domingo, 11 de diciembre de 2011

El mercado con chispa

No es habitual en mí desaparecer seis días, que tampoco son tantos, de mi blog, sin dejar dicho que lo voy a hacer, como tampoco lo es no escribir "tantos" días cuando no aviso. No me he ido a ninguna parte y mi rutina ha sido más rutinaria que nunca, tanto, que digamos que he tenido la mente en blanco, sin ideas. Se me desvanecieron todas y los muchos temas que tengo siempre en la cabeza, y los borradores de entradas que tengo preparados a medio escribir me parecieron inexistentes. Este fin de semana me he vuelto a encontrar en los mercados de Navidad, que este año estoy estudiando con lupa, y que me hacen más gracia que nunca. Porque he tardado 21 años en darme cuenta de que ésta es la época más bonita del año en Alemania, pues a pesar del frío, salimos y entramos, y disfrutamos de olores, colores, sabores, y nos dejamos llevar por todo eso y más.

De todos los mercadillos, de los que comentaré más, relato la visita al más interesante. Anoche estuve en el más irreverente de la ciudad, el llamado Santa Pauli, por estar en el barrio más gamberro y juerguista de la ciudad, en St. Pauli. El mercadillo ofrece lo que todos: las salchichas, los Schmalzkuchen, una especie de buñuelos pequeñitos con azucar glas, las almendras parecidas a las garrapiñadas, el Glühwein, el vino caliente con especias. Pero pero... teniendo en cuenta que nos encontramos en St. Pauli, algo ha de ser distinto a los demás mercadillos de la ciudad, y lo es. Para empezar cierran más tarde que los otros, más tarde de la una de la mañana, y la oferta de algunos puestos es la típica de la zona. Concretamente había dos de juguetitos eróticos: uno con consoladores, bolas chinas, y más objetos sobre cuyo uso yo hubiese tenido que informarme; y el otro con lo mismo, pero de artesanía. Había un "artesano" de la madera realizando en vivo consoladores de madera de abeto, barnizada después con acabados de diferentes colores, y eran muy bonitos, la verdad sea dicha, y la curiosidad de la gente mucha. Y la carpa de detrás del escenario anunciaba un striptease gratuito, para mayores de 18 años. Por si la gente esperase algún timo, tenían puesta a la entrada la lista de precios de las bebidas, y como eran civilizados, había cola para entrar. Cuando entramos, el espectáculo estaba en marcha: dos chicas en el escenario, que habían cogido a una víctima del público, se estaban desnudando a su lado y le terminaron por meter cubitos en el pantalón. A mí todo esto me lo relataron, pues no veía nada, como suele ocurrirme en todo lo que se presencie de pie en este país, ya sea la comunión de mi hija, o un striptease, la desventaja de ser más baja que la media. Luego vi un baile sobre la barra del bar, que me hizo pensar, como hice otra vez en una sala de table dance, que a los striptease en Alemania les falta chispa; definitivamente les falta algo de gracia. Las de anoche tenían disculpa, pues ante tanta masa dispuesta solo a pagar 2.50 € por un agua mineral o una coca cola, tampoco tienen que sonreír más de la cuenta. Pero fue divertida la experiencia en este mercadillo navideño que ya conocía, pero que inspeccioné más que otras veces. Que no espere nadie fotos del show (ponían que prohibido fotografiar, además), pero mañana, ahora que me he encontrado por los mercadillos navideños, comiendo todo lo arriba mencionado más una buena salchicha anoche, entre puestos de consoladores ecológicos, seguiré con mis reportajes, no solo navideños, aunque parezca que es lo único que me sale últimamente. A lo mejor me falta la chispa, como a las de anoche, pero creo que este fin de semana la he recobrado.

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