Antes me ha formulado mi hija pequeña una de sus magníficas preguntas filosóficas llenas de sentido: "Mamá, ¿de qué sirve planchar?" Yo estaba planchando, claro, como me ve infinidad de veces, y tras reírme le he dicho que tiene razón, pues era una pregunta retórica a la que ella no esperaba respuesta en realidad: "Para nada", le respondí, "verdaderamente no sirve de nada, pues no se acaba nunca", y eso que desde que adquirí mi superplancha por recomendación de una amiga, mi vida planchadora mejoró muchísmo en cuanto a calidad de vida y de planchado. Pero ahí sigue sin acabarse nunca la ropa que planchar.
De la misma manera, de qué le sirve a Hamburgo ganar en atractivo como ciudad para familias si como dice el estudio publicado hoy, los colegios siguen siendo un problema y las familias se quejan de que los colegios no cubren la demanda y hay 38.000 padres y madres muy o altamente cualificados al cuidado de sus hijos en casa (hay 1,8 millones de habitantes). Padres no conozco a ninguno, pero alguno habrá, pero mujeres un rato.
Y estos días vengo pensando ante la avalancha de artículos sobre el 50 aniversario de la muerte de Marilyn Monroe, que de qué le sirvió ser ese pedazo de mujer que era si terminó muriendo tan joven, ser la más deseada y tener al mundo a sus pies si luego se sentía completamente sola, si parecía tenerlo todo y era, en palabras de Henry Miller, uno de sus maridos, la mujer más triste del mundo. He vuelto a ver las imágenes de cuando le cantó a Kennedy el "Happy Birthday" y quitan el hipo con tanta sensualidad. Él no queda muy bien parado como amante en lo que he leido estos días sobre la relación. Marilyn era indudablemente mucho más que esa imagen sensual que explotó al máximo. El problema fue cuando se dio cuenta de que eso solo era lo que quería el mundo, el cine, y los hombres. Y probablemente se ahogó en ese mismo papel que ella misma creó, incapaz de salir de él, con 36 años.
Me pregunto de qué le sirve al mundo llegar, como hoy a Marte, con todos los problemas que hay que solucionar en la tierra. O desentrañar por fin la maraña del universo con las partículas CERN, con todo lo que hay que comprender en nuestro planeta. Entiendo que estos descubrimientos sobre los que lloran de emoción los científicos nos llevarán a algo grande quizá en 100 años o incluso mucho menos. Lo mismo que el que inventó la bombilla, o el ordenador, que ni se imaginaban el jugo que se iba a sacar de todo eso.
Hay muchas cosas grandiosas que parecen no tener significado pero lo tendrán; otras muy negativas de las que otros/otras aprenderán y sacarán sus conclusiones, o incluso uno mismo; vidas que sirvieron para convertirse en iconos. Que sea todo para bien. Hasta el planchar.
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