lunes, 19 de septiembre de 2011

Que sí, que es el momento, que ya lo sé...

Además de ver ya los dulces navideños en el supermercado, aquí todo huele a otoño y lo que viene detrás, que es peor aún. Por todas partes se oyen entos días ruidos de máquinas cortando ramas de árboles, poniéndolos al día y en supermercados o droguerías, aquí no hace falta ni acercarse a un vivero, venden bulbos para plantar. Es el momento, nos recuerdan. El periódico en su apartado de vivienda y decoración nos recuerda también que ahora es cuando hay que planificar un jardín, para disfrutar de él en primavera. Trabaje hoy y beneficiése al año que viene, es la divisa. Si pienso en la "cantidad" de días que me he sentado este año en mi jardín, considero que mis cuidados, que son cero, están muy bien compensados. De qué sirve matarte a trabajar, si luego lo ves siempre desde dentro.

Cada vez que hablo con mi vecina a la puerta de casa, ella mira preocupada el césped, que este año se ha convertido en un cultivo de musgo y tréboles, y acaba por sacar el tema, y eso que sabe que a mí me impresiona poco. Como tuve este verano expertos en mi casa que me dijeron que eso tenía que ver con la humedad, yo hago alarde de entendida y le dijo que qué más da, que ha sido por el verano tan húmedo que hemos tenido, que no merece la pena perder el sueño por el césped. Pero parezco la única, pues todos a mi alrededor andan escarbando, podando, barriendo hojas, llamando a servicios de jardinería que en nada se suben a una grúa y podan un arbolito de los que hay en mi barrio. Y a mí se me viene el otoño encima como todos los años: con la cosecha de bellotas que empiezan a caer de los robles que me rodean. El otro día me dió una en la cabeza, y la sentí como una llamada de la naturaleza que se apodera de todo aquí, aparte del improperio que lancé.

Sin embargo, en un momento de debilidad, compré hará ya un mes unos bulbos de crocus, porque estas flores me llenan de alegría, no por otra cosa. Tras el crudo invierno de aquí, cuando asoman, me invade la felicidad, pues pienso que si ellas pueden, el resto podrá también. Pero los bulbos siguen sin plantar, y ahora es el momento, lo sé. Lo malo es el síndrome que padezco, "pereza antijardinus" que me asalta siempre que veo trabajo en el jardín. Con lo fácil que es, como me demostró la visita tan botánica que tuve y que sin darme cuenta me llevó al vivero, compramos unas cuantas cosas y me las plantaron (eso fue lo mejor, gracias, gracias). Me enseñaron sobre jardinería para vagos: se plantan macetas grandes con plantas perennes y luego se rodean con plantitas de temporada, y ésas hay que irlas cambiando. Me he comprometido a hacerlo, pues disfruto mucho de mis maceteros desde el interior, pues desde fuera, poca cosa.

Si consigo plantar los bulbos de los crocus antes de que perezcan en su bolsita, a lo mejor me animo a comprar bulbos de tulipanes, que también es el momento. Y encima, hoy regreso a mis clases, como profe, y normalmente cuando les pregunto a los alumnos que qué han hecho los fines de semana,o han ido todos al vivero a comprar plantas o han estado removiendo la tierra del jardín, o plantando y planificando. Luego me empiezan a preguntar por términos de jardinería en español y empiezo a sudar, y les digo que la botánica no es mi especialidad, que yo opino que un jardín es para disfrutarlo, para aprovechar el rayito de sol, si es que sale. Me temo que seguiré siendo una incomprendida.

2 comentarios:

  1. Pregúntanos todos los "términos botánicos" que necesites para tus clases, ya sabes que a nosotros nos gusta.

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  2. Sí, lo sé, gracias. El otro día fue muy divertido en clase. Como me conocen bien, y para hacerles hablar, en vez de presentarme yo, les digo que me presenten ellos a los nuevos que vienen. Y así hicieron. Tras decir lo obvio de mi vida, alguien dijo: "No le gusta trabajar en el jardín"... Les conté de mis bulbos, y adivinaron enseguida por qué me gustan tanto los crocus...

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