miércoles, 22 de febrero de 2012

Mi especialista favorito

Lo bueno de tener un blog es que uno puede escribir tanto del presidente alemán como de hemorroides y quedarse tan ancho. Hoy tocan las hemorroides. Admito que me encantan los temas tabú y si en este blog no me salgo a materias espinosas, es por pudor de cara hacia los que me conocen, pues hace tiempo que me vengo diciendo que yo me lo quiero montar tan bien como la gente que escribe por ejemplo de su vida sexual y encima gana dinero con ese blog. Yo no espero ganar dinero escribiendo de hemorroides, pero hablar de ese tema del que nadie habla me tienta tanto que hasta a punto de dormir ya, me apetece contar mis aventuras de hoy en el proctólogo. De los especialistas, creo que son los que más simpáticos me caen. He llegado a la conclusión de que los traumatólogos y los dermatólogos son los que más antipáticos me parecen: que te averigüen qué hueso exacto o qué problema es por el que te duele un hombro o una rodilla es tan jorobado como que te acierten con la pomada para la dermatitis u otras alergias de las que tampoco te encuentran la causa. Pero un proctólogo tiene siempre éxito.

No sé cómo aterricé en esta consulta en pleno centro de Hamburgo. Creo que fue porque me mandó una médica de cabecera, tras quedar yo hecha un cromo en temas de venas y varices tras mi segundo parto. Y desde entonces vuelvo al proctólogo cada dos años o así. Supongo que será la mejor manera de evitar operaciones y el uso indefinido de pomadas y más pomadas. A mí, mi visita en esta consulta me parece mágica: con unos toquecitos, y no es broma, salgo nueva. Cuando comencé a tratarme allí, había otro médico, muy amable y ya mayor, y el mobiliario de la consulta era de época antediluviana. Lo mejor era la silla, que parecía de Frankenstein, y eso tampoco es broma. Me decía que me bajase un poco lo necesario para dejar el "lugar" de tratamiento al aire, y volcaba la silla hacia atrás dejándome patas arriba. Unos toquecitos, y hasta otra. Un tiempo, por no ir hasta allí, tan lejos, cambié de médico, pero cuando me mandaron una pomada que no me hizo nada volví a la silla de Frankenstein como un corderito. Hace dos años este médico se había jubilado y apareció un médico joven. La silla era la misma. Yo casi le compadecí, pues pensé que qué mal estudiar tantos años medicina, para acabar viendo culos todo el día, y curando anos y rectos. Pero hoy, al ver a entrar de nuevo al juvenil médico, con flequillo a lo beach boy, todo moreno, y que me saludó tan amablemente, me di cuenta de que probablemente esté tan contento porque su trabajo es necesario y hace feliz a la gente. La consulta se ha modernizado: ya no está la silla de película de terror, sino una moderna camilla; hay biombos de cristal diáfano y una vitrina mostraba fósiles y herramientas que parecías prehistóricas: no olvidemos que las hemorroides lo son también. Y tras mis toques mágicos, esta vez tumbada sobre el lateral, y que esta vez se hicieron notar más que otras veces aunque duraron como siempre, como mucho unos 15 segundos, me dijo, "ya está, vuelva en un año". Y me fui toda contenta, tras coger el abrigo de la sala de espera, y ver que todos esos que estaban allí esperando, saldrían como yo, con la sensación de haber logrado algo grande de nuevo.

Lo sorprendente es que cuando cuento de esto a españoles la mayoría no sabe que las hemorroides se pueden cauterizar, y que en muchos casos no hay ni que operar, y pues si se tratasen debidamente, no se llegaría a esos extremos. Y pensando después en toda la gente que pasará día a día por esa consulta a una o dos veces al año cada una, he llegado a la conclusión de que debe padecer toda la población de Hamburgo estas molestias. Por supuesto que un proctólogo trata más cosas que hemorroides (acabo de mirar y aparecen cosas tan feas como fisuras anales, estreñimiento crónico y cosas así), pero solo con eso se tienen ganado el cielo. Y sin embargo nadie habla de esto. En mi casa, cuando era niña, yo siempre oí hablar de almorranas, y si bien la palabra hemorroides suena más "fina", sigue costando pronunciarla. ¡Quién admite tenerlas!, no es como contar que te duele la cabeza. Pero si por hablar de estos temas sabemos que existen estos especialistas en traseros, a lo mejor nos ahorramos más de algún susto. Yo me lo he dado ya al escribir de todo esto con toda naturalidad, y sin pestañear, eso sí, eligiendo muy cuidadosamente el tono y el vocabulario, pues estoy hablando de "mi más querido", como se dice en alemán para referirse también al trasero, mein Allerwerteste. Así que por qué no iba a poder escribir de esto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario