viernes, 17 de junio de 2011

Estamos todos locos

A veces no sé si estamos locos los padres de hoy día, pero la idea me merodea por la cabeza todo el tiempo. Esta semana ha sido para olvidar, y eso que ha tenido cuatro días laborales. Todo empezó en el momento en el que saqué el martes por la mañana un papelito de la cartera de mi hija pequeña en el que ponía que la actuación de coro era hoy a las cuatro de la tarde. En ese momento sentí el "tierra trágame" por la sensación de que a veces se me va la agenda de las manos. Que como madre tengas que estar en dos sitios a la vez a la misma hora es lo más normal del mundo, y es una facultad que yo digo siempre que todavía no he desarrollado, pero que estamos en ello, aunque más o menos voy apañando siempre algo. Pero que tu hijo tenga que estar en dos cosas importantes a la misma hora y el mismo día, resulta agobiante, y si es por partida doble, más aún. A las cuatro hoy era tanto el ensayo general para el concierto del domingo, una cita impepinable, como la actuación con el coro de primaria, eso la pequeña, y la mayor tiene que estar en el ensayo general del concierto, y en la fiesta de verano de cuatro a siete en el instituto, donde tiene que estar en un stand. Mi primera reacción fue decir que la pequeña no fuese a la actuación del coro, pero cuando me dijo que de eso nada, que cantan "La cucaracha" y que a ella, como española, le toca presentar la canción y cantar una parte sola en español, vi la seriedad del asunto. Además, ha estado participando en el coro del colegio durante todo el curso escolar, que es en horas de clase, porque yo la convencí para hacerlo. ¿Y ahora no va a actuar, que es lo más divertido y representativo, encima que además de cantar en español, canta una canción en sueco, como me demostró el otro día?

Total que le comunico a la profesora de violín que tengo problemas con la hora, y ella, espantada, me recuerda que el ensayo general es con 11 niños, cuya agenda está más llena que la de cualquier casa real, entre hockey, atletismo, flauta, piano, tenis, etc. Ahora acabo de saber que se puede hacer el ensayo una hora antes, y gracias a que otra niña renuncia a ir a un cumpleaños que tenía entre la excursión con su clase, y el ensayo general, pero ha conseguido que 11 puedan venir una hora antes. Esto significa que las llevo, las dejo allí, una hora más tarde recojo a la pequeña, la llevo a la actuación de coro, canta, al terminar volvemos a por la otra, y con ambas continuamos al instituto, donde estaremos hasta las siete y pico. Y esto es una tarde normal. Mi agenda a veces parece un encaje de bolillos, que funciona mientras todo fluya sin contratiempos, pero como ocurra algún imprevisto, se desmorona todo, y sobre todo mis nervios.

Y me repito lo que ya sé: que hoy día tenemos todos la culpa de todo esto. Nuestros padres no se complicaban, y ni había tanta actividad ni querían implicarse tanto en temas escolares y actividades como lo hacemos nosotros. Lo malo es que todos lo hacen, y tú no quieres que tus hijos sean menos. Mis hijas solo tienen cada una como extraescolar la una violín y la otra violonchelo, pero sus compañeros de clase tienen ocupadas tres tardes con actividades mínimo. Yo tengo dos hijas, y ya me da, pero conozco a familias de cuatro hijos, y hace poco me enteré de una que acaba de tener el quinto, y yo les compadezco, pues con lo mal que nos lo hemos montado hoy día, dos hijos son más que suficientes. Pero conozco a varias madres felices de pasarse las tardes con su furgoneta "lleva-niños" en la que no es poco frecuente que lleven una pegatina con la inscripción "Mamá taxi", a la que yo no le veo la gracia.

El fenómeno es internacional. Amigos míos me cuentan estos días de las graduaciones en infantil que se han inventado en España en los últimos años y que me parecen la estupidez mayor. Muchos se las ven y se las desean para escaparse del trabajo y poder ir, y esto se suma a las actuaciones como las mías en los colegios, partidos de fútbol, etc.

Pero de qué me quejo si al final se ha solucionado y ahora volveré a olvidarme de los cuatro días de llamadas, correos, y la sensación de ser una "mal queda" y fastidiar dos conciertos. Mi hija podrá ir a los dos eventos y cantar "la cucharacha", aunque hoy temprano me ha dicho que le parece muy mal que canten esa canción y que no les expliquen a los niños que qué significa la palabra "cucaracha". Es que da igual, le dije. Lo importante es participar, y no perderse ni una, aunque acabemos todas para el arrastre. Sarna con gusto no pica, ¿no?

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