martes, 2 de mayo de 2017

De vuelta

Reaparezco por aquí como si no hubiese pasado tanto tiempo sin escribir. Yo soy la misma y es el calendario el que se empeña en seguir echándome semanas encima. Hoy estamos a 1 de mayo y definitivamente la primera mitad del año se nos va, y el año se va llenando de experiencias, en general buenas, y empiezo a avistar otras tantas, como pájaro que otea el horizonte. 

Mi vida es un no parar, pero porque yo he decidido que así sea. Durante muchos años paré y ahora hay que recuperar y jamás me he sentido mejor ni más viva. Quizá por eso sea este blog el que pague el pato y mis pobres lectores se habrán cansado de mirar si he escrito o no. Probablemente este post ya no lo lea nadie, pero tampoco voy a cerrar el blog, porque lo tengo cariño.

Han sido meses de preparar y dar infinidad de clases, de luchar con unas adolescentes que tampoco me lo están poniendo muy difícil y que incluso me hacen disfrutar del día a día con ellas y de recordarme que la vida pasa y que, o aprovecho ahora el tiempo con ellas, o en nada habrán volado y se habrán pasado todos esos años en los que son mías, desde que nacieron hasta que vuelen, aunque, como dice Saramago, los hijos son un préstamo que nos da la vida y no nuestra propiedad. Hasta eso trato de tenerlo presente día a día. Han sido meses de viajes emocionantes, como el que hice a Moscú con los míos hace unas semanas y que me ha marcado mucho, por haberme cambiado mucho la imagen que tenía de ese otro mundo tan diferente. Me traje muchas impresiones muy positivas y la sensación de que el resto de Europa nos creemos el centro del universo y que allí no se están perdiendo nada.

Ahora justo vuelvo de Lisboa y he vuelto a redescubrir esa maravillosa ciudad - el problema es que no sólo yo, sino otros miles y miles de turistas, que están "barcelonizando" la ciudad. Probablemente los precios suban, pues las masas ya están allí, y la ciudad pierda mucho de su esencia en los próximos años, en un proceso que es ya imparable. Los barcos crucero que atracan en la ciudad son un muy mal presagio. Por otra parte me quito el sombrero ante el hecho de que los portugueses nos hablan en castellano a los españoles, pero es que hablan también sin problema inglés y en muchos casos francés. Lecciones de humildad que nos dan. Nada como viajar para quitarse prejuicios y arrogancia de encima.

Por eso, aquí estoy de nuevo, con más modestia que nunca y con ganas de decirle al mundo que, aunque no me guste por la que hay montada en él, nos lo pone muy difícil para no amarlo y continuar nuestra lucha diaria y decirle sí a la vida para sobrevivir y salir adelante en cualquier parte del mundo. Porque en cualquiera de ellas todos queremos lo mismo: sobrevivir y ser felices.

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