domingo, 25 de septiembre de 2011

Un domingo (que parece) cualquiera

Domingo de compras. Eso es muy raro en Alemania, ya que tan solo son unos cuantos al año, y con algún permiso especial, tres o cuatro como mucho. Hoy ha sido uno de ellos, y lo he aprovechado, pues el tiempo tan soleado que tenemos de repente, animaba a hacer algo. Estamos de lleno en el veranillo de San Miguel, aquí denominado Altweibersommer, que se entiende como el 'verano de las mujeres viejas', y que a mí me parece un término muy feo, pero acabo de ver que etimológicamente tiene que ver con las telas tan grandes de araña que se ven estos días de comienzo del otoño. Y aunque fuesen las mujeres viejas las que nos lo mandan, alabadas sean.

Como aquí cualquier rayito de sol a "destiempo" parece un regalo de los dioses, y nos da igual si es verano u otoño, el centro estaba que se venía abajo de gente. Si algo me gusta de Alemania es lo bien que se hacen las cosas sin pasarse a menudo. Por ejemplo: que abran las tiendas un domingo, no significa la salvajada del comercio en España, pues tan solo abren de 13 a 18 horas, y nada más. No es todo el día, pero permite darse un buen paseíto y gastar, que es lo que se pretende, y es la hora central del día. De esa manera la gente también come, y se benefician todos los locales de alrededor. Hoy ponía que el motivo era el comienzo del otoño, y el siguiente es para noviembre. No se abre el primer domingo de mes, ni existe ninguna norma, ni siquiera en Navidades, sino que tan solo se abre unos cuantos sueltos al año.

Yo he vivido en países de apertura de tiendas todos o bastantes domingos del año, y por supuesto que le veo ventajas. Sin embargo, para los dependientes de las tiendas, que ya trabajan el sábado en muchos casos, les supone sacrificar el fin de semana entero. En Alemania, el cierre de los domingos se justifica a capa de espada, como día de las familias, de descanso, ya que horario suficiente para comprar hay de sobra. Y yo pienso que sí. Cuando llegué a Alemania en 1990, los horarios eran bastante penosos: las tiendas cerraban a las seis de la tarde entre semana, y los sábados a las dos de la tarde. Recuerdo uno de mis primeros sábados en Hamburgo, cómo, cuando cerraron las tiendas un sábado a las dos de la tarde, el centro se quedó vacío, y yo deprimida al ver que se acababa la vida en la ciudad. Con el paso de los años fue ampliándose el horario: primero hasta las siete de la tarde, luego los jueves era la "tarde larga", hasta las ocho, y hace ya muchos años que se empezó a dejar todo abierto hasta las ocho de la tarde, sábados incluidos. Creo que desde entonces las ciudadas alemanas, cuyo centro cuando no están las tiendas abiertas, parecían muertas los domingos, ganaron en vida, y muchos de los cafés o restaurantes que abrieron al abrigo de tantas horas de apertura, siguen abiertos ahora los domingos, y el centro parece vivo un domingo también.

Hoy parecía un sábado, y la gente copaba calles, tiendas y cafés, y lo más... la recién estrenada tienda de Apple en pleno Jungfernstieg, una de las zonas de más tránsito en el centro. La tienda estaba llenita, con tales mareas humanas, que me pregunto cómo estará cuando se acerquen las Navidades. Mi hija y yo hemos estado investigando los aparatitos último modelo y yo he decubierto un App que me permite descargarme clásicos de manera legal y gratuita. Para que se sepa, el App ibooks permite bajarse obras clásicas de la literatura universal de manera gratuita. Me he ido feliz de la tienda, sin haber comprado nada, pero con Fausto y La metamorfosis en mi iphone. Y feliz para casa a las seis de la tarde (más horas de compra no se necesitan un domingo) de haber pasado unas horas estupendas con mi hija, que parece ya una señorita y que es una perfecta compañía en un día precioso en el centro de Hamburgo lleno de vida.

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