domingo, 26 de febrero de 2012

Puente de estrellas

Antes, leía en el periódico sobre dos nacimientos muy distintos: por una parte el de la hija de la heredera al trono de Suecia, y los cuatro nombres que le han caído, y la alegría que ha dado a todo sus súbditos; pero cuando he leído de otro nacimiento que ha habido estos días de atrás en Hamburgo, me he imaginado que la alegría habrá sido mucho mayor. En Hamburgo existe un lugar del dolor en el que ya no cabe la esperanza: el centro de cuidados paliativos para niños, en el que éstos pasan sus últimas semanas de vida acompañados de sus familias. En este lugar de muerte y de despedida nació el otro día un niño. La madre de una niña que se está muriendo dio a luz en ese centro, en el que se encuentran estos días para despedirse de su hija de año y medio. Jamás había nacido nadie en este lugar, y al anunciar la noticia, la directora del centro dijo que habían notado de una manera muy distinta lo cerca que pueden estar la vida y la muerte. Este centro abrió en 2003, para acompañar en su último viaje a niños y jóvenes. Han apoyado a 400 familias, y más de 100 niños han muerto en esta casa; pueden acoger a 8 a la vez. Siempre tienen una habitación libre para algún niño cuya muerte sea inminente. Se mantienen a base de donativos y necesitan al año 1,7 millones de euros.

El nacimiento fue una experiencia única para los trabajadores del centro, y me lo puedo imaginar. Acostumbrados a ver cómo vidas tan jóvenes se apagan y lo que supone para sus familias, el ver nacer a un crío allí, debe haber sido mágico. Y la misma madre que da a luz a un bebé, está a punto de perder a otro. Qué irónica es la vida a veces, y cómo juega con uno.

Hace poco supe de un caso que me llegó a lo más hondo. La profesora de violín de mi hija, de la que hablé en el último post, me contó que acababa de fallecer una de sus alumnas. Era la niña que iba a clase antes de la mía, y yo la veía cada lunes. En el concierto de verano, en casa de la profesora, tocó junto a su hermana. La niña empezó a sentirse mal la Semana Santa pasada. Tenía un tumor en el cerebro. Parecía haberlo superado, cuando en verano recayó. Ya no volvió al colegio, y en diciembre falleció, con 8 años. La profesora me contó que los padres le pidieron tocar en el funeral, y dice que fue el concierto más doloroso de toda su vida. Todavía veo a esa niña saliendo con su violín cada lunes. Por mucho que lo intente, ni me imagino el dolor que estarán pasando esos padres, que tienen que seguir viviendo por esa otra hija que tienen, y hacer de tripas corazón.

Por cierto, el centro de paliativos al que acuden las familias con sus hijos con enfermedades terminales se llama Sternenbrücke, y ahora pienso en la traducción y estoy convencida de que es el mejor puente al que podré rendir homenaje en este blog: se llama "puente de estrellas". Menudo puente, y esta vez no ha sido hacia la muerte, sino también a la vida, y esta estrella que ha nacido será el mejor puente para sus padres y para todos los que han presenciado ese milagro de la vida entre tanto sufrimiento.

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