viernes, 10 de junio de 2016

Series a raudales

A veces perdemos la continuidad en proyectos que otrora eran imprescindibles para nosotros. No es que pierdan su importancia, pero sí su necesidad imperiosa.

Admito que el tiempo que me falta para este blog se lo dedico a ver series. Y ya llevo unas cuantas. Empecé con Modern Family, genial para ver en familia y reírse un rato, por su frescura y personajes peculiares todos ellos y cuya suma les hace una de las familias más divertidas que ha dado la televisión. Continué por Breaking Bad y Orange is the new black, compaginando ambas según el día y el momento. Orange is the new black es sorprendente, y tiene lugar en una cárcel de mujeres en la que la protagonista cae por unos meses para pagar por un pecado de juventud en un momento de su vida en el que todo parece ir perfecto. Me gustó mucho por mostrar que las cárceles no están llenas de asesinos y criminales de lo peor de lo peor, sino de gente que en su momento es demasiado débil para decir que no en momentos cruciales, o a las que se le cruzan los cables por la desesperación o qué sé yo. Y que las cárceles no sacan precisamente lo mejor del ser humano, presos o personal.

De Breaking Bad qué voy a decir que no se haya dicho ya. Sublime, desde el comienzo hasta el final. Me costó meterme en ella y aceptar la brutalidad de los que trafican con drogas a ese nivel. Y los caracteres están tan bien perfilados que cuesta no simpatizar con todos ellos por muy malos que sean. Y el personaje protagonista, Walter White, quedará para la posteridad televisiva como uno de los mejores personajes de series jamás. Para quitarse el sombrero ante los guionistas y todos los que la hicieron posible. Si no la hubieron hecho, habría que inventarla. Hay un antes y un después de Breaking Bad para muchísima gente, entre la que me incluyo yo. 

Y por si fuera poco ahora me hallo enganchadísima a House of cards. Llevo ya tres temporadas vistas y no puedo esperar a ver la cuarta. Qué malos malísimos los que por manejar los hilos de la política están dispuestos a todo. Pero si los intríngulis de Washington son tremendos, los personajes con toda su caracterización son increíbles. Los diálogos me parecen buenísimos e increíblemente intensos. Y la escenificación y la atmósfera le confieren un estilo inconfundible. De la pareja protagonista se ha dicho mucho en los medios de comunicación, pero verdaderamente tanto Kevin Spacey como Robin Wright se salen del papel de los Underwood.

En fin, que cuando acabe con House of cards tendré que buscar digno sustituto o tendré que ponerme a escribir otra vez raudales de páginas en este blog. No sé qué será mejor. Todo es importante.