Como sigo con retraso, no fue hasta ayer que no leí un artículo sobre los 25 años que se cumplieron en mayo de la llegada de aquel loco con su avioneta a la Plaza Roja de Moscú. Ahora me hace más gracia aún el suceso, pues el chico es de aquí cerquita, de Wedel, de una población de Schleswig-Holstein lindante con Hamburgo.
Mathias Rust tenía 19 años cuando alquiló una Cessna, recorrió 1.000 km, entró en territorio ruso sin que nadie se diese cuenta, sobre el que voló 5 horas, lo que dejó a la seguridad rusa en evidencia, y aterrizó cerca del Kremlin y condujo luego el avión hasta la Plaza Roja de Moscú el 28 de mayo de 1987. Fue arrestado tras la hazaña que logró, además de por la valentía que da la locura, por haber tenido una suerte loca (curiosa asociación de términos, la suerte con la locura; nunca me había parado a pensarlo), ya que aunque en algún momento fue captado por los radares, no lo derribaron, le volvieron a perder, y cuando le capturaron no se lo cargaron de inmediato. Gortbachow se aprovechó del suceso y despidió a 300 militares, lo cual le vino bien para renovar los mandos más duros del ejército. A Rust le llevaron a juicio en la Unión Soviética, pero la pena fue menor de la que pidieron en un comienzo: 432 días en una prisión del KGB. Al volver a Alemania trabajó en un hospital de Hamburgo, pero cuando una enfermera que le gustaba le negó un beso, la hirió con un cuchillo. Acabó en la carcel condenado a dos años y medio por intento de asesinato. Los psiquiatras le atestaron un fuerte Mutterkomplex, un complejo maternal. Mi desconocimiento de psicología me impide saber si es lo mismo que el complejo de Edipo o si simplemente su madre, por decirlo claro, le machacó para siempre dejándole acomplejadísimo. El psiquiatra le diagnosticó este complejo, que sería también la causa de ese vuelo al Kremlin, y que con la puñalada a la enfermera lo que quería en realidad era hacer daño a su madre. Qué fácil es echar la culpa a las madres, y explicar todo a posteriori teniendo tan claro quien es el culpable. Como si hubiese que dar puñaladas a quien no le quiera a uno. Bueno, en eso se basa la violencia de género, o, triste decirlo hoy, la venganza de ese padre en esa ciudad andaluza que ha matado a sus hijos porque su esposa se separa de él. Menuda venganza.
Rust se las volvió a ver con la justicia cuando le pillaron robando un jersey de lana de cachemira en unos grandes almacenes de Hamburgo. Se casó dos veces, estuvo trabajando en un bar de Moscú, luego vivió en Berlín y en Estonia. Parece que ha vivido del dinero que ganó jugando al póker (en un torneo ganó 750.000 dólares.) Luego se hizo banquero en Zúrich (ahora vemos quiénes están a cargo del dinero en los bancos, y no solo en Suiza, y cómo el sistema bancario es como el póker). Ahora parece que quiere abrir un centro de yoga en Hamburgo, que es su nueva pasión. Empiezo a preguntarme si verdaderamente está loco alguien así.
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