En Alemania desde hace una semana se debate en todos los medios de comunicación el tema del sexismo en el trabajo frente a las mujeres. Todo esto ha surgido por las declaraciones de una periodista de la revista semanal Stern, que contó hace una semana la manera con que un político del FDP hace un año, solamente respondió a preguntas serias y profesionales de ella en la barra de un bar, con frases de macho cazador. La periodista tiene 29 años, el político 67 años. En la reunión anual de los Liberales, los periodistas y los políticos se juntan en un bar. La periodista le pregunta que cómo se siente con ser una figura tan relvante en el partido, alguien que da nuevos impulsos y ya a una edad en la que otros están jubilados. Él, con una copa de vino en la mano le dice que quiere hablar de otra cosa, de la edad de ella. Y le dice que tiene experiencia con mujeres de esa edad. Ella trata de volver sobre una conversación seria. Él le pregunta que de dónde es. De Múnich, dice ella, ah, allí las mujeres aguantan bien el alcohol, y mira con escepticismo la Coca Cola que ella se está tomando. Ella le espeta que en su tiempo privado también bebe. Entonces él la mira al escote y le dice que puede llenar bien un dirndl (los vestidos típicos de las camareras de la fiesta de la cerveza). Le besa la mano y al recordarle ella que es periodista y él político, él le dice que los políticos caen rendidos a los pies de las periodistas, porque todos somos humanos... recalca.
A partir de esta historia, muchas periodistas han aplaudido la valentía de esa compañera, y han explicado lo difícil que es como mujer trabajar en ese mundo de testosterona de la política en Berlín. Que ellos no las toman en serio, y que ha habido casos muy serios hasta ahora callados. Para mí una situación así es una discriminación absoluta. Por mucho que estuvieran en un bar, que es parte de muchos eventos políticos, hay gente que no sabe comportarse frente a una mujer, y peor aún, en Alemania muchos hombres se creen que las mujeres son menos profesionales que ellos, y las mujeres sabemos lo que se nos escruta a menudo: ropa y todo. Yo he oído en mi propia familia política decir que no es de extrañar que profesores acosen a las alumnas, con lo provocadoras que van hoy día clase. Frases así dicen mucho de la educación que muchos reciben en sus casas, y lo que todo trasciende a la vida real.
El debate sigue, y va una semana entera. El otro día, el político dio una rueda de prensa para hablar de las posiciones del partido, y acudió la periodista. Otros le preguntaron por él suceso, y él se negó a hacer ninguna declaración. Tampoco ha habido ninguna disculpa por su parte. La polémica está servida, y está bien así. La discriminación abierta es un mal social que muchos tratamos de combatir como podemos, pero la aceptada por todos ha de ser combatida y rechazada igualmente. Continuará... probablemente.
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