jueves, 29 de septiembre de 2011

Héroes para la globalización

Le llamaban el rey loco, aunque aquí en Alemania es conocido como Märchenkönig, 'rey de cuento'. Ludwig II, rey de Baviera, murió de una manera extraña hace 125 años. Una "Ludwigmania" se ha apoderado este verano de los alredores de Múnich, con una exposición para recordar a este rey y su época, organizándose, entre otros, bailes con trajes de la época o excursiones en barco al lugar donde murió.

En Herrenchiemsee, la isla más grande en el Chiemsee, el lago bávaro, hizo construirse un castillo al estilo de Versalles, para vivir en él en realidad tan solo 10 días en 1885. Más conocido es su castillo Neuschwanstein, que inspiró el de Disney. Estos dos mundos de ensueño fueron concebidos en su día por él como lugares de retiro, y eran de una soledad absoluta, nada comparable con los millones de turistas que se pasean por ellos hoy día: solamente en Neuschwanstein son 1,3 millones al año. Entre sus pocos amigos estaban Sissi y Wagner, otros raritos que consiguieron fama universal, Wagner además gracias a la ayuda financiera del rey para obras como "El anillo del nibelungo", entre otras.

Si es una estrella es sobre todo por el misterio que rodea su vida y su muerte, con leyendas sobre él de las que no se saben si son verdaderas o falsas, que hablan de orgías con amantes (era homosexual) o de cenas para huéspedes imaginarios. La versión oficial de su muerte es que el 14 de junio de 1886 se cayó al lago Starnberger y se ahogó; pero al parecer nadaba muy bien, y donde murió el lago tenía poca profundidad. La no oficial habla de asesinato: el rey, al que le habían declarado loco dos días antes y encerrado en un castillo a orillas del lago, en un paseo, trato de escapar nadando, y parece que un médico que le vió habló de heridas de bala en la espalda.

El misterio y pompa de este rey atrae a fans de todo el mundo, japoneses y americanos en tropel, pero mucho turismo alemán también. La pregunta es qué busca la gente en ese mundo de ensueño. Cualquiera que lo ve pensaría que Alemania es una morarquía, pues de símbolos bávaros esos palacios se han convertido en puntos de referencia alemanes. Aquí al norte de Alemania no nos llega nada de la pasión por este rey, ni nada concerniente al Oktoberfest, la fiesta de la cerveza de Múnich que tiene lugar estas semanas, pero sí que vengo observando de unos años a esta parte, una mayor simpatía por todo este folclore alemán, desde tierras lejanas dentro del propio país. Y según confirman muchos, antes al Oktoberfest no iba ni mucho menos todo el mundo vestido con el pantalón típico o el dirndl, el vestido que llevan las damas, pero hoy día sí. Si hoy día compartimos crisis y miserias, también compartimos la alegría local y nos empapamos de noticias de la feria más exportada y el que puede va a admirar a ese rey que quiso retirarse del mundo, pero que consiguió todo lo contrario, logrando que muchos lugares de la región vivan de él. A lo mejor esto es la solución a la crisis actual y no dejo pasar por alto que hoy es una jornada muy importante para Europa, y ya tenemos el desenlace. Confirmada la noticia que se cuela ahora mismo como urgente: Merkel acaba de conseguir, por 523 votos a favor y 85 en contra, la ampliación del fondo del rescate. A lo mejor en 125 años Alemania lo celebrará.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho este artículo de costumbres rasgado por el toque realista de la crisis y por esa media distancia con la que abordas el tema.
    El verano de 2001 visitamos La Selva Negra y un día nos acercamos en coche para visitar el castillo de Neuschwanstein, que no sé si quiere decir "el nuevo castillo del cisne o la piedra nueva del cisne", bueno, tú dirás si tiene traducción. Está claro que es una fantasía que no tiene parangón.

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  2. Sí, podría ser "piedra nueva del cisne", pero si nos ponemos muy gramáticos sería quizá "la piedra del nuevo cisne", respetando el orden lógico del alemán. El lugar es precioso, sobre todo desde fuera, pues dentro te queda esa sensación de estar en un mundo de misterio y fantasía. A mí me gustó volver al mundo real tras la visita, y lo que destilan las salas del castillo y los parajes del entorno, es una soledad inmensa. Merece la pena visitarlo, desde luego. Los millones de turistas no se se equivocan, aunque sea por hacer la foto del castillo, tan conocida fuera de Alemania. Sin embargo a mí me impresionó igual o más Füssen, el pueblecito a los pies del castillo, tan bávaro, y los paisajes de la zona son preciosos. Muy recomendable ir desde allí hacia Allgäu, zona de vaquitas y prados idílicos. Me dije que volvería y ya hace... lo menos 15 años que estuve.

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