domingo, 25 de marzo de 2012

Porque sí

Pues las distancias se salvan; no hay más que montarse en un avión y atravesarse Europa. Soy capaz de irme un fin de semana a Madrid con 19,2 kg de peso, y volverme con 19,1 kg. Es muy fácil: no hay más que alguien convoque una fiesta, y yo ya me anime dos meses antes. Encima hubo que mantenerlo sorpresa, pues la homenajeada no debía saberlo, y la verdad es que todo salió muy bien. La cumpleañera era mi hermana, y el de la idea mi hermano, y a mí, la del medio, se me ocurrió plantarme en la fiesta, yo solita, sin que nadie esperase de mí tal cosa, dada la distancia. Aunque capaz me creían todos, me dijeron cuando lo decidí, y más ayer en la fiesta, en la que nadie pareció sorprenderse de verdad, y lo bueno es cuando ya nadie te toma por loca por hacer una cosa así. Me encanta que esté asumido.

Y así he vuelto hoy, tras un viaje relámpago a Madrid, ... pero como para perderse una fiesta así. Mis hermanos lo merecen: el uno por tener una idea tan buena, por ofrecer su casa, y organizar un buen sarao con todo el jaleo que eso le ocasiona en su vida familiar, y la otra por merecerse una fiesta así y mucho más. Yo acudí a la fiesta con un "pasaba por aquí" escrito en la frente. Ójalá pudiésemos dar alegrías así de fáciles a la gente tanto como fuese posible. Mi hermana se quedó muda al verme y la alegría fue inmesa, mía también.

El taxista también se quedó mudo a la ida, al levantar mi maleta tras saber que era solo para un fin de semana, pues pesaba lo suyo. Pero en ella iban salchichas alemanas para la fiesta y más cosillas. A la vuelta ha habido que rellenar el hueco vacío, y nada más fácil que eso también. Soy experta. Lo raro es unir en un mismo día las tres ciudades de Europa en las que he vivido, más raro aún que en las tres hoy luciese el sol en un día primaveral precioso, sin nubes en el cielo. Ha sido el trayecto más soleado que he tenido jamás, diría ahora. Y he vuelto lenta y con resaca. Quiero pensar que es lo poco que he dormido, que en Madrid no me lo pareció, allí nunca me lo parece, pero aquí sí, que encima me han robado dos horas de mi breve fin de semana: una en el aeropuerto de Bruselas, con un retraso de una hora por el avión averiado, y otra hoy, la que nos han quitado a todos los europeos, menos a los rusos, que son más listos en esta materia, y que nos hace sentirnos cuales animales de granja con los horarios descolocados.

Y descolocada me quedo, tras un día en el limbo. En días como hoy me siento apátrida. A veces pienso que mi lugar está en esos aviones que sobrevuelan Europa. Conozco el paisaje y la geografía a mi paso: hoy la costa atlántica de Francia, luego divisé la costa alemana del Mar del Norte, con las Islas Frisias al fondo, y durante todo el camino muchísimos lugares en el medio de ningún lugar, todos esos sitios en los que jamás viviría, por idílicos y por ser solo una anécdota en el paisaje. Hamburgo parecía hoy una gran urbe al llegar, y aunque lo es, hoy me lo he creído además, pues se divisaba a lo lejos, como nunca. Normalmente las nubes impiden ver nada, y es entrar, y verte metido en una "sopa", como llaman aquí a la mezcla de nubes, humedad, y lluvia en muchos casos. Madrid-Bruselas-Hamburgo. Tres ciudades que conozco a la perfección, y la suma de lo que soy, en vivencias, recuerdos, anhelos, y los tres sitios están dentro de mí, y lo estarán siempre, en un batiburrillo de sensaciones que me siguen llevando por esos cielos tan cercanos de una ciudad a la otra, para lo que sea. Lo raro es que sea todo en un día, pero todo es posible. Como cogerte un avión e irte a una fiesta de un 40 cumpleaños. Hay cosas que son un verdadero placer y la mar de fáciles.

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