El año nuevo ha comenzado en Hamburgo con noticias del corazón: Rafael van der Vaart y su esposa Sylvie se separan. Lo genial del caso es que en Nochevieja todavía twitearon que estaban felices pasándoselo en grande en el pisito de 400 metros cuadrados que acaban de decorar, y por lo visto y según el diario sensacionalista Bild, que nunca se equivoca, acabaron a palos. De la "feliz" fiesta pasaron a un comunicado oficial anunciando su separación. Él ha dicho a Bild que se arrepiente de haberle levantado la mano a ella.
Hamburgo pierde a su pareja glamour que todos comparaban con los Beckham. En septiembre regresaron a Hamburgo, que era su sueño, tras haber "sufrido" en Madrid y en Londres. Él llegó como salvador del HSV, el equipo de fútbol de Hamburgo, que estaba en mínimos. Y ella vivió su cáncer de pecho, recuperación y regreso a los focos como modelo y presentadora no solo de profesión pero de su propia vida. Es una pareja que ha vivido su matrimonio perfecto y feliz hacia fuera, siempre con cámaras. Su boda en Holanda fue retransmitida en la televisión. Ahora piden discrección, qué cosas.
Lo que a mí más me alucina es que hayan jugado el papel hasta el último momento: siempre sonrientes, felices, comiéndose el mundo, hasta menos de dos días antes del comunicado. Ahora todos se preguntan si el futbolista rendirá lo debido, teniendo en cuenta que le pagaron 13 millones de euros por el traslado. Un empresario de Hamburgo cansado de sufrir con su club, trajo al milagroso Rafael. Pero a su esposa le llueven más éxitos profesionales, y estos dos me recuerdan a Heidi Klum con su ex Seal. Creo que hay muchos chicos que no soportan que sus chicas tengan más éxito profesional, digo yo, que soy una malpensada.
Sea como fuere el chasco de los van der Vaart ha sido sonado, pues se compró no solo un futbolista sino papel cuché. Y ahora seguirán dando titulares, pero no los esperados. Me río yo de las parejas perfectas.
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