos por los mismos. Yo, para cuando toque, podré decirles a mis hijas que yo estaba ahí antes que ellas, se siente... Pero si no quieren ser mis amigas, lo aceptaré. Creo que yo no les mandaría la petición, pero me alegraría si ellas me la mandasen, claro, aunque no es algo que me parezca importante. Curiosamente llevo de un tiempo a esta parte recibiendo solicitudes de amistad de hijos de amigas o de familiares. Hace poco me llegó una más y con el nombre tuve que pensar en quién era, pues no caí de momento con los apellidos, y cuando caí, me hizo una ilusión tremenda que este chavalito quisiera hacerse amigo mío (cuestiones de mujer en plena crisis de los cuarenta, no es por otra cosa). Y mis nuevas amistades han bajado la media de edad en mi lista en 30 años, lo cual me da mucho placer.

En estos asuntos hay opiniones para todo. Hace poco me decía una madre de tres hijos adolescentes que ella no quiere ver lo que hacen sus hijos en la red, que es como vigilarles continuamente, que al menos ahí deben ser libres. Por el contrario, una amiga mía me decía el "yo estoy ya ahí para cuando lleguen mis hijas, que no se pierdan en este mundo y vigilar sus pasos y progegerlas". Pues yo estoy ahí porque yo quiero estar, no para vigilar a nadie.

En cuanto lance esta entrada al "presente", le escribiré un correo a un bebé para darle la bienvenida al mundo. Qué ilusión me hace. En 1969 no nacíamos con correo electrónico, qué lástima.

viernes, 21 de enero de 2011

Motines a bordo

La prensa alemana amaneció ayer con el titular: "Motín en el Gorch Fock". Parece una película de piratas, o de otros tiempos de navegantes, pero estamos hablando del barco de entrenamiento de la marina alemana, donde jóvenes cadetes realizan su aprendizaje. Hace dos meses murió una soldado al caerse del puesto de vigilancia de lo más alto. Más no trascendió entonces de la noticia. Pero el encargado de defensa de los liberales, el FDP, ha enviado una carta al Ministerio de Defensa en la que habla del motín que parece que se sucedió tras la muerte de la futura oficial. Muchos cadetes se negaron a continuar con su trabajo, y algunos dicen que se les obligó contra su voluntad, y a incluso uno que tiene vértigo se le obligó a subirse al mástil más alto. No está claro lo que ocurrió, si el motín fue tal, pero se amenazó a los soldados con expulsarlos de la marina y devolverlos a sus casas. Y hay una denuncia también de acoso sexual a un soldado por aclarar, en el mismo barco.

A comienzos de esta misma semana se ha dado a conocer también la noticia de que familias de soldados estacionados en Afganistán habían recibido cartas abiertas o vacías, en algo por lo que desde luego habrá que dar explicaciones. ¿Es posible que las cartas que envían los soldados a sus familias sufran esa censura? Cabe preguntarse también por el contenido de las mismas, si la situación en Afganistán es mucho peor de la que nos pintan.

Y antes de Navidad murió un soldado en Afganistan, por un accidente ocurrido mientras limpiaba su arma. Pero parece que se ignoró un informe que decía que murió por un disparo de la pistola de un compañero que estaba jugando con ella. Y esta semana también ha salido a la luz el asunto.

Los tres escándalos se juntan en la misma semana, en lo que parece un motín contra el ministro de Defensa, Karl-Theodor zu Guttenberg, uno de los más populares del gabinete de Angela Merkel por ser el de más glamour, por proceder de familia aristócrata bávara y, a sus 39 años, perfilarse en la CDU como posible candidato a la cancillería, acompañado además por su bella y joven mujer descendiente nada menos que de Bismarck (tataranieta), y cuyas incursiones televisivas a la caza de pederastas están dando que hablar en Alemania, además de su visita junto a su marido a las tropas en Afganistán antes de Navidad, por lo que fueron muy criticados ambos, pues era una visita del ministro en la que la mujer no pintaba nada (¿figurar como una posible futura esposa de canciller?). Se armó una buena por eso.

Mucho hay que aclarar por tanto motín y encubrimiento, y el ministro ha dicho esta mañana en televisión que de un cuarto millón de soldados que hay, se trata de casos aislados. Sí, comparando con la cifra total sí, pero no puede ser que las cartas de los soldados se censuren, y que ocurran cosas dudosas, que son accidentes, seguro, pero que se tapen, y acaben por ser descubiertas por filtros de la prensa o cartas. El asunto seguirá, no cabe duda, y esperemos que no con más casos encubiertos hasta ahora.

miércoles, 19 de enero de 2011

Nos inundamos

Al final pasa lo que tiene que pasar. El río Elba está a punto de desbordarse en las regiones de Lüneburg o Lauenburg, lugares demasiado cercanos a Hamburgo;  los diques amenazan con romperse, y la seriedad de la situación nos recuerda que agua somos y en agua nos convertiremos aquí. El agua está por todas partes: arriba y abajo. Cae del cielo en temporadas que a mí se me hacen eternas, y aunque a pesar de la que cae no hay charcos ni barro, porque todo está preparado para absorber agua y más agua, hay momentos en los que como ahora, tras haberse derretido la cantidad de nieve que tuvimos durante semanas y haber llovido a continuación, simplemente nos desbordamos. Ni los diques nos aguantan.

Por supuesto que tanta humedad en el aire tiene sus ventajas. No tenemos polvo, por ejemplo. Mi madre lo confirma cuando está aquí: "En Madrid puedes limpiar el poyete de la ventana todos los días, y está siempre sucio; aquí está siempre limpio". O pudes plantar un palo de una escoba, como dice un amigo mío, y saldrán hojas y ramas de él. Hay vegetación por todas partes, y hasta mi hija me preguntaba ayer: "Mamá, ¿cuántos árboles tiene Hamburgo?". "Demasiados", respondí. Prefiero no contarlos, pues tanta verdura tiene su precio.

Los troncos de los árboles no son marrones, sino verdes. Se cubren de musgo ellos mismos. De entre cualquier piedra crece algún hierbajo. Lo verde es lo natural por todas partes. Y como sigamos así, nos convertiremos en zonas pantanosas llenas de juncos. Llevo años preguntándome que qué se les perdió a los primeros pobladores en estas tierras. Qué ocurrencia, plantarse aquí, nunca mejor dicho. Y ahora pagamos justos por pecadores.

El agua es vida, que sí, que lo sé. Pero aquí nos sobra. Llevamos meses sin ver el sol, no digo un rayito de una hora a 12 grados bajo cero, que es como si encendieses una lámpara un rato. Me refiero a un sol de verdad, que calienta y te anima a pararte, cerrar los ojos y disfrutar, que te hace sentir calorcito en tu cuerpo. Aquí en la calle en invierno vas dando saltos o por el frío, o por la que está cayendo.

Muchos sotanos de las casas de las regiones afectadas están ya inundados. Montones de voluntarios están poniendo sacos de arena alrededor de los diques, o en los pueblos de la zona. Para el domingo se estima que el agua del Elba subirá 8,85 metros. Y entonces volverá a bajar. Hasta la próxima.

martes, 18 de enero de 2011

A falta de reformas, una sugerencia

Todos deberíamos poder liberarnos durante un tiempo de aquellas personas que nos dificultan la vida: que si un compañero de trabajo insoportable, un jefe que debería ir a galeras, un niño en el cole, el vecino insufrible, la suegra ídem. No hablo de hacer que desaparezcan, eso no, si no de que estén unos meses fuera y vuelvan corregidos, más amables, más aptos para la sociedad. Algo así ha ocurrido en la clase de mi hija pequeña. Una niña con la que mi hija no hizo migas en primero, se fue en la segunda mitad del curso pasado a China, de donde procede la madre, porque ésta pretendía una inmersión total de sus hijas en el sistema escolar chino y un aprendizaje perfecto del idioma. Pues bien, la niña volvió, y no solo en cuerpo sino renovada completamente. Mi hija me volvió a contar ayer que ahora es muy "nett", simpática y agradable. Es que debe haberle visto la boca al lobo. Ya en septiembre, a comienzos de curso la madre me comentó que sus hijas estaban encantadas de volver al sistema escolar alemán. No me extrañó nada, pues aquí no se da ni golpe en primaria prácticamente. En tercero y cuarto les aprietan algo, pero he dicho "algo".

Esto hace que los críos se vuelvan bastante vagos en mi opinión. Se fomenta el "desarrollo personal", ah, o.k. es eso... Pero a mí al final me parece que se fomenta demasiado... es decir, que los niños soñadores o despistados se pierden en los derroteros de una enseñanza en el que la cosecha de la manzana, o hacer un farolillo por enésima vez, es más importante que "presionar" en forma de irles preparando mejor para cuando les aprietan en el instituto, aquí en quinto ya, o peor aún para la criba que el sistema realiza al terminar cuarto de primaria, diciendo que "tú sí" pero "tú no" puedes ir al instituto porque no tienes la capacidad necesaria. Así de claro.

Por lo tanto no me extraña que la niña haya vuelto muy disciplinada. Debe haber contado en la clase historias para no dormir: "A los que no atienden les meten en agua fría", me dijo ayer mi hija durante la comida. "Eso te lo deberían hacer a ti", le espetó la hermana mayor. Y la pequeña, sin inmutarse siguió al referirse a su ahora amiga: "Estaba deseando volver, porque el cole en China es mucho más duro". Si te lo cuenta tu hija habiendo salido del cole a la una durante la comida, y pensando que la vas a tener el resto del día en casa, te lo crees. "Pero además, mamá, ha vuelto mucho mucho más simpática". "¿Ves?, ha merecido la pena". Le dije yo. Espero que esta niña al menos aprecie lo que tiene, pues el resto, millones y millones de niños alemanes, se cree que esto es la tortura, que tener que estudiar es un suplicio horrible, ya que no les enseñan a hacerlo. Y por eso los padres que se quejan en cuanto les aprietan algo son legión. Y cometen un grave error. Pienso que es la labor de los padres enseñarles a los hijos que hay que aplicarse, que en la vida no te regalan nada; salvo si eres niño alemán y hasta los 10 años vas de ocho a una al colegio, los viernes no hay deberes, o una semana entera te instalan el circo en el colegio, como ocurrió el año pasado.

No me sorprendió nada la noticia publicada hace unos días en el periódico local de que a punto de cumplirse el plazo de solucitudes para ampliar el horario de las escuelas primarias y ofrecer clase a partir de la una, la demanda era escasa. Muy pocos colegios han solicitado una ampliación. A mí ya no me sorprende nada, y yo desde luego que no lo conoceré, pero si al menos sirviese para que los niños (o adultos) se den cuenta de lo que tienen, propongo mandarlos seis meses a hacer lo mismo pero en otro sitio. Y comparen. A lo mejor se dan cuenta de que lo que se tiene es simplemente maravilloso. A todos los niveles.

domingo, 16 de enero de 2011

No queremos discriminación

¿Por qué necesita una película que no es sobre sexo llamarse fuera del mundo anglosajón "We want sex" (Queremos sexo), cuando en su versión original se llama "Made in Dagenham"? ¿Será el gancho para atraer a los espectadores? Probablemente si contásemos que es sobre mujeres que lucharon por su igualdad salarial frente a los hombres, quizá suene a película histórica revindicativa y poco atrayente para muchOS. Pero si sabemos que es una película británica, expertos como son los ingleses en cine social, debería darnos igual el título que lleve y dejarnos de tonterías. Dagenham no me decía nada hasta anoche, ni la lucha de esas mujeres, que abrió la caja de los truenos en una multinacional por la lucha para que las mujeres ganen igual que hombres por el mismo trabajo. Sabemos que la lucha no está ganada del todo, que la discriminación es más sutil y de otra forma hoy día, y por eso la película es de plena actualidad... al menos para mí. Sin embargo, cuando acabó, el público de la sala aplaudió, y no era para menos. Yo me emocioné en varios momentos, por lo que me toca. Es evidente, pero de eso prefiero no hablar.

Lo único que tiene de sexo la pelicula es la lucha del sexo femenino, y no solo en el trabajo, sino en sus casas, y ante la sociedad, que las culpa de querer algo a lo que no tienen derecho. La protagonista dice en algún momento que no pueden dejar la lucha porque es justa, a pesar de las presiones y de no recibir ni siquiera el apoyo del sindicato de la empresa ni de sus compañeros hombres. La película es divertida y humana, y para nada molesta la esterotipación de algunos personajes, pues no enturbian el mensaje, ni la justicia de la causa. Pero estamos en el año 1968, en la planta de Ford en Inglaterra, en el departamento de costura, donde trabajan 187 mujeres frente 55.000 hombres, la modernidad de la fábrica no tiene que ver con el edificio donde ellas cosen los asientos de escai asfixiadas por el calor, o con goteras por todas partes. Y lo que comienza como un paro de un día, acaba siendo una protesta que pone contra las cuerdas hasta la misma central de la empresa en Detroit, e incluso a los mismos sindicatos, que miraban hacia otro lado.

Que al final les dieran la razón fue un gran logro no solo para ellas, sino para lo que desataron después. Que en sus familias sus maridos tuviesen que aceptar que el trabajo de ellas no era menos valioso que los suyos, no es deleznable tampoco. Que sobre ellas, a pesar de trabajar fuera de casa recayese la gran parte del trabajo de casa, sigue siendo una realidad. Que la discriminación es a todos los niveles, incluso a mujeres florero con alta cualificación es algo que se ve en la película y en la vida real en Alemania en el año 2010.

Lo que quieren no es sexo sino "sex equality", igualdad entre los sexos, o la no discriminación por pertenecer a uno de ellos. Creo que sigue siendo una buena causa.

sábado, 15 de enero de 2011

De rebajas por primera vez

A todos nos gusta ir de rebajas, aseguraría. La sensación de que estás ahorrando hace que te entre menos mala conciencia que si compras durante la temporada, y por el mismo dinero te llevas más cosas a casa, y ahorrar gusta en todo el mundo. En Alemania, desde que se liberalizó el tema, los descuentos aparecen en cualquier momento al final de la temporada, incluso antes de Navidad, mientras que antes se limitaban a dos semanas en enero y dos en julio, fechas oficiales para todo el país. Pero llegó la globalización, y las rebajas ya no se llaman Winterschlussverkauf o Sommerschlussverkauf, sino Sale, así de breve y en inglés, para parecer más modernos. Pero llamemos como llamemos a la situación sigue siendo la misma: salimos con la idea de buscar no sé qué y es buen momento para comprarse un abrigo, o piezas que normalmente no compraríamos porque suponen más gasto; pero cómo resistir a la tentación si ahora están rebajadas.

Yo he tenido hoy mi jornada de rebajas, y ha sido distinta a todas las anteriores. Es la primera vez que he ido acompañada de mi hija mayor, a la que a sus 10 años le pareció atrayente la idea. Yo dudé de si aguantaría pacientemente (ella y yo...), y sí, lo ha hecho, tan pacientemente que le ha tocado tajada, pues empieza a estar en la edad en la que ya sabe lo que quiere y cómo pedirlo. Me lo confirmó en una tienda de ropa para adolescentes, donde ella misma fue eligiendo un par de cosillas, y donde yo me sentí ya como una de esas madres que van con sus hijas adolescentes de compras, antes de que empiecen a ir ellas solas con sus amigas como ocupación de tiempo libre. Vengo observando en facebook que jovencitas que conozco, hijas de amigas, al pronunciarse sobre sus aficiones dicen "ir de compras", como montar a caballo o escuchar música. Y la tienda de ropa moderna y barata para jovenzuelas estaba llena de las mismas, y yo entré en ella por primera vez, y me sentí como la madre que acompaña a su hija pero que en realidad no tiene nada que decir a la hora de elegir. Por suerte no es el caso, y ella hace lo que yo le digo (todavía) pues sigue teniendo esa inocencia como para escuchar el consejo de mamá sobre si esto le queda bien o mal, pero a lo más tardar cuando en otra tienda yo miraba botas para la nieve, algo que llevo buscando desde hace meses (no para ir a la montaña, sino para la ciudad e ir sin los pies congelados y pingando, yendo además elegante: un imposible, pues no hay nada menos estético) me dijo: "No me digas que te gusta eso...". Y aunque me habla prácticamente todo el rato en alemán, esa frase me la dijo así tan cual, en castellano, porque mis hijas saben que si me dicen ciertas cosas en español el efecto psicológico sobre su madre es mayor. Fue el momento en el que pensé: "Mi hija se hace mayor", y lo pensé por el cachondeíto y la condescendía con la que me lo decía. Fue como en otra ocasión cuando mi hija pequeña, mientras esperábamos a la hermana, me dijo en alemán: "Me hago pis", y yo ni caso. Me lo repitió dos minutos después, y le recriminé no haber ido en el cole, pues acababa de salir cinco minutos antes. Le dije que se esperase. Y a la tercera me lo dijo en cristiano directamente, en la lengua que le da pereza hablar, pero que es la de su madre: "Que me meo", así tal cual. Entonces comprendí la gravedad de la situación. Al igual que con el tema de la edad del pavo, que se me está viniendo encima como una avalancha: en otra tienda mi hija mayor salió del probador con un pantalón muy moderno, una camiseta, y unas gafas de sol, y al verla yo no supe que decir pero hasta un hombre que estaba esperando a sus hijos mientras se probaban cosas, y ante las poses de modelo de mi hija, no pudo más que decir: "cool", que es como decir que qué guay, que cómo mola. En el camino de vuelta a casa, mi hija seguía hablando como una cotorra, no afectada por la sesión de rebajas, y pensé que en nada se nos incorporará la otra y que como a mí me gusta ir de compras, lo reconozco, esto promete...

jueves, 13 de enero de 2011

Vivir peligrosamente

Últimamente solo veo peligros. Parezco mi abuela cuando abría el periódico, veía todos los sucesos, y decía que cómo está el mundo. En un país tan seguro y organizado como Alemania, con tan alta calidad de vida, los peligros acechan igual, y hemos comenzado el año con miedo a comer huevos, carne de pollo y de cerdo. Y si no pereces por comer todo eso, podrás quedarte atrapado con el coche en los agujeros en las calles que empiezan a aparecer tras haberse derretido la nieve (el otro día cortaron una autopista, la A7, de lo peligrosa que estaba), o podrás patinar al caminar sobre las aceras y romperte algún hueso, o resbalar con tu coche sobre la nieve y el hielo, o podrás terminar en una inundación cuando se derrite la nieve, como está ocurriendo en Baja Sajonia.

Respecto a la alimentación, los comerciantes pequeños se alegran, pues están obteniendo más ganancias por la concienciación repentina de los clientes, que durará bien poco, hasta que se olviden de la dioxina y la gripe porcina otra vez. Porque los alemanes quieren comer ante todo barato. El alemán medio no quiere gastar demasiado en comida, tan solo lo justo y lo necesario, y el resto para el Mercedes y las vacaciones, y por eso no es de extrañar que Alemania sea el país de los Discounter, los supermercados tipo Lidl, Aldi, Plus y Penny Markt, que son los reyes del mercado. El consumidor reclama precios bajos, a toda costa, y ahora nos extrañamos de que la carne o los huevos estén contaminados por los piensos contaminados con los que alimentan a los pollos para ahorrar y mantener el bajo coste. Durante años vengo observando que los precios de la comida no suben desorbitadamente, si comparo con hace 20 años incluso. Hacer la compra en Alemania en el supermercado es más barato que en otros países. Los productos de marca no son caros, diría yo, aunque la gente prefiere lo barato en muchos casos. Lo increíble es que los que reclaman bajos precios luego te digan que "es lo mismo", pues no lo es. Por supuesto que no niego que hay gente que vive del subsidio de desempleo Hartz IV para los que ahorrar 10 ó 20 céntimos por producto es vital, no me quiero olvidar de eso. Pero si tenemos en cuenta que el coche más vendido en Alemania es el Mercedes y que el alemán medio se va varias veces de vacaciones al año, estoy convencida de que pueden pagar más por la alimentación. Pero no quieren, simplemente.

Mi poca experiencia en los supermercados descuento no ha sido positiva, y como encima me educaron en la percepción de que lo barato no puede ser bueno, a pesar de no habernos sobrado nunca nada, pero con un padre pescadero que nos prohibía comer bocadillos de calamares en la Plaza Mayor "porque eso no son calamares", y que para comprar cualquier cosa va a la otra punta de Madrid a la búsqueda de lo mejor, prefiero pagar un poco más y comer buena calidad. Pero eso es una percepción y en muchos casos la tendencia con la que creciste. Si creces rodeado de productos del Aldi, al no probar otros, te parecerá que son buenos, y si encima te crees que ahorras, que yo no creo que sea tanto, pues entonces vives feliz y autosuficiente. Es curioso como en Alemania los que matarían por ahorrar lo máximo en comida son los mismos que ahora se escandalizan por los escándalos alimenticios, y así nos va. Entre los quesos contaminados del Lidl el año pasado, tras cuya ingesta murieron dos personas, y todo lo de ahora, miedo da. Pero tras cada escándalo, la gente vuelve a mirar el monedero, lo cual es comprensible, pero no nos damos cuenta que tenemos lo que nos merecemos: somos y comemos lo que nos merecemos.

miércoles, 12 de enero de 2011

La soledad

Hay conceptos engañosos. Uno puede pensar que ciertas personas parecen dominar sus vidas, parecen tenerlo todo en el orden preciso, son queridos, ocupan un lugar, y hacia fuera los otros piensan que lo tienen todo. Pero si hay un concepto difícil de definir en la vida diaria de muchas personas es la soledad. Debería tener grados de medición: esa persona se siente 99% sola, o un 20%, o hay ratos de 100% y otros de 80%. Y en muchos casos la soledad no viene dada de estar acompañado o no. Lo más triste es sentirse solo estando acompañado todo el día. La soledad puede ser algo positivo, si nos permite reflexionar, relajarnos, realizar actividades que nos placen, sentirnos a nosotros mismos como el ser único e indivual que somos; no quiero decir que sea siempre algo negativo. Sin embargo está connotada negativamente y por algo será. La palabra tiene algo de tristeza, de autopercepción de la cruda realidad; es más un estado mental que físico, no se trata de estar acompañado físicamente por alguien, sino de si tú te sientes desamparado y solo. Los que más saben de esto son los que han perdido a un ser querido y sin el que la vida parece no ser la misma. Es que no es la misma, no cabe duda. La gente les dice: "distráete, el tiempo cura las heridas, la vida sigue, tienes que pensar en ti". Y pueden organizarse el día de la mañana a la noche para no sentirse solos, para no pensar, para no sentir el vacío. Pero la soledad les acompaña, se vuelve su compañera. Y al final te acostumbras a su compañía, pues te das cuenta de que ese vacío que tienes dentro no lo puede llenar nada ni nadie. Porque hay seres o cosas que son irreplazables. Aprendes a levantarte con ese hueco dentro. Lo llevas todo el día a cuestas y te acuestas con él. A veces intentas comunicarte con ese vacío y decirle "ya está bien, deja de jorobar todo el día", y otras consigues ignorarlo, unos minutos, unas horas. Algunos días te parece alguien amable, y otras te revuelves contra él. Y si el sentimiento de soledad puede venir dado por muchas circunstancias, creo que la sensación es la misma en todos los casos. No es una batalla, pues hay luchas en las que nunca habrá ganadores ni vencedores.

Quizá una página de internet sea el puente vía para unir mundos, almas. Ojalá. A todos aquéllos que se sienten solos, de alguna manera u otra.

martes, 11 de enero de 2011

Alcorconeses por el mundo

En todas las variantes de ese formato televisivo que hay, españoles, madrileños, andaluces o aragoneses por el mundo, debería haber una nueva "Alcorconeses por el mundo". Desde que todos sabemos que futbolísticamente hablando Alcorcón existe, yo añado dos anécdotas que he tenido con alcorconeses fuera de las fronteras de Madrid (y Alcorcón).

En una noche fría de noviembre salí a un concierto en un barco en el puerto. Fue algo cutre, de una banda de rock de Río de Janeiro que a mí no me dijo nada, y en cuanto el barco atracó, sin poder soportar más la humareda (bendita prohibición del tabaco en sitios cerrados), mi amigo y yo salimos hacia la parte alta de St. Pauli, a tierra firme, a un bar que nos gusta mucho. Era jueves por la noche, y no había casi nadie, y entre la poca gente que había, empezamos a apreciar que la mayoría hablaba español, algo sorprendente en un bar perdido de la Reeperbahn. Me dirigí a uno de ellos, y le pregunté que qué se cocía para que oyéramos solo castellano, y me dijo que en breve iba a haber un concierto. Yo me esperaba que fuesen a sacar las guitarras de rock y a meter estruendo. Pero patidifusa me quedé cuando él sacó una viola gamba, y otros dos mexicanos otros instrumentos barrocos del siglo XVII y tocaron acompañados de una soprano japonesa que cantaba en español canciones de esa época. Y eso en St. Pauli, Sodoma y Gomorra de Hamburgo. Tras el concierto, maravillados como estábamos de esa guitarra de muchísimas cuerdas que tocaba uno de los mexicanos, otra pequeñita que tocaba el otro, les preguntamos. El de la viola gamba, el alcorconés, me explicó que estaba realizando sus segundos estudios de música en Bremen, donde se vino a los dos días de recibir el título del conservatorio en Madrid, y que se vino porque necesitaba respirar seriedad musical antes de meterse en España a lo que probablemente acabaría haciendo, la enseñanza, ante la imposibilidad de vivir de tocar. Y me habló de la música del barroco española, de nombres de músicos que yo no había oído jamás, y me habló del respeto que hay aquí hacia todo lo relacionado con la música clásica, que en España la gente le pregunta: "Ah, ¿pero eso se puede estudiar?" Y yo le expliqué que yo me siento analfabeta musical en un país tan melódico, donde los niños reciben en los colegios bastante cultura musical y hay programas llamados "a cada niño un instrumento", donde en una hora semanal, les dejan experimentar y perderle el miedo a la música. Cuando le conté del instituto al que va mi hija (estatal), donde con todos los alumnos de la clase han montado una orquesta sinfónica, me dijo una frase que oigo muy a menudo: "igualito que en España". Y ahí estaba, ese chico joven de Alcorcón, con su música y su grupo, asustado, eso sí, por el clima, el frío y la oscuridad, diciéndome que cuando respirase suficiente música se volvería con su título alemán a España.

Pero más curioso me pareció volver a saber hace poco de manera indirecta de otra alcorconesa que conocí en un vuelo de Hamburgo a Madrid hace dos años y medio. Al llegar mis padres a Hamburgo me dijeron que una mujer que me conocía (!) les había hablado en Barajas, en la sala de embarque esperando el vuelo a Hamburgo: que si tenían una hija en Hamburgo, que tiene dos niñas y que fue una vez un fin de semana a Madrid a un concierto de Miguel Bosé. Mi madre en ese momento no cayó en la cuenta, no en la hija, pero como el concierto le quedaba muy lejos dijo que no, pero luego pensando le dijo "Sí, ésa (loca) es". Y la señora, de Alcorcón, les contó que iba a pasar las Navidades con su hija. Cuando me lo contaron, recordé el vuelo tan agradable que tuve con esa señora, tan abierta, divertida y atractiva, que me contó que volvía del bautizo de un nieto que su hija había tenido en segundas nupcias con otro alemán, que siempre se casa con alemanes, pero que sus nietos no saben español ("muy mal", le dije), y que otro hijo suyo vive en Hamburgo (la hija algo más arriba, en Schleswig-Holstein, en una pequeña población), casado con una checa, así que son dos alcorconeses más. Y hablamos de las diferentes costumbres, de lo que a ella le chocaba en Alemania, y le hizo una gracia inmensa mi locura de irme sola al concierto. Le expliqué que yo soy así...

Y todo este tiempo después, me ha sorprendido mucho que ella, solo con ver a mis padres, se acordase de mí. Nunca me ha parecido que me parezca tanto a mi madre, pero estas cosas son tan subjetivas... Son esas casualidades que ocurren, y de las que a mí me han pasado muchas entre idas y venidas. Me dio pena que mi madre no le pidiese el número de teléfono o una dirección de correo electrónico, pues la hubiese contactado. Pero estos alcorconeses van y vienen, como yo, y no dudo de que se vuelvan a cruzar nuestros caminos, en algún vuelo de Lufthansa, Hamburgo-Madrid o viceversa..

domingo, 9 de enero de 2011

Mis chicas

Tengo dos chicas, que son la prueba de que con la misma educación y los mismos padres, los hijos pueden ser completamente distintos. La una es estructurada, y la otra desestructurada. La una real y la otra soñadora. La una planificadora, la otra desorganizadora. La una responsable, la otra gamberra. La una quisquillosa, la otra dulce y adaptable. Dos mundos que a la vez se quieren entre ellos un montón y que se apoyan y echan en falta, aunque a veces el cariño se lo demuestren a gritos.

La mayor es la estructurada, pero a la vez llena de fantasía, con una creatividad desbordante. Es capaz de dejarte extasiado y agotado a las siete de la mañana por su energía capaz hasta de aturdirme a mí en mi lentitud matinal. La pequeña tarda en aterrizar todas las mañanas a ese planeta tierra que le dicta que contra su voluntad toca ir otra vez al cole. A la mayor no la han castigado nunca en el colegio, salvo una vez este curso en la que por no chivarse de quiénes habían sido los que habían dado las patadas en la puerta de clase, ella aceptó la penalización como si fuese suya. Eso sí, con su sentido de la justicia lo planteó en la ronda semanal de quejas que tienen en la clase. Vaya si lo expuso.

A la otra, por parlanchina, la vienen castigando de un tiempo a esta parte, por hablar. La última ha sido esta semana, el viernes, cuando ella y su amiga adaptaron la canción que cantan siempre como despedida a una versión rock, según ha confesado. Tarda en confesar sus pecados, porque su orgullo soñador le impide hacerlo. Y el primer día de clase de este año, en su divagar fuera del planeta tierra, ni se enteró de si la habían castigado a ella también o solo a su compañero, al que le pusieron una penalización. "Pero él no habrá hablado solo", le dije yo inquisitivamente, porque la conozco como si la hubiese parido. Silencio por su parte. Y le hice comprender que si al otro le castigaron, por algo sería, y que muy merecido se lo tendría ella también, aunque según parece había tenido suerte esta vez. Y como la madre pesadísima que ellas dicen que soy a veces, traté de aprovechar la ocasión para sacar alguna moraleja. "¿Y qué aprendemos de esto?" les pregunte. La mayor respondió: "Que la vida es injusta", y yo, "sí cierto, pero no solamente eso"; y la pequeña: "Que el cole es una mierda". Así tal cual lo dijo, y yo empecé a reírme a carcajadas porque ésa no era la respuesta que yo esperaba. Yo quería que reconociese: "Sí, yo también tengo culpa, le he distraído al otro, y me he librado por los pelos". Y con el rock que improvisó con la amiga, la otra, más arpía, cuando la castigaron dijo: "Sí, pero Natalia también ha sido". Y Natalia, toda indignada me dijo que al menos el otro, el martes, no se chivó. "Y yo le di las gracias por ello, no como la otra que encima se chiva".

Natalia al final te hace reír siempre, aunque no tenga razón, algo que enfada siempre a Sofía en su sentido de la justicia, y que me reprocha que a ella la regaño más firmemente y que le tolero menos que a la otra. Puede ser. Por otra parte ella es tan machacona, que acabas o capitulando ante su insistencia, o me deja con los nervios destrozados en un "que sí", "que no", que puede durar un buen rato porque ella quiere tener siempre la última palabra. Algo que la otra nunca intenta, pues se calla, para bien o para mal.

Y los días pasan, y los años, y crecen y crecen. Ahora cuando veo bebés, o niños pequeños, no me da ninguna envidia, pues con sus 10 y 7 años, están en una edad en la que cada vez son más independientes, pero a la vez siguen siendo mías. La adolescencia se encargará de recordarme lo contrario. Y no estamos demasiado lejos de ello, pues hace nada eran mis bebés, mis niñas, y ahora cada vez me refiero más a menudo a ellas como "mis chicas".

sábado, 8 de enero de 2011

Mi nuevo juguetito

Llevo dos días maravillada por la técnica. Me manejo con muchos aparatos pero a veces me siento como una abuela que se ha quedado desfasada y a la que ciertas cosas se le escapan de las manos, ya que hay mucha vida más allá del ordenador, el mp3, el teléfono móvil o la cámara digital. Puedes tener un aparato que reúne todo esto en uno, un iPhone, y encima con tarifa plana para internet, lo mejor de todo. Y ese ha sido mi regalo de Navidad, que ha venido con retraso pues estaba agotado (¿dónde está la crisis?, diría mi madre; ah, no, en Alemania hemos salido de ella, Merkel está pletórica y se permite dar caña a otros países europeos malgastadores y mal administradores; ni que su cuota de popularidad fuese tal, y aquí estuviese todo solucionado). Pero no había iPhones en Navidad, tan claro como eso. El motor económico europeo funciona.

Y hace dos días, puntual para Reyes llegó el mío. Tras la torpeza del primer día de no saber cómo manejarlo con el "touch", con los toquecitos que hay que dar en la pantalla, y de no saber para dónde tirar, dos días después estoy con la boca abierta de lo que ofrece. Lo peor sigue siendo escribir en ese teclado tan pequeño tan lentamente como yo lo hago, y eso que mis manos son del tamaño de las de mi hija mayor, de 10 años (no sé cómo lo harán los que tengan manazas). Me dicen que hay que usar los pulgares a dos manos, que se acostumbra uno. Eso espero, si no me tendré que apuntar a un curso de mecanografía, como hice en mis años mozos, pero a dos dedos y para iPhones.

Pero como al final me lanzo con todo, anoche, tras mucho investigar (algunos dirán que no era tan complicado, de acuerdo), conseguí instalarme un código para bajarme los Apps que sean "necesarios", en español se llaman "aplis", veo ahora. Son esos botoncitos que te puedes bajar para pasar el rato o para perder el tiempo o para estresarte con aplicaciones que no necesitas, porque en realidad te puedes meter directamente en internet. Pero se trata de atajar y hacerte el técnico. Algunas son gratis y otras de pago. Yo de momento me he instalado alguna gratuita, como la de facebook (algo que ya ha propagado facebook con todo descaro, para que sepan mis amigos que soy tan pija como para tener un iPhone), la del Telediario alemán, y la de Televisión Española, donde a través del iPhone supliré la falta de TVE internacional que sufro desde hace medio año por capricho de los satélites de la antena parabólica y por la vaguería o falta de inteligencia para solucionar el problema imperante en mi casa. Y hoy, metidita en la cama, me he visto las noticias del Canal 24 horas de las siete de la mañana, pero a una hora más civilizada un sábado, a las nueve y media, tras mirar el correo, leer algo el periódico, ver el pronóstico del tiempo para hoy (algo que no veo nunca en la tele!!!, pues es que da igual verlo o no verlo, pues hace lo que le da la gana).

Por supuesto que se trata de no perder la cabeza, como explica este artículo que leí no hace tanto, cuando todavía todo esto de las Apps eran "pueblos bohemios" para mí, böhmische Dörfer, como se dice en alemán para lo que no entendemos o desconocemos.

Entro en este nuevo mundo, con la sensación de que mis hijas se manejan ya con este teléfono mejor que yo, pues el primer día me daban clases ellas a mí sobre cómo mover la pantalla. ¿Nacerán los niños hoy día con un gen afín a las nuevas técnicas? Y eso que ellas siguen diciendo que su mamá es muy cool, muy chula y moderna, porque se interesa por todos estos aparatos. Ellas aplaudieron mi deseo de tenerlo, por la parte que les toca.

Y ahora mismo caigo en que podré escribir y publicar en mi blog desde cualquier parte. Todo se andará. Pero anuncio que no tengo pensado perder la cabeza con este aparatito, que me fascina, porque la cabeza se pierde por otras cosas. Se trata de jugar, pasar el rato, y disfrutar de muchas de las ventajas que nos ofrece la técnica hoy día. Nada más. A la pregunta de mi hija hoy de que con cuál de todos los aparatos me quedaría si tuviese que elegir solo uno, he vuelto a responder que con el ordenador, el mismo desde el que escribo esta entrada. Ah, y la lavadora añadí... porque a pesar de todo la vida sigue siendo real y no virtual.

jueves, 6 de enero de 2011

Con o sin nata

El roscón de Reyes, ¿con o sin nata?; la tortilla de patata, ¿con o sin cebolla?; nata montada, ¿con o sin azúcar?; el pan de los bocadillos, ¿con o sin mantequilla?; la Navidad para que lo parezca más aún, ¿con o sin nieve?; las calles, ¿con o sin hielo?; eclipse solar, ¿con o sin nubes?; los pollos y los huevos, ¿con o sin dioxina?

Preguntas para debatir, muy a gusto del consumidor; en algunas impera nuestro albedrío, en otras lo que nos echen. El "con o sin" puede ser por el gusto de cada uno, como en el caso del roscón o de la tortilla. Es evidente cuál prefiero yo: el "sin" en ambos. A los simples pero sibaritas como yo, nos gustan los sabores auténticos, y por eso nos convertimos en remilgados que le ponen pegas a todo, y eso que con los años como (casi) de todo (sigue siendo mejor no generalizar...). En el día de hoy, la discusión de si el roscón está más rico con o sin nata estará en cualquier desayuno en pijama rodeados de regalos en muchos hogares españoles; la de la tortilla con o sin cebolla en más de algún cumpleaños, y a mí me parece casi asunto de estado en cualquier familia, que deberá de tomar una decisión de por vida sobre cuál tomar siempre, al igual que con el roscón.

Pero el tema de la nata montada o la mantequilla en el pan es cultural. Los alemanes no le echan azúcar a la nata, lo cual a mí me parece bien, pues como no me gusta la nata, o lo menos posible, cuánto menos dulce mejor (volvemos al "sin"). Pero los holandeses se echan las manos a la cabeza porque los alemanes no pongan azúcar en la nata, "inaudito", dicen. Su gusto es más goloso que el de los alemanes. La mantequilla en el pan es asunto geográfico: norte o sur de Europa. Yo me he acostumbrado a ponerla en el pan, y admito que me parece ante todo práctica como "pegamento" o adherente para que no se caiga la loncha de embutido o queso, y no por el sabor. ¿Pero cuál es el sentido de la costumbre alemana de ponerle mantequilla al pan cuando encima untan Nutella (como la Nocilla) o paté?

En cuanto a las Navidades blancas o no, yo las prefiero sin nieve: renuncio a la asquerosidad blanca llamada nieve que solo es bonita en las alturas, es decir, en las ramas de los árboles. El resto... insoportable. Hoy mismo no se puede ni caminar sin romperte algo, y van ya cientos de accidentes de coches y fracturas de huesos (esas no las han contado todavía). Y aún así hay gente que se empeña en que mejor que la Navidad y los inviernos sean así.

Del espectacular eclipse solar anunciado para el martes no vimos nada. En el norte de Europa iba a ser algo nunca visto, pero como en el norte de Europa el cielo es gris y no azul, no vimos nada. Y yo me reí un montón cuando en la radio hablaban del eclipse. Pero si aquí tenemos eclipse solar a diario.... O digamos que el sol brilla debajo de las nubes, ¡siempre! Qué tomadura de pelo la del eclipse. Los que estuvieron "sin" nubes pudieron verlo, pero eso sería en otras latitudes.

En cuanto a los pollos o los huevos, no tenemos elección. Si unos desgraciados alimentan a los pollos en las granjas con piensos que contienen dioxina, como mucho nos enteramos si se descubre el pastel, como ha ocurrido esta semana. Se estima que en el norte de Alemania se han consumido toneladas de grasas industriales que la contienen, primero los pollos, y luego los consumidores. Yo ahora miro con suspicacia los huevos que tengo en la nevera, y pienso en el pollo que nos comimos la semana pasada. Alertan a los consumidores, que tengamos cuidado, dicen, pero cómo, me pregunto yo. Unos dicen que para que sea peligroso para el organismo humano han de ingerirse cientos de huevos. Otros expertos disienten y afirman que con dos o tres ya da.

Y tras la muerte de tres personas estos días con el nuevo brote de gripe porcina, vuelvo al roscón de reyes, del que aparte de la nata (de la que yo en España muchas veces no me fío nada), mejor morder la sorpresa, que se te rompa un diente y te toque pagarlo (el diente y el roscón). ¿Aunque ha pensado alguien alguna vez en el plástico en el que va envuelta la sorpresa? Seguro que muchos no, pero yo, que veo todo con ojos alemanes, me lo he planteado... Aquí se escandalizarían muchos por el contacto directo del roscón con el plástico, que reposa dentro el tiempo que sea. Con o sin envoltorio, ésa es otra. No sigo, porque se me ocurren otras cosas más divertidas que analizar.

miércoles, 5 de enero de 2011

La providencia

Como con los años he perdido mi fe, ahora creo en el destino y la providencia. En el destino he creído siempre, en esa fuerza que nos lleva a tomar ciertas decisiones o que hace que las cosas ocurran porque tienen que ocurrir, nos empecinemos o no. Pero ahora añado la providencia a mi fe natural, ese poder que nos salva del apocalipsis incluso. Admito que me encanta exagerar, pero algo así me ha pasado a mí estas Navidades.

Mis padres anunciaron de manera bastante espontánea que ya que nosotros no íbamos para allá en Navidades, que ellos vendrían para acá. Y como el tiempo vuela, las cuatro semanas desde el anuncio a la llegada pasaron rápido y aterrizaron el 19 de diciembre. Yo parece que estuve esperando su llegada para caer mala, tan enferma como jamás he estado (bueno, hubo otra, también con mis padres aquí). Di mi última clase del año al día siguiente, incluso me fui de cena y copas nocturnas ese lunes por la noche, y al día siguiente empecé a sentirme mal. Y caí como nunca, con fiebre y una neumonía que me ha hecho pasar las Navidades más reposadas que he tenido jamás. Las dos semanas y algo que han estado aquí mis padres he estado muy enferma, y ayer, ya bastante restablecida, al llevarles al aeropuerto, nos reímos de la suerte que he tenido.

Padres no hay más que unos, la verdad, y siempre he dicho que una madre no puede permitirse "el lujo" de ponerse enferma, pero yo he podido permitírmelo, porque estaban aquí. La vida ha seguido durante mi convalecencia: comidas, lavadoras, y muchos trabajos extras, como coserme todos los descosidos de la casa y dejarme la cocina como los chorros del oro. Cada vez que salía de la habitación a por una medicina iba viendo los progresos de las hormiguitas laboriosas. Mi padre ha quitado montones de nieve y hielo, para acabar diciendo como yo que "esto no hay quien lo aguante", tras haber despejado el camino y ver que volvía a nevar otra vez. Pero es tan perfeccionista que yo desde la cama oía el ris-rás de la pala, de cómo rompía el hielo con una paciencia infinita. Ayer mi hija mayor decía: "habrá que llamar al abuelo a que venga a quitar hielo otra vez", al ver la acera de casa tan resbaladiza otra vez. Es que yo espero a que me metan en la cárcel definitivamente el día que se caiga alguien a la puerta de mi casa, pero hace mucho que declaré que yo no voy a quitar nieve jamás. Y ahora mi padre no está.

Ahora, tras la vuelta a la rutina, a la pregunta de la gente de cómo han sido mis Navidades, me río, y cuento que por fin una vez he elegido un buen momento para ponerme mala. La pena es que de los montones de planes que tenía para que mis padres no estuviesen encerrados en casa, no hemos podido realizar ninguno. Se quedaron sin ver los mercadillos de Navidad, pues con las prisas de siempre, el 23 fue el último día (aquí es más Navidad a finales de noviembre que el 24 mismo).

Pero aquí han estado, como jabatos, encerrados en casa al cuidado de dos crías que en ocasiones parecían leoncillas enjauladas, y desafiando a la climatología para ir andando al supermercado o a por la "Baguette" que la panadera el otro día no quiso entender, para cabreo de mi padre que la había pedido mil veces. Y según he ido mejorando, como esta vez las "charlitas" han estado dosificadas, pues a una hija enferma hay que tratarla bien, empezaron a aflorar el día antes y a las horas antes de la salida: "Qué es eso de cambiarse de ropa todos los días, menudo roperío organizáis. Cuando érais pequeños vosotros no os cambiabais todos los días y limpios ibais". "A ver si nos podemos ir tranquilos y asientas la cabeza" (¡tengo 41 años!!) y más y más y más. Pero esa misma madre me estaba planchando ayer a las ocho de la mañana lo que quedaba todavía, y en el coche me seguía dando instrucciones: "En la nevera están los garbanzos y la sopa que sobraron el domingo, para que lo comáis hoy. Piensa en el caldo congelado del que puedes hacer una buena sopa. En la nevera de abajo hay naranjas gordas; no te olvides de ellas. Y mañana puedes comer las judías que te dejé en la nevera ya cortadas".

Que no digan que la providencia no es la mejor de las fes.

martes, 4 de enero de 2011

Puentes invernales

Los puentes no conocen de estaciones del año, no se quejan ni de frío ni calor, ni de la lluvia ni del viento, y la gente pasa por encima o por debajo, en Hamburgo en muchos casos en el agua. Pero hoy, y por el aspecto que sigue teniendo la ciudad desde hace mes y medio, muestro lo que yo llamo "puentes invernales", por la nieve y porque están congeladitos, como yo. Las tomé en las últimas semanas, cuando ya tenía en mente este blog, y mis puentes. 
En Eppendorf, por arriba pasa el metro. Mi amiga Azucena, de visita en Hamburgo, al hablarle yo al final de noviembre de mis puentes, me dijo: "Hazle una foto a ese". Y es el primero de mi colección.
 
En el Jenisch Park, así tal cual estaba éste a las cinco de la tarde a mediados de diciembre
 
Uno del Alster
Por este lado tan clásico

Y por este lado tiene esta barandilla tan rococó.

Uno muy conocido, el Krugkoppelbrücke, que divide el Alster lago del Alster río y siempre llenito de paseantes por arriba, corredores, ciclistas...

El mismo de la palabreja, ahora desde la perspectiva del embarcadero. Justo aquí, donde tomé la foto, hay una parada de "barco" como si de autobús fuese, en verano muy prácticas para cruzar el Alster de un lado a otro.

En la Isestraße. Por arriba pasa el metro, y por debajo a lo largo de kilómetro y medio se encuentra el mercado más largo de Europa, de una estación de metro a otra. El Isemarkt es el mercado más bonito de Hamburgo, y no se moja uno, solo los laterales están abiertos al fresquito...

lunes, 3 de enero de 2011

Cómo somos, hasta en Navidad

Aquí se han acabado ya las Navidades, porque no tenemos Reyes. En España la gente sigue cantando villancicos, y aquí mañana empieza el cole otra vez, ya hemos quitado la decoración navideña, y los árboles aparecen poco a poco en la cuneta de las calles, a la espera de ser recogidos por el servicio de basuras. Y como todo lo demás, la decoración navideña o los villancicos son tan socioculturales como cualquier otro aspecto que comparemos entre España y Alemania. Antes de las vacaciones, concluí la última clase del año con cada uno de mis grupos demonstrándoles nuestra realidad navideña. Nuestras canciones no son tristes, les hice saber, no nos ponemos alrededor del árbol todo melancólicos y recordamos Navidades pasadas y le cantamos al árbol, como se hace aquí. Hasta los textos de los villancicos hablan mundos. Aquí se le canta al abeto, O Tannenbaum, oh, abeto, qué verdes son tus hojas.

Nosotros sacamos la pandereta, la botella de anís, la zambomba, y metemos ruido, y decimos "saca la bota María que me voy a emborrachar", o narramos que al pobre de San José los ratones le han roído los calzones. Y nos quedamos tan panchos. "Y eso en un país católico", comentó uno de mis alumnos. "Sí señor", dije yo, "así de serios somos incluso estos días". Nosotros armamos la marimorena, y las actividades alrededor del pesebre están llenas, a pesar de todo, de rutina: la virgen está lavando y tendiendo en el romero, luego se peina con el peine de platafina, los pajarillos cantan, las campanas tocan. O pongo un petardo en la puerta de mi casa para espantar a los que vengan a pedir el aguinaldo. O los cacos se están llevando el chocolatillo. Qué mundo éste. Hasta en los villancicos.

Pero en Alemania son más serios. Aquí, se canta a la solemnidad de la Navidad, a las "hojas" del abeto (¿desde cuándo eso son hojas?), a la Navidad que trae compasión, y se dice, "Oh, niños, venid al portal, a ver al niño, que los coros celestiales cantan". Qué bonito. Yo, la primera vez que oí tanta moderación pensé: "¿pero esto qué es??", viniendo de tanto jaleo navideño y las cosas que le ocurren al pobre de San José o a otros. Pero mira cómo beben los peces en el río, ... beben y beben y vuelven a beber... Hasta los peces beben. Qué cosas.

Pero yo les dejé mudos con las erres: "Hacia Belén va una burra rin rin, yo me remendaba yo me remendé, yo me eché un remiendo yo me lo quité..." Que alguien me explique este texto. El colmo de la filosofía navideña. Les dije que se olvidaran del significado, que es lo mismo que traducir, "oh, abeto, qué verdes son tus hojas", y los dejé turulatos con la rapidez al cantar. Los villancicos alemanes son reposados. Como la vida aquí.

Por eso se nos acaban las Navidades antes, y mañana volvemos a la rutina, y en España todavía se puede entonar el "ya vienen los Reyes Magos, ya vienen los Reyes Magos...", y a mí seguro que no me traen nada, otro año más. Por qué será.

domingo, 2 de enero de 2011

La mesa perfecta

Estos días de fin y comienzo de año son días de sacar las vajillas más valiosas, la cubertería de plata, los mejores manteles. En millones de hogares de todo el mundo la gente luce sus mejores "galas" festivas en la mesa, como acompañantes perfectos de esas comidas o cenas más esmeradas de lo habitual, y en situaciones más festivas.

Como yo solo tengo una vajilla, que me costó cara pero que uso a diario porque si no para qué la quiero, no le veo la gracia a engalanar la mesa un día así como si nos fuese en ello la vida. Me parece normal esmerarse algo más, pero hay gente a la que le quita el sueño que el mantel esté inmaculado, que las copas reluzcan, que la vajilla luzca el dorado como cada año. Y yo me pregunto si ese empeño es una ocupación que nos hace sentirnos perfectos un día, viendo la mesa tan perfecta, aunque lo de alrededor se descomponga en pedazos. No importa si luego esa vajilla hay que lavarla a mano, pues si no el dorado se borra con el lavavajillas, o lo mismo con las copas, que se rompen en el aparato. Y se lava y se seca todo a mano, y lo que haga falta. Hay gente que se pasa el día o días anteriores preparándolo todo, hasta el último detalle, y luego el día después limpiando y recogiendo todo. Hasta el año que viene o la ocasión que viene.

Y digo yo si no deberíamos celebrar todos los días Nochevieja o Nochebuena, disfrutar a diario de nuestras cosas de valor, si es que las tenemos, o prescindir de ellas si no las necesitamos. Porque para mí, todo lo que está almacenado sin usarse, es prescindible. Con los años, y varias mudanzas me he ido dejando en el camino muchos objetos superfluos. Y en ataques que me dan con frecuencia hago "desaparecer" otros. Porque no necesitamos mesas perfectas, pero sí una estupenda compañía; no necesitamos el mantel inmaculado, pero sí estar en armonía con nosotros mismos; no necesitamos ese brillo de las copas, si nosotros mismos somos invisibles a nuestro alrededor o peor aún incluso a nosotros mismos.

Cuánta gente caerá tras terminar estas fiestas en un gran vacío, y mirará a su alrededor y no verá nada.

sábado, 1 de enero de 2011

Vuelvo a la carga

Dos meses y medio no es mucho tiempo, pero depende, como con todo, de la perspectiva. En la vida diaria no lo es, yendo día a día a trabajar, llevando al cole a los críos, recogiéndoles, que si el supermercado, que si viendo llover o nevar. Pero estar sin blog para alguien como yo que en poco tiempo se acostumbró a escribir en uno a diario es mucho tiempo. Quizá para algunos lectores también (eso le gusta pensar al alma del creador, evidentemente, en el narcisismo que el propagar cualquier noticia origina en uno). El "mono" de blog ha sido tal como para casi a diario pensar "hoy hubiese escrito de esto", "vaya, esto sí que es noticia de blog". Pero todos necesitamos nuestras pausas y nuestros cambios, incluso de blog, pues nosotros seguimos siendo los mismos. Y sin embargo "Puentes suspensivos" abre una nueva etapa.

La fecha de comienzo está elegida adrede. El día 1 de enero es el día más tostonazo del año, el menos productivo si cabe. Pero es el comienzo de algo nuevo. Todavía rezuma la pólvora, que en Alemania no es broma por los millones de petardos y fuegos artificiales para uso casero que se lanzan al aire para dar la bienvenida al año, y yo sin embargo, con lo que me gustan los olores naturales de las cosas y las sensaciones nuevas, huelo algo nuevo en el aire. Porque así lo he decidido. Doy por concluido un año del que prefiero no comentar, porque quiero empezar el nuevo año de manera positiva. Apenas estoy saliendo de una neumonía que en mi percepción no ha sido lo peor, pero sí que con mi manía de analizarlo todo (mis lectores fieles ya me conocen), tiene su lugar de ser. Como todo. Todo es como ha de ser.

En cuanto a la temática no va a haber cambios. Seguiré en la misma línea que el anterior, pues es mi estilo y lo que me sale, es decir, escribir cada día de lo que me plazca sin orden o planificación, según mi estado de ánimo, que espero que sea menos "animómetro" que la edición anterior (ahora la que se ríe soy yo), según la actualidad (política, futbolística...), según mi vida como madre de unas hijas que me proporcionan historietas a diario, y sobre todo sobre mi percepción de mi vida como apátrida en todas partes. No cambio el estilo ni los temas porque es es el mío, pero sobre todo porque mis lectores me pidieron continuar en la misma línea.

El título... juzguen ustedes. Como he aprendido que andar en la cuerda floja no es ni sencillo ni lo mejor para la vida práctica, ahora caminaré sobre puentes, pero me siguen gustando las alturas, y las sensaciones fuertes y por eso, y para enlazar con el final de mi otro blog, al que tanto quise, retomo el título de la última entrada y esos "puntos suspensivos", que son un signo de puntuación que me encanta: porque me gustan los dobles sentidos, el lanzar ideas, el mandar mensajes entre líneas, que solo unos pocos adivinan. Pero los puntos pasan a ser ahora puentes pues mi deseo mayor es servir de puente entre mis dos mundos, entre yo y mi gente, y en el peor de los casos entre mí misma y mi alrededor.

La foto... Se trata del Köhlbrandbrücke, el puente más "suspensivo", o colgante que tiene Hamburgo. Con los aires de grandeza que tienen los hamburgueses, es lo que llaman el Golden Gate de Hamburgo. Ejem, prefiero no comentar, pues juzguen la foto. El Golden Gate es rojo, y el cielo azul o contraste de la bahía de San Francisco dota de algo más de color y dramatismo al puente. El de aquí es sosito, como el cielo gris que solemos tener, pero es impresionante conducir sobre él y divisar la ciudad a un lado y el puerto a otro a una altura de vértigo. Y a Hamburgo la llaman (sus orgullosos ciudadanos, quién si no) la Venecia del Norte. Ejem, repito. Por desgracia no he estado en Venecia, pero las comparaciones son odiosas. Y lo son porque Hamburgo es esa ciudad preciosa que no tiene que competir donde nadie la manda, pues tiene sus méritos propios y muchos, que seguiré desvelando aquí. Pero vale, puentes hay, y muchos, seguro que más que en Venecia si ellos lo dicen (¿quién cuenta esas cosas?). Por eso, abro de inmediato, y en honor al título del blog, una rúbrica titulada "puentes" e iré enseñando los montones que hay, pues los hay y muy bonitos.

Y respecto a la autora, los que me conocen saben la que se les viene encima. Advierto de que sigo siendo la misma... dos meses y medio no son tanto tiempo, repito. Pero citando a un sabio amigo mío, soy yo la que tiene que pasar página y no dejar que el blog la pase por mí. Yo ahora mismo creo en todas las posibilidades, pero sobre todo creo en mis lectores y en lo que me ayudan a mí. Seguimos entonces, ¿no?