jueves, 8 de septiembre de 2011

Resistiré

Todos los comienzos de curso ocurre lo mismo, y de lo que se trata es de mantener el tipo. Llevamos cuatro semanas exactas de clase, y las primeras semanas es genial sacar de la cartera casi cada día una hojita con todo tipo de actividades extraescolares que puede hacer tu hijo. Gente que ofrece sus servicios al colegio pero por la tarde, para llenar los horarios de tarde, que no existen aquí en primaria. Un día sacas un papelito con cursos de yoga para niños, otro de ajedrez, otro de balonmano, otro de clases de canto, otro de la orquesta de instrumentos de cuerda. El colegio pone a disposición sus aulas, pero son todo clases particulares. Al ser en el colegio, esto implica que unas y otras (madres) te pregunten constantemente: "¿Es que Natalia no participa en la orquesta?". "No, no participa". Además de esta oferta, está la del barrio, a la que niños de la clase van con amiguitos: hockey, saltar a la cuerda (o la versión sofisticada, llamada hoy día rope skipping), a hip hop, a montar a caballo, curso de tenis, fútbol, balonmano. Más preguntas de si mis hijas van o no, o lo que es peor, que ellas pregunten si pueden ir a hip hop porque fulanita va también.

El truco es aguantar el primer mes del curso, y luego todo se establece como ha de ser. Yo resisto y tiro todas esas hojitas a la basura, y hago tan solo las extraescolares de siempre (digo "hago" porque a la que le toca llevarlas es a mí, y por eso no hago uso de tanta oferta), que son violín una y violonchelo la otra. Este año se le ha sumado la catequesis de la pequeña, con lo que son tres cosas (para mí). Y luego si quedan a jugar con amigos, hay que ir a recogerlas o llevarlas, ídem de cumpleaños. Ayer me hice 25 km en ir a recoger a mi hija de una casa y volver. Lo triste es ver que muchas veces, cuando mis hijas quieren quedar, es prácticamente imposible en muchos casos, pues hay críos que tienen todas las tardes de la semana cogidas con extraescolares.

Pero yo aguanto, y salvo lo que tiene razón de ser, la música, y que podría haber sido alguna otra cosa, no me complico con nada más. Es cuestión de aguantar el tiempo que toca hasta que dejan de aparecer esas hojitas con tan maravillosa oferta, igual que ocurre en el supermercado, donde ayer estupefacta me quedé al ver todos los dulces navideños listos para su consumo a comienzos de septiembre. Como las extraescolares están decididas, y el curso y sus extras están más que establecidos, ahora ya nos metemos de lleno en la temporada navideña, y ayer, al ver los montones de dulces me pregunté lo siguiente: a) si los dulces llevan tantos conservantes que se conservan hasta Navidad, y b) si verdaderamente la gente necesita comer todo esto en septiembre, y prolongar el consumo hasta Navidad. Yo desde luego que hasta noviembre no me gasto ni un céntimo en ningún dulce navideño, porque ahora me parecen parte del atontamiento colectivo en el que nos quieren sumir. De que a lo mejor, de tanto verlo...

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