miércoles, 7 de marzo de 2012

Fernweh

Hay una lección en el método de español con el que trabajo en la que se les pide a los alumnos que digan sus palabras favoritas del español: como respuesta mencionan palabras como melocotón, alrededor, amor, u otras de lo más peregrinas, pero cuyo sonido les gusta. He hecho el ejercicio con varios grupos, y yo también digo siempre cuáles son mis favoritas. Siempre elijo morriña, chiringuito y sarao. Les tengo que explicar lo que significan las tres, hasta chiringuito, que aunque los conozcan de las playas españolas no conocen la palabra. Pues hace poco un jubilado en una de mis clases me dijo que ese día él me ponía tarea: que me pensase cuáles son las palabras en alemán que más me gustan. A la semana le dije un par de ellas, y hoy, cuando me he acordado de la que titula esta entrada, me da rabia que no se me ocurriese hace dos semanas, pero supongo que no era el momento, como lo es esta semana. Fernweh es la nostalgia de lo lejano, digamos que sería lo contrario de la morriña, que es la nostalgia de tu hogar o tu país. Y el Fernweh es lo que siento yo muy a menudo cualquier día del año si me pongo a pensar, pero muchísimo estos días de vacaciones en casa. Pienso en la gente que conozco que está ahora mismo de viaje y me dan ganas de irme al aeropuerto ahora mismo, pues además de una prima mía que ha vuelto (maravillada) de Japón (lo que me contó el otro día por teléfono debería ser plasmado en un blog), también sé de gente que está ahora en Martinique (en El Caribe; me acuerdo mucho de esa alumna mía cuando veo el cielo gris aquí), en China, en Florida, o en Andalucía. A los que esquían no envidio a ninguno; qué ganas.

Sin embargo transcurre una semana tranquila de vacaciones en casa. Qué mejor momento que hacer aquello que uno debería hacer más a menudo: quitar o tirar cosas no útiles. Mi primera teoría de una época en la que me mudé a menudo es que uno debería mudarse cada dos años. Me volví experta en deshacerme de cosas y guardar mucho menos. Ahora van ya para cinco años en esta casa, y sería el momento de mudarse y tirar. Lo que uno acumula y guarda a veces es absurdo, y eso que no soy tan coleccionista de cosas inservibles. Mi segunda teoría es que de todo lo que no se utilice en un año se puede prescindir. Me agobian las cajas encima de los armarios o debajo de las camas, cuyo contenido olvidé hace mucho, porque ésas son definitivamente cosas que no necesito.

Y tiro y coloco, aprovechando la paz de estos días, y a la vez voy haciendo maletas. Adelanto que me voy el sábado, así que el Fernweh me durará un par de días más. Ya desvelaré adónde. Esta vez un largo viaje en coche a una zona que no conozco nada. Así que me encuentro sumida en otra constumbre muy mía: colocar armarios mientras hago maletas, algo que parecerá paradójico y una manera absurda de complicarse la vida, pero para mí es siempre el momento de inspeccionar a fondo, rescatar piezas olvidadas y de sacar lo inservible, porque cada viaje es un nuevo comienzo de algo. Yo al menos lo veo siempre así. De cada estancia fuera, por muy corta que sea, te llevas algo y vuelves con energías renovadas a tu rutina diaria, para seguir almacenando cosas, y tirando otras, y para estar preparados para hacer las maletas en cualquier momento y salir.

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