martes, 3 de mayo de 2011

Lugares llenos de personaje

El arzobispo Wolf Dietrich von Raitenau quiso tanto a su Salome como para construirle un castillo en pleno Salzburgo. Tratándose de un hombre casado con la iglesia, no es desestimable el dato de que tuvo 15 hijos con la bella Salome, para los que el castillito debió de ofrecer sitio suficiente. Durante mi estancia en Salzburgo la semana pasada he tenido ocasión de pasear en dos ocasiones por los jardines del Palacio de Mirabell. Cada vez entro menos a ver palacios y riquezas interiores, y me suele bastar el conjunto exterior, y de Mirabell me quedo con sus preciosos jardines y con las vistas hacia la fortaleza dominando la ciudad. Lo de Salome Alt lo supe después, al igual que lo de los 15 hijos, y fue en la visita a las minas de sal de Bad-Dürrnberg, cerca de Hallein, ciudad "conocida" al menos en Austria por ser el lugar donde nació "Stille Nacht", villancico mundialmente conocido ("Silent Night", "Noche de Paz"). Se trata de una zona minera de sal que proporcionó la riqueza de la región, tanta como para hacer de Salzburgo esa ciudad barroca y monumental que sigue apabullando, gracias a los monumentos que este controvertido personaje, arzobispo/amante/padre de 15 hijos, hizo construir con la riqueza que amasó por el arrendamiento de las minas que le dieron esplendor a la ciudad. La ciudad de Salzburgo lleva la palabra Salz, 'sal' como componente, y el río que la atraviesa, el Salzach, también, lleva el oro blanco, como se le llamaba en el pasado, como aderezo. Odiado y venerado, el arzobispo hizo construir además del Palacio de Mirabell, que anteriormente se llamó Altenau en honor a su dueña, otro más, la Residencia, otro palacio que vi por fuera, además de la catedral.

Las minas de Hallein, y su visita parecen más bien Disneylandia. Yo grité como en la peor de las montañas rusas cuando me tuve que tirar por dos toboganes muy empinados, los que utilizaban los mineros para bajar a las minas, y eso tras haber recorrido medio kilómetro en un trenecito sentados todos de uno en uno en fila, y recorrer otro trozo en barco. Todo esto vestidos con unos monos blancos que nos proporcionaron a los visitantes, por lo que parecíamos un equipo de fantasmas en pantalones. A mis hijas les hubiese gustado deslizarse por cinco toboganes más, y yo, tras esos dos y volver a ver la luz tras 70 minutos bajo tierra, pensé en lo bien que viviá Salome, mientras que los pobres mineros trabajaban con su pico y en condiciones que no quiero ni pensar, para hacer rico al arzobispo y a la ciudad de Salzburgo. El obispo acabó encarcelado, en la fortaleza que domina la ciudad, Hohensalzburg, tras ser apresado en las guerras contra los bávaros. Como detalle curioso las minas están repartidas bajo tierra entre Alemania y Austria, y en sus profundidades está marcado el "paso fronterizo". Fue sorprendente comprobar que las fronteras pueden estar hasta en los confines de la tierra.

Curioso mundo el del obispo, su amante, los 15 hijos y la sal, como también la de otro lugar cercano, una vez pasada la frontera alemana y adentrarse en Baviera, esta vez sobre la superficie. Los paisajes son los mismos que los de esa zona de Austria, pero la sensación es distinta, la de estar en otro país en cuanto se cruza la frontera. Las praderas de flores le hacen querer a uno revolcarse y rodar como Heidi con Pedro, y los siempre omnipresentes Alpes le hacen sentirse a cualquier hamburgués, por la planicie del norte de Alemania, como un inculto en paisajes. Pero en ese nuevo mundo están aquellos sitios que le suenan a uno: Bertechsgaden, por ejemplo. Me sonaba mucho. Obersalzberg también, otra montaña que lleva la palabra "sal" en su interior. Y empiezas a subir la montaña, en coche por suerte, hacia un sitio señalizado como "Dokumentation", 'documentación' así tal cual, y empecé a recordar imágenes vistas en muchos telediarios o programas históricos alemanes. Se trata de la residencia de vacaciones de Hitler en Baviera. Como era Hitler, él llegó, y como le gustó el sitio, expropió a gente del lugar, y se hizo construir allí su residencia de vacaciones con vistas a los Alpes, al valle de abajo, con Berchtesgaden de fondo, y un búnker que a mí me dio claustrofobia. Allí paso días felices con Eva Braun, y en la terracita de estupendas vistas recibió a sus adláteres y se tomaron decisiones "importantes".

Me sorprendió la sigilosidad del sitio, por el que pasarías de largo si no sabes que está ahí, y que si acudes a él es porque vas a ver lo que hay, pues por el nombre de "Dokumentation", tan aséptico, no te imaginas nada. Sin embargo el interior, como todos estos lugares que recuerdan la parte de la historia alemana más ignomisiosa que pudo haber, es de una claridad apabullante: no se oculta nada, no se ignora nada, y ahí está todo, para el que lo quiera ver porque no es casualidad el paso del visitante. Se va a lo que se va.

Personajes que crean lugares para la historia. En cualquier parte surgen nuevos.

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