domingo, 4 de marzo de 2012

El puerto de los sueños

¡Cómo habré tardado tanto tiempo en ir! Hay sitios a los que cuando vamos, pensamos que debimos haber ido antes. Eso me ha pasado hoy en un museo interesantísimo que hay en Hamburgo, y que no recibe la publicidad debida. Es el museo de la emigración, la BallinStadt, o la 'ciudad de Ballin', cuyo lema es "Port of dreams", el puerto de los sueños, nada menos. Se trata de un complejo de tres edificios iguales en un lugar muy espacioso, al lado del Elba. Abrió sus puertas en 2007, más de 100 años después de la puesta en marcha de este proyecto, único en su día.

De 1901 hasta los años 30, salieron de Hamburgo millones de emigrantes al Nuevo Mundo. En los tres pabellones reconstruidos se pueden ver documentos, fotos e historias personales de gente que llegaba a Hamburgo de otras partes de Alemania y del este de Europa para iniciar el viaje hacia una nueva vida. A Hamburgo se le llama la "puerta al mundo", algo que me parece siempre una frase de los exagerados hamburgueses que se creen que viven en el centro del mundo. Pero en este punto toma su significado real la frase, porque desde aquí salieron 5 millones de personas en barco, dejando atrás Europa, Alemania y Hamburgo, en un largo viaje de la BallinStadt, en Hamburgo, a Ellis Island, Nueva York. Antes de partir, en estos pabellones arreglaban los últimos papeleos antes de lanzarse a la aventura de su nueva vida, y el museo recuerda todo esto.

Antes de crearse esta ciudad dentro de la ciudad, los que llegaban a Hamburgo para salir desde el puerto, se quedaban en otra zonas, y no se les trató muy bien. Incluso se les acusó de propagar el cólera que en 1892 hizo estragos, aunque fuese debido a la insalubridad de la ciudad. Como se cerraron las fronteras para los emigrantes, las navieras temían pérdidas en su negocio. Albert Ballin, director general de Hapag, propuso al Senado hacerse cargo de los gastos del control médico de los emigrantes en la frontera, para lo que además hizo construir una ciudad en la isla del Elba Veddel para los emigrantes, en la que pudieran tramitar todas las formalidades antes de su partida. La ciudad de los emigrantes funcionaba a la perfección: allí no solo podían dormir y comer, sino realizar los controles médicos, los papeleos, o rezar, ...incluso había una iglesia católica una protestante y una sinagoga. Se les realizaban tests, y el que no los pasase, no podía subirse al barco. Lo triste son los testimonios de los que llegaron, y que el barco, que el museo recrea muy bien, era la sociedad misma: los pasajes de primera, los de segunda y los de tercera. Tras pasar la Estatua de la Libertad, un testimonio refleja la decepción de que los pasajeros de primera salieran por la puerta grande del barco y los otros tuviesen que sufrir otros controles exhaustos y no pudieran salir hasta una noche después por lo menos.

El museo cuenta casos concretos de gente buscando su suerte al otro lado del mundo, y si lo consiguieron o no, historias tristes, historias de esperanza, y todo en un escenario muy cuidadosamente presentado, con baúles y maletas por todas partes, llenas de documentos, objetos personales, y mucha ilusión. El museo ofrece además la posibilidad de buscar a antepasados que se fueron desde este lugar y tiene una base de datos impresionante. Había varias personas de habla inglesa buscando sus raíces, supongo. Tristemente leo ahora que el museo ha sido criticado por no recibir el número de visitas que esperaban. El negocio, como siempre. Espero que los que lean esto y puedan, acudan a verlo, pues es un testimonio real de gentes en busca de una vida mejor, algo muy legítimo entonces y ahora, de la manera que uno lo desee. http://www.ballinstadt.de/

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