viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Cómo está el mundo?

Esta semana he empezado todas mis clases con esta pregunta, no porque yo no sepa cómo está, que me asusta en realidad y mucho, pero sí para explicarles a mis alumnos de nuevo la diferencia entre "ser" y "estar: que no es lo mismo preguntar "¿Cómo es el mundo?" a "¿Cómo está el mundo?" Que con ambas preguntas se ve claramente la diferencia entre ambos verbos, que en alemán son solo uno. Y yo, en cinco cursos distintos, esperaba que me fuesen a contestar con cien mil asuntos por los que confirmar que el mundo está de pena. Y sí, salieron cosillas, como que hay una crisis económica, crisis políticas en varios países, que si Irán y la bomba atómica, pero poco más. Miraban la frase de "cómo está el mundo" con sus interrogaciones en la pizarra con cara de interrogarse ellos que a qué venía esa encerrona por mi parte. Quizá es porque aunque a mí no me lo parezca, el mundo está "como siempre", que fue la respuesta de uno, como diciendo "¡cómo va a estar!".

A mí me parece que está peor que nunca, entre la crisis económica y más, pongo como ejemplos Libia, Siria, Grecia, Italia....y puedo seguir nombrando, pasando a continuación a todas las miserias humanas, como que Iñaki Urdangarín tenga un millón de euros que no puede explicar. ¿De verdad que lo necesitan? Que la ciudadanía tenga que aceptar que un deportista llegue a ser un hombre de negocios de "tanto" éxito y que le lluevan los contratos por ser quién es, pasa dentro de lo admisible por ser quienes son, pero que le pillen como corrupto es el peor escaparate que le podían plantar a la Casa Real en tiempos de crisis, de indignados y de tantos mileuristas que no llegan a fin de mes.

Entonces si que será cierto que estamos como siempre, ni más ni menos. Viendo imágenes en la tele estos días de la serie sobre los Borgia, que no estoy siguiendo, he tratado de imaginar lo sórdido que era el mundo entonces. Pero tampoco hemos avanzado mucho si los principitos de hoy día siguen beneficiándose de ser quiénes son. Anoche, en la televisión alemana, retransmitieron en directo los premios Bambi, otorgados por la editorial Burda en diversas categorías, desde música o televisión a labores humanitarias. El premio de honor se lo dieron a Helmut Schmidt, el excanciller socialdemócrata que sigue siendo una persona muy respetada y que a sus 93 años puede opinar de todo por esa lucided tan analítica que parece faltarles a muchos políticos. En su discurso de agradecimiento por el premio dijo que saldremos de ésta porque no estamos peor de lo que hemos estado en otras épocas. Hizo alusión a los momentos más amargos de su carrera política: cuando no se doblegó ante el chantaje de la RAF, la organización terrorista que trató de hacer un jaque mate a su gobierno con el secuestro y asesinato de Hanns Martin Schleyer, el presidente de la patronal en 1977, para posteriormente recordar que Alemania tiene un deber moral hacia los otros europeos. No sé por qué creí oír una alusión a la guerra y otros momentos duros. Y que ahora toca esto: ayudar.

Efectivamente en cualquier época el mundo está de pena, y quizá mi pregunta en clase era un diagnóstico conocido, y en vez de interrogaciones, lo debí poner en signos de admiración, y no hubiese extrañado tanto.

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