lunes, 20 de junio de 2011

Descalzos para todo

En el método de español con el que enseño hay una lección muy divertida que a mí me ha dado mucho juego en mis clases. Va sobre las diferencias culturales, esas situaciones en las que actúas como tú estás acostumbrado pero que en otro país está fuera de contexto y lugar. Yo vivo esas situaciones día a día, y no por ello me dejan de llamar la atención. Una de ellas era una imagen en la que alguien entra en una casa y hace el ademán de quitarse los zapatos y la dueña le dice que no hace falta. Parecerá rara la situación, pero no lo es. La situación se puede dar con diversas lecturas, dependiendo de quiénes la realicen. Es muy normal quitarte los zapatos nada más entrar en una casa alemana, y si llegas y te los quitas, ningún alemán te dirá que no hace falta, pues es lo que se espera. Tabú es entrar con zapatos a cualquier suelo que no sea de baldosa y más aún adentrarte en la casa con los zapatos puestos. Si la situación se da entre un alemán y un español, ante el ademán del que entra en tu casa y se quiere quitar los zapatos, tú, si eres español, le dices que no, que se los puede dejar puestos, como la de la imagen del libro. Ésa soy yo muchas veces, que considera desnudar a la gente el esperar de ellos que se los quiten. Muchas veces me he sentido yo desnuda yendo bien arregladita y llegar a una casa y tener que descalzarme. Además de arruinarte cualquier modelito, es dejarte, en mi opinión, demasiado expuesta. Hay casas en las que tienen zapatillas para las visitas, o en las que te dan unos calcetines de lana gordos para que no se te enfríen los pies, y se quedan tan anchos. El modelito da igual. Este lado japonés de los alemanes está tan extendido, que es muy raro ver a la gente en zapatillas de estar en casa, pues prefieren ir descalzos. Y los críos crecen así. Yo hace años que dejé de comprar zapatillas de estar en casa, pues se quedaban pequeñas sin haberlas usado.

Ayer volví a pensar en todas estas cosas mientras veía a mis hijas actuar en calcetines. De 11 niñas que tocaron en el concierto en el que participaron, solamente dos se quedaron con su calzado puesto; las demás tocaron todas en calcetines. Para mí esto le quita el toque serio al asunto. Por supuesto que en la ópera o en la sala de conciertos los músicos van calzados, pero por muy infantil que sea el concierto, y en casa de la profesora, debería ser posible guardar ese toquecito final que dan los zapatos a cualquier artista, pues no es lo mismo ver a 10 violinistas y una violonchelista en calcetines, que me perdonen. Incluso la mayor del grupo, una chica de 18 años que iba con medias finas y una falda corta, tocó descalza.

Pero entre el público había además una señora cargada de 4 hijos bastante pequeños, que iba descalza y ni siquiera con calcetines o medias y que en el posterior café y tarta se movía con toda confianza por la casa con sus pies descalzos.

Por supuesto que hay momentos en los que yo le veo la lógica a descalzarse: aquí hay días que diluvia tanto o que los montones de nieve hacen que entres en las casas con los zapatos llenos de pegotes de hielo y no es plan de arruinarle el parqué a la gente o las moquetas que todavía muchos tienen. Esos son los días en los que yo agradezco que los que entran a mi casa se los quiten. Pero de ahí a dar un concierto clásico en calcetines va una gran diferencia y si el concierto hubiese sido en mi casa yo hubiese dicho "sí, si hace falta llevarlos".

No hay comentarios:

Publicar un comentario