martes, 12 de junio de 2012

Milagros ficticios

Este año nos han dado bien la lata con el centenario del Titanic, pero hubo otro Titanic menos conocido que se cayó del aire, y al que a mí me hubiese parecido más temerario subirme que al Titanic. Hace 75 años, en mayo de 1937 explotó en el aire sobre el estado de New Jersey, EE.UU., el LZ 129 Hindenburg, el dirigible alemán tipo zepelín, con 97 personas a bordo, de las que sobrevivieron 62. Entre la tela que cubría la estructura de aluminio y el gas que lo hacía volar, hidrógeno en concreto, era una bomba voladora, y cuando en cuestion de segundos se prendió fuego todo por una chispa causada por las maniobras de aterrizaje, el combustible que empezó a fugarse, junto con la mala climatología y la mala fortuna, se vino abajo la concepción del momento de que la tecnología era imparable.

Pero hasta este momento, el genio de Ferdinand Graf von Zeppelin había realizado su sueño el 2 de julio de 1900, con su primer dirigible. Y el último, el Hindenburg fue el número 118 de estas naves volantes, y el más grande de todos los tiempos, con 245 metros de largo, 215 toneladas de peso y 200.000 metros cúbicos de gas en su interior. El más, más, más... como el Titanic. Cuando salió de Frankfurt el 3 de mayo de 1937 ya había recorrido 300.000 km en 55 viajes, había transportado a 2.800 pasajeros y había cruzado 34 veces el océano. En este último viaje iban 36 pasajeros, menos de lo habitual, y 61 personas de la tripulación. El viaje costaba 400 dólares, tanto como es hoy 10.000 €. En los dormitorios había agua corriente caliente, en el restaurante menús a la carta, música en vivo de piano, sala de fumadores, aunque las cerillas las guardaba un azafato, por si acaso... Pero como los americanos se habían negado a proveerles con helio, que es no combustible, los dirigibles seguían siendo llenados con hidrógeno, que sí que lo es. Esta catástrofe terminó con los vuelos de dirigibles. Los nazis sospecharon de un ataque o atentado, pero todos los informes apuntaron al mismo resultado: la construcción fue víctima de si misma, de su tamaño, de la fuerza de la naturaleza.

En marzo tuve ocasión de visitar en Friedrichshafen, ciudad a orillas del Lago Constanza, el Museo Zeppelin, pues esta ciudad fue el lugar de fabricación de estas aeronaves. El museo muestra lo que supusieron los dirigibles para el transporte humano, y la proyección que muestran en una sala, con imágenes del incendio y la catástrofe, hace preguntarse si no fueron demasiado lejos, pensando que todo era posible. En 1993 resucitaron la marca y en Friedrichshafen se siguen construyendo zepelines. Ahora los mueve el helio y no el hidrógeno, y se construyen algo más "recogiditos", con 75 m de largo. Sirven para llevar turistas sobre el Lago Constanza, o algunas empresas los encargan.

Si pienso ahora en todo esto es porque, desde que visité el museo, he pensado varias veces en la temeridad humana, que a veces supera los límites del riesgo y de lo posible. Y lo mismo pienso sobre la situación del euro y todos esos bancos que volatilizaron el dinero en inversiones especulativas absurdas y sin ver límites. Pienso en las indemnizaciones millonarias que muchos se han llevado tras haberse estrellado con su nave, en cómo siguieron metiendo dinero en cajas de ahorros que eran bombas dirigidas por unos ineptos. No puedo evitar preguntarme si el euro y una política común monetaria europea no fue un querer volar demasiado alto con la nave errónea. La idea es muy buena pero no como se ha implementado, que era lo fundamental. La técnica y el progreso no previenen de tormentas, de ineptos, y menos aún de llevar el combustible inflamable a bordo, si intrínsecamente está todo podrido.

2 comentarios:

  1. Hay muchas similitudes entre el accidente del Hindenburg y la catástrofe del euro, pero la principal diferencia está en que mientras el primero se produjo por una catástrofe, el euro, a dia de hoy, aun tiene arreglo, pese a que desde algunos paises, España por supuesto incluída, se han hecho verdaderos méritos para fastidiarlo. Lo peor de todo es ver como los responsables tanto politicos como económicos se van de rositas, y encima como bien dices, se llevan pensiones millonarias por el dudoso honor de haber llevado a la quiebra sus bancos o cajas.

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    1. Yo empiezo a dudar de que tenga arreglo. Estas semanas me he vuelto muy pesimista, porque estoy verdaderamente asustada por la situación. Estamos en manos de políticos que no ven más allá de los resultados de las próximas elecciones, y han engañado vilmente, unos y otros. Zapatero negó la crisis, Rajoy niega el rescate. Y desde fuera de España parecen el hazmerreír.

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