Como hoy, una vez más, se me ocurren montones de ideas sobre las que escribir, lo hago sobre el tema denuncia de mi blog, por si no se habían dado cuenta cuál es: la situación de la mujer y madre trabajadora en Alemania. Aunque me tienta escribir de cosas más interesantes, como del comer pipas, del imperfecto (les aseguro que es un tema fascinante) o del agujero de unos cuantos millones que faltan para terminar de construir nuestro barrio escaparate de Hamburgo, la HafenCity, prefiero hacerlo de lo mío, con el lema, "cada loco con su tema".
Hoy leo en el Spiegel online un artículo que me parece algo absurdo, titulado "Por qué los padres temen la excedencia". Con padres el artículo se refiere a los hombres, y la excedencia a la que nos cogemos aquí en Alemania con más o menos tiempo casi todas las madres, posible hasta tres años, y sin cobrar nada, y con garantías de volver al trabajo, sino te cierran la empresa, como me ocurrió a mí. Los hombres también pueden coger estas excedencias, pero son los menos los que se atreven porque, como señala el artículo, de esa manera se perderían un futuro profesional mejor. Eso está más que claro si vemos el caso de las mujeres en este país, a la cola de Europa en temas de conciliación. El otro día oí en la radio que en Alemania faltan 240.000 plazas de guardería para la edad de 0 a 3 años. Eso no quiere decir que exista esa oferta en realidad para ese margen de edad, pues somos nosotras, madres, las que cubrimos ese tiempo aparcando nuestras profesiones, sino que hay 240.000 niños cuyas madres necesitan urgentemente tenerlos en algún sitio para poder trabajar.
En el artículo opinan algunos hombres que sufrieron en sus propias carnes lo que supone la pausa laboral: desde uno al que le ofrecieron el finiquito alegando "fusión" con otra empresa para prescindir de él, pues no le podrían dar cabida a su vuelta, a otros que aun sabiendo que si se quedan ellos las ayudas del estado son mayores durante los pocos meses que se recibe una ayuda, dicen claramente que no lo hacen por miedo a la pérdida profesional que supone llamar la atención en la empresa.
El artículo no descubre el enigma del huevo de Colón, porque no hay más que ver el panorama de las madres en este país para ver por qué los hombres "se sacrifican" a renunciar a sus derechos, decantándose por otros que siguen creyendo intocables, y de esta manera la educación de los hijos no se comparte como se hace en otros países europeos en mayor medida. Por lo que aquí las madres pueden dividirse en los siguientes grupos:
1. Las que tiran por la borda para siempre su futuro profesional por el bien de sus familias, y hablo de gente con titulación universitaria y buenos trabajos antes de dejarlos, y que defienden esta situación a capa de espada, "porque es lo mejor".
2. Las que trabajan media jornada o las horas que pueden o les dejan, y aceptan que es lo que hay y que no pueden hacer otra cosa y tratan de vivir como las madres del punto 1, siendo la perfecta madre y esposa, pero con lo que aporta el punto 2, que es darse cuenta de que lo que uno trabaja no da para nada, ni económicamente ni profesionalmente, excepto para salvar el propio orgullo.
3. Este grupo tiene mucho del 2, y nada del 1, pues son las frustradas, y atención, reclamo un uso positivo de la palabra "frustrada". Estar frustrada es algo muy positivo, pues es el momento en el que te das cuenta de que te están tomando el pelo y que tú estás igual de preparada y podrías ganar el mismo dinero que muchos hombres menos cualificados, pero que por ser hombres lo tienen más fácil, desde el punto de vista profesional y social, porque además no les juzgan por ir a trabajar, algo que se les hace aquí a las madres que lo hacen en jornada completa y con hijos.
4. Y esas son las menos, pero son las malas y desnaturalizadas madres que prefieren una carrera profesional a sacrificarse por sus hijos, y a las que en este país se les llama Rabenmütter, las 'madres de los cuervos', que como se les atribuye a estos pájaros, no parecen ocuparse de ellos, pues es evidente que la realidad es otra. Trabajar jornada completa es aquí solo posible metiendo a una au-pair en tu casa, o pagando a alguien que esté con tus hijos a partir de la una, que es cuando salen de la guardería o colegio, en la mayoría de los casos.
Creo que queda claro a qué grupo me adhiero y por si acaso no, lo digo claramente. Me considero una mujer frustrada pero en el mejor sentido de la palabra, porque de la frustración trato de sacar algo positivo y avanzar. Pienso en lo que me dijo hace poco una prima mía y que me pareció genial "En algún momento del camino en la liberación de la mujer se olvidaron por completo de nosotras, solo pensaron en las que tienen siempre ayuda en casa para todo." Cierto, ésas son las muy pocas que se realizan con todo en este país, como por ejemplo la ministra Ursula von der Leyen, con sus seis hijos, pero es que en Alemania además hemos vuelto para atrás, y la sociedad ha aparcado la liberación de la mujer como tema imposible. El otro día lo hablaba yo con una alumna mía, alemana de 39 años, que me dijo claramente que ella no quiere tener hijos porque ve a muchas amigas suyas frustradas, y que en Alemania le parece imposible conciliar con estos hombres que se piensan que la educación de los hijos sigue siendo derecho exclusivo de las madres y que no son capaces de renunciar a nada.
A mí sobre todo me asustan los comentarios de las propias mujeres, pues de los hombres no espero nada, ya que ellos están contentos con la situación y siguen pensando que están más capacitados que nosotras y así se quitan en sus trabajos la posible competencia de encima. Una conocida me contó hace poco que ha tenido que cancelar viajes de negocios en las próximas semanas porque su marido también tiene viajes esos días, y él no puede cancelar nada, y ella sí, "obviamente", y que eso significa para ella ponerse minas en su futuro profesional. En este país las niñas son maravillosas, listas, creativas, se les fomenta en eso y más; está demostrado que en el instituto sacan mejores notas, y que en la universidad son legión. Pero en el momento de tener hijos se vuelven tontas, y pierden todo su interés profesional para la sociedad alemana, salvo a tiempo parcial y a cachitos. Y el caramelo que nos dan para cubrir la falta de infraestructura, y que conste que yo he criado muy feliz a mis hijas a tiempo completo el tiempo que yo creí necesario dada la situación, es una trampa de la que es muy difícil salir. Y por eso al final sí que los hombres quizá sean más listos por no renunciar a nada, y nosotras tontas, por creernos que no podemos cambiar nada, cuando podríamos frustrarnos todas activamente.
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