martes, 19 de junio de 2012

Punto y seguido

Esta semana huele a vacaciones, a maletas, a fin de curso, a notas, a preparativos, a aparcar la rutina, a pensar en desquitarme de muchas cosas. Estoy que me desbordo, como un vaso que rebosa en ebullición. Se repiten sensaciones. El final de curso reúne las mismas cada año: una mezcla de un "no somos nadie" por lo rápido que se ha pasado, a mirar a tus hijos porque han crecido con el curso que termina, que pone punto y seguido a la rutina, pero punto final a un ciclo.

Las vacaciones nos tocan este año prontito. Eso significa que el 2 de agosto será la vuelta al cole. Sí, como lo oyen. Algo rancio debe estar este país cuando todo el mes de agosto hay cole en algunos estados federales. El sistema nos escalona las vacaciones, para que no nos juntemos todos de golpe en Mallorca y la armemos buena. Así van pasando unos tras otros, repartiditos, para que quepan todos en la playa del Arenal. Y nosotros y los de Schleswig-Holstein y Berlin somos este años los primeros.

Así que una vez asumido que nos tocan tan pronto, se disponen los niños a venir mañana con las vacaciones y las notas a cuestas. Primaria me sigue desconcertando pues de una hija a otra noto cambios: hace tres años, la mayor trajo notas de primaria como uno espera que sean. Aquí la mejor nota es un 1, y la peor un 6, y si las dan así, sé orientarme. Pero ahora a los de tercero les dan unas "notas" llenas de smilies, las caritas con sonrisas, o, si van mal, señales de obras. Mi hija ha salido contentísima, pues no tiene ninguna "obra", pero como les dan o una o dos sonrisas, yo sé por dónde se anda, aunque me manejo mejor en un sistema en el que las notas quedan bien claritas, pues tanto eufemismo me carga. Como si no supiesen los niños quién de la clase tiene su vida escolar empantanada en obras y quien brilla con dobles sonrisas. Como le dije a mi hija que ya sabe dónde hay potencial, ésta se me enfadó y me dijo que nunca estoy contenta. Será eso, que las madres somos unas exigentes. Pero es que como yo soy la madre de la abeja Maya y de Willi, como dice mi hermano, sé quién vuela con los objetivos claros, y quién revolotea bastante relajada y con vagancia encima. Pero estoy muy contenta con las notas, que conste, pues no hay cascos ni obras por ninguna parte.

Así que que vengan las vacaciones. Yo he venido con el permiso antes también. Curiosa expresion. A mí no me da permiso nadie, pues yo trabajo de autónoma y voy por libre. Pero hoy he dado mi última clase antes de las vacaciones. Se repiten las sensaciones, repito: comienzas un curso con 21 y terminas con 9. O los espanto yo o la lengua, o se espantan solos, cuando ven que un idioma es trabajo, y no solo ir a clase, que también lo es. Yo, por si las moscas, los he despedido cantando "La Camisa Negra", "Bésame mucho" (ésta es la bomba, versión de Los Panchos, claro), y el Waka Waka. Se han ido contentos. A lo mejor a partir del curso que viene pongo en la última clase, o directamente en la primera "Los diez negritos", de Agatha Christie, o mejor aún, jugamos a eso. Cierro las puertas, y de ahí no se escapa nadie con vida, y les va cayendo un tema gramatical tras otro.

Termina el curso. Y llegan las vacaciones. Que sí, que me repito hoy. Pero es que este clima al que no se le puede denominar ni eso siquiera, clima, nos vuelve lentos e insensibles a todos. Llevo diciendo estos días que tengo que cargar todas mis baterías: la de calor, la de la guasa, la de la mala hostia española (que no me abandona, en realidad), la de la ropa de verano, aquí inservible. El otro día quise hacer una barbacoa, y nada, como para atreverse; hace poco alguien me contó de un concierto de verano como el que yo tuve el año pasado con diluvio universal; ayer tuve una cena en un restaurante con un jardín monísimo, pero por el aire que hacía, nos fuimos para dentro. Verano aquí, para qué. He hecho sondeos de adónde se va la gente de vacaciones, y gana Mallorca, muchos se van también al Mar Adriático, y los curtidos de siempre se van por las islas de aquí arriba y a las playas alemanas. Que Dios les ampare, con su forro polar y botas de goma. Yo no corro riesgos inútiles. Ya lo hago todo el año.

No queda nada. Las notas. Las maletas. Citas típicas de una mujer antes de partir. Y muchas ganas de largarme en un par de días. Con sonrisas y con obras.

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