Terminamos noviembre con sol, lo que nunca, y este noviembre no solo ha sido el noviembre más seco y soleado desde que se registran las temperaturas y el clima, sino el mes más seco jamás en Alemania. No han caido ni tres litros por metro cuadrado, dijeron anoche en las noticias. Esto significa que habitualmente jamás nos pasamos un mes sin lluvia, por muy buen tiempo que haga, y por tanto mi percepción ha sido la científica, según corroboran ahora los datos. Así que estos días están recobrando actualidad los temas del cambio climático y demás predicciones de catástrofes. A mí lo del cambio climático no es que no me preocupe, ... aunque si soy sincera no me preocupa nada, qué manía con que tengamos que sucumbir al pánico general, con la de solecito que hemos tenido este mes, que se asocia normalmente al "November Blues", la melancolía de noviembre, la que nos entra con la oscuridad y lluvia.
A mí me preocupan otras cosas, o incluso me estreso yo sola, y estos días estoy teniendo varias situaciones de "quién me manda". Anoche preparé los calendarios de Adviento de mis hijas, que empezarán a abrir mañana, nada más levantarse, cada día un regalito. La emoción es inmensa, y la pequeña me ha dicho hoy que quería que fuese 1 de diciembre ya mismo. Por suerte no tiene que esperar más que un día. Pero millones de mujeres alemanas habrán hecho estos días los calendarios para sus hijos. El comercio sabe de tal demanda, y venden hoy día infinidad de cositas pequeñas, pues los de chocolatinas se han quedado obsoletos. Y yo, el día que empecé con dichos calendarios, sabía que no había marcha atrás, y cada año vuelvo a pensar que quién me manda. Ayer, con la pereza anterior a empezar a envolver paquetitos, propuse a mis hijas darles los regalos el último día, el 24, todos metidos en una bolsa, pero con la cara que me pusieron me demostraron que no es lo mismo. Se trata de la emoción diaria.
Y quién me mandaría a mí también hace más de un año cuando me eché un órdago con mi hija mayor al decirle que, para llenar mis lagunas de literatura alemana de las lecturas que se leen en los colegios aquí, leería las suyas a partir de ese momento. El año pasado cumplí, con la lectura de El aula voladora, de Erich Kästner, que me encantó. Y este año han leído Momo, de Michael Ende, y ya les han examinado del libro y todo, y yo sigo sin haberlo leído. Al profesor de lengua y literatura, como mi hija larga más de la cuenta en clase, le hizo tanta gracia mi ocurrencia, que lo celebró, y me recibió hace un año, cuando fui a la cita para el seguimiento de mi hija, diciéndome: "A usted le gustan los clásicos", y le dije que sí, y me dijo que se esforzaría a la hora de elegir libros para la clase. Pero un año después, como mi hija le ha contado, por supuesto, que su madre no se ha leído todavía Momo, el profe me recibió en mi cita anual con las palabras: "Con su hija todo muy bien, no tengo ninguna queja de nada... pero con usted voy a tener que tomar medidas", y empezó a reírse, y me despidió diciéndome que seguirá a través de mi hija mis progresos. El hecho es que saqué de la biblioteca hace semana y media el libro, y hemos oído el CD de la biblioteca también en el coche, pero ayer me recordó mi hija que el profe había vuelto a preguntar cómo lo llevo, y le dijo que va a tener que hacer algo. ¿No iba Momo de los ladrones del tiempo, de los hombres grises que roban el tiempo a los humanos y les hacen olvidar que en realidad lo auténtico de nuestras vidas son esos pequeños momentos? Creo que debo leerlo urgentísimamente. No solo para que no me vuelva a preguntar el profesor de lengua, evidentemente.
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