lunes, 7 de noviembre de 2011

Grandes y pequeñas batallas

Tras tres maravillosos días despiojando la casa y las cabezas, hoy me han certificado una gran destreza quitando piojos. El "certificado" de estar limpia de piojos que mi hija presentará mañana en el cole me lo he ganado con mi esfuerzo y tesón y la médica me ha hecho reír cuando me ha dicho que nunca había tenido a nadie tan eficiente como yo, que normalmente tiene que ver dos o tres veces a los niños hasta certificar que no tienen ni una liendre; y me he sentido "piojinator". Y ni una liendre había, ni en las cabezas de mis hijas ni en la mía. Varias personas me han confirmado que en España los niños con piojos no dejan de ir a clase. Aquí no es el caso, y es muy normal ver cartelitos o recibir información rogando controlar las cabezas porque haya piojos "confesos" en la clase. No suelen dar nombres y apellidos, pero se sabe quiénes son. Concluido el asunto, es el momento de hacer balance: además de haberme hecho experta, la ventaja es que mis hijas ahora saben cómo se llaman desde los piojos a las liendres o las liendreras, vocabulario en español que desconocían, y han aprendido que los piojos no son tan espectaculares como pensaba mi hija pequeña, que se los imaginaba como gusanos-termitas, que se comen todo a dos carrillos.
Y tras un fin de semana sin descansar, he empezado la semana con tal sensación de agotamiento que será dura de combatir, teniendo en cuenta que acaba de empezar. Será el momento de hacer algo que nos encanta hacer a todos, y a las mujeres quizá más, de darnos algún caprichito, como premio. Necesito algo glamuroso, después de ver piojos y liendres por todas partes. Aquí ya ha empezado la temporada navideña en las tiendas, y es fácil comprar cosas con mucho brillo, y ya empiezan a vender atuendos festivos de cara a las fiestas. Las encuestas dicen que los alemanes quieren gastar menos en regalos que la Navidad pasada. No sé si nos animan a ser austeros, porque otros años antes de la temporada daban como resultado a la misma encuesta que los alemanes gastarían más esas Navidades. También el gobierno quiere bajar los impuestos, algo que nadie se cree aquí que sea posible, ni como regalo de Papá Noel. Pero a juzgar por la oferta navideña de las tiendas, tampoco parece que la gente vaya a apretarse el cinturón. Merkel también quiere subir el salario mínimo, algo por lo que la patronal dio gritos de alarma el otro día, y se dijo que la canciller daba un giro a la izquierda. Quizá deba resarcirse internamente de su papel ingrato fuera del país, de llamar constantemente la atención a Papandreus y otros. ¿O es que se acercan jornadas electorales dentro de los partidos, el momento de elegir candidatos, y están todos a ver quién da más? Lo que sí que está claro es que por mucho glamour que pongamos a estas Navidades, el año ha sido pésimo para muchos países, y ahora mismo no nos creemos nada. Y por mucho que yo me orgullezca de haber combatido todos los pijos, vendrán otras batallas, y aquí ni aplica lo de "al séptimo día descansó". No hay que bajar la guardia. Liendres y piojos hay siempre, en algún lugar.

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