domingo, 9 de septiembre de 2012

Siempre yo

Brahms y Picasso. No tienen nada que ver el uno con el otro, salvo que yo me he acercado a ambos genios este fin de semana. Johannes Brahms reside en Hamburgo en forma de un museo que lleva su nombre, no en la casa donde vivió unos años, que fue prácticamente destruida por la guerra sino en la misma zona otra acondicionada para acercarnos a este compositor que nació en Hamburgo. Curiosa la historia de su madre, que era 17 años mayor que el padre, y que dio a luz ya cuarentona a tres hijos sanos. No eran ricos pero trataron de dar a sus hijos una cultura musical que hizo de Brahms un talento ya de niño. Pero uno de los hijos venerados de Hamburgo y autor, entre otras, de la famosísima nana que todos hemos oído alguna vez, se tuvo que ir al no encontrar en su ciudad el reconocimiento que esperaba. Sí que lo tuvo en Viena, adonde emigró y donde murió recibiendo todos los honores y donde está enterrado. En las fotos que hay en el museo tiene cara de pocos amigos. Aparece mucho junto al suyo el nombre de Clara Schumann, que fue una pianista y compositora reconocida, que por suerte no se quedó del todo a la sombra de su marido, también compositor y pianista, aunque él lo intentó. Ella consiguió salir en los billetes de 100 marcos y sobrevivió a su marido 40 años, pues este acabó depresivo y enfermo. Parece que Brahms tuvo un lío con ella, pero no está claro. Sí que se enamoró de ella, eso es seguro. Pero voviendo a Brahms, ayer al oír que se fue enfadado de su ciudad natal, Hamburgo, pensé que la fuga de talentos no es nada nuevo hoy día.

Ya lo hizo Picasso también. Por cierto que mucha gente fuera de España se cree que era francés. La exposición que he visto hoy iba sobre Picasso; es decir, no eran obras suyas sino fotografías que tomaron de él fotógrafos, algunos tan conocidos como Robert Doisneau (el de la foto famosa de la pareja besándose en una calle de París), Robert Capa o Man Ray. Hay fotos magníficas de Picasso en todas poses y posturas, con sombreros, hasta disfrazado de Popeye, con su colección de hijos pequeños de los que parecía su abuelo. En las fotos se aprecia una personalidad arrolladora, seductora, con miradas de alguien satisfecho, consciente de su legado artístico. Son retratos, fotos suyas trabajando, rodeado del círculo de artistas de París, con su jovencisima esposa Jacqueline, y casi todas las fotos muestran a un Picasso mayor, con esa imagen que todos tenemos de él. Le encantaba que le fotografiaran, y el título de la exposición no podía ser más acertado: "yo-y-yo-y-yo". Lo interesante es que se percibe cómo Picasso utilizó activamente la fotografía para crear su propio mito, pues sus imagenes son tan conocidas como sus cuadros. Culto al ego celebrado y aplaudido por el mismo, sus mujeres y el mundo.

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