domingo, 13 de noviembre de 2011

La verdadera globalización

Ayer tuve el placer por segundo año consecutivo de acudir al Mercado de los Pueblos, una feria de artesanía de todo el mundo que organiza una vez al año el Museo de Etnografía de Hamburgo. Estos días se ha celebrado su 25 edición, y yo no supe de su existencia hasta el año pasado. Es probable que lo visite ya siempre, pues ese museo me dice mucho más así, con arte en vivo y personas de esos pueblos, ya que la etnografía es más que objetos expuestos en vitrinas y paneles de museo. Se oía mucho español por todas las salas, pues Latinoamérica estaba muy representada, aunque sea por el espacio que ocupan en el mundo. Y en un puesto vi unas postales muy bonitas en tela con la inscripción "Bésame mucho" y parte del estribillo y hablé con la que las hace. Le compré una, de la gracia que me hizo pues justo estos días he preparado la canción para cantarla en mis clases, no por un ataque de cursilería, sino porque una alumna me la ha pedido, y como no quiero imponerles siempre yo las canciones, decidí cumplirle el deseo, y la cantaremos próximamente, porque como he investigado estos días, es una de las canciones más cantadas en habla hispana. Fue escrita en 1940 por la compositora mexicana Consuelo Velázquez cuando tenía 16 años, y sin haber recibido un beso de amor (aunque a saber...). Y no es una canción ligada a un cantante concreto sino que ha muchos la han cantado. No sé por qué yo la asocio a Los Panchos, y ésa es la que les voy a meter en mis clases, aunque haya versiones de los Beatles, Plácido Domingo y muchos más, pues Los Panchos son globales en el mundo latino.

Pero ahí estaba la canción, sobre la mesa, ahí estaba mi lengua, por todo el museo, y anteriormente en un restaurante de Hamburgo en el que comí con mi hija. El camarero, muy joven, nos oyó hablar español y se dirigió a nosotras con un acento de lo más nativo: se había críado en Mallorca, me dijo, y fue a un colegio español, como niño alemán que era, y hasta me habló en catalán. El mallorquín no lo hablaba, me dijo. Me habló de las dificultades que supuso para él cuando impusieron la enseñanza en catalán, y que las clases de inglés eran surrealistas para él: había que traducir del inglés al catalán, y él lo hacía al castellano y luego al alemán. Ahora está estudiando en Hamburgo, de donde es su madre, porque está haciendo uno de esos aprendizajes de los que hay aquí miles y de los que en España no hay ninguno, por desgracia. Me habló asustado de la situación de sus amigos españoles, buscando trabajo y sin alternativas. Pero él lo tenía muy claro: cuando acabe el aprendizaje en Alemania volverá a España, me contó, no necesariamente a Mallorca, pero aquí no se quiere quedar. No le gusta la antipatía de la gente y el vivir tan cerrados a los otros como hacen.

Y la tarde anterior, en el primer día de frío mortal de este invierno (ya estamos con heladas por las noches y de día como máximo a 4°C) por fin hice lo que debería haber hecho hace 21 años: comprarme unas botas para la nieve, pero es que he tardado todos estos años en encontrar unas que me gusten (me encanta el "es que", y siempre explico en mis clases que hay una especie de disculpa tonta en esa expresión). Pero "es que" no hay calzado más antiestético que botas para la nieve, y nada más antihumano que la nieve. Pero las vi en el escaparate, y entré. La vendedora estaba también convencida de que eran las ideales, y cuando le digo que soy española y que me ha costado decidirme a comprarme unas botas así, de repente se me pone a hablar en español: "anda, yo también". Es hija de españoles, nacida aquí, y hablaba perfectamente. Y a continuación me mostró toda orgullosa toda la ropa y bolsos que trae de España para su tienda.

Pensamos que la globalización son las tiendas de Zara o Camper por el mundo, pero en realidad es otra cosa: es darte cuenta de que todos somos seres globales hoy día, en cuanto salimos de las fronteras y proyectamos lo que llevamos dentro a cualquiera, de que una muchachita mexicana consiguió en 1940 un éxito global, y de que hablar español es algo verdaderamente maravilloso. Te une, cuando menos te lo esperas, con gente por todo el mundo, y están en todas partes.

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