Pero volvamos a los mercadillos. Hoy le ha tocado al más nuevo, el de la HafenCity. En su segunda edición, debe seguir siendo muy desconocido, pues para ser sábado tarde estaba bastante vacío. Se encuentra en uno de los últimos vecindarios construidos en la propia HafenCity, donde todo es nuevo, pero siempre existe la "parte (más) nueva". El mercado de Navidad es básico: un puesto de salchichas, uno de vinito caliente, uno de dulces, uno de sombreros, uno de tapas, un tiovivo y ya está. Pero lo mejor de todo es la pista para patinar sobre hielo, que, dada la falta de gente, han tenido mis hijas para ellas solas casi todo el tiempo. El mercado, como anuncia la página web de la HafenCity, está a 800 m del ayuntamiento, y sin embargo parece quedar muy lejos del mundo. En comparación del gentío del mercadillo de aquél, el de la HafenCity parece íntimo. Resulta minimalista, como el barrio, al que aunque esté quedando precioso le falta vida. Pero se agradece ver un mercado de Navidad en plan tranquilo y sin el gentío del centro. Cabe esperar si irá ganando vida en los próximos años, o se queda así siempre, con el estilo del barrio tan perfecto y reluciente.
Y de camino al coche, descubrí este puente, que lleva ahí mucho tiempo, aunque supongo que menos que los antiguos almacenes del puerto, que se construyeron hace más de cien años. Es un puente que uniría lo nuevo y lo viejo, que se dan la mano aquí como en ningún lugar de la ciudad: en una acera está la Speicherstadt, los antiguos almacenes del puerto que siguen usándose, y en la de enfrente la HafenCity y todo lo nuevo, al ladito, tan cerca pero tan lejos.
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