sábado, 7 de mayo de 2011

Almanya

Hace poco vi una película que está siendo un éxito de taquilla en Alemania. Se titula "Almanya", Alemania en turco. Simplemente me encantó, y de echarse en España en esos cines tan maravillosos que existen en las grandes ciudades españolas donde las pasan en su versión original, recomiendo que vayan a verla, aunque tengan que leer subtítulos. Merece la pena. Es tierna, tiernísima, real, y muy respetuosa con ambas culturas, la turca y la alemana, sacando de ambas lo bueno, y lanzando una mirada irónica sobre lo negativo y haciendo palidecer a todo lo político-correcto y los manidos debates sobre ese palabro llamado integración.

Se trata de la historia del inmigrante 1.000.001 en Alemania. Una imagen conocida de este país es la de la llegada del inmigrate un millón en 1964, un portugués, y la película comienza con un gesto de amabilidad del turco Hüseyin frente a este portugués al dejarle pasar antes, por cortesía, y recibir el otro los agasajos de la prensa y una moto. Y Hüseyin comienza su vida en Alemania. Sin premios.

La película se mueve entre el presente y el pasado del protagonista, ahora abuelo y con un nieto medio turco medio alemán que cuestiona los cimientos familiares: "Soy turco o soy alemán". El mapa de clase se acaba en una parte de Turquía, y la de sus abuelos, Antalya, ni siquiera aparece. Justo en este momento a la abuela del crío no se le ocurre más que solicitar la nacionalidad alemana, y el hombre sufre de pesadillas la noche antes de ir a por los pasaportes y que su alemanidad se haga oficial: sueña con que el funcionario de turno le hace firmar un contrato que como alemán le obliga a comer codillo y buenos asados de cerdo, y comprometerse a ir de por vida cada dos veranos a Mallorca.

Para contrarrestar sus miedos, anuncia a su familia que ha comprado una casa en Turquía y que irán todos a verla, hijos y nietos. La nieta mayor, que se acaba de enterar que está embarazada de un inglés, teme por la incomprensión de su familia, pero a la vez, su cercanía con su abuelo, le hace lanzarse en esa aventura y ser la portavoz del pasado familiar, al narrarle a su primo pequeño, el exponente de la integración por tener una madre alemana y como padre al menos turco de los hijos, cómo llegó el abuelo y el portugués le quito el sitio en la foto del millón, cómo vino luego la abuela con sus tíos a Alemania, entonces niños, y como fueron esos años de descubrir el mundo en el que se quedarían a vivir.

Divertidísimas son las escenas en las que se habla un alemán que no es alemán sino una imitación de los sonidos, lo ininteligible que les parece y de una extremada fineza cuando perciben que sus hijos, maravillados por las luces de la Navidad alemana y todos sus ritos, empiezan a hablar así e incluso obligan a sus padres a celebrar la Navidad como los alemanes y miran con espanto ese árbol escuchimizado y los regalos sin envolver que los padres les ponen. Para los padres es el momento de volver a Turquía y enseñarles su patria, y frenar tanta alemanización. Y vuelven a su tierra, para percibir que ya no son de allí tampoco, que la gente de su aldea les mira con envidia, que el amigo de uno de sus hijos, que le pidió coca cola cuando regresara, se comporta ingratamente cuando le lleva una botella, pues el familiar de otro del pueblo le llevó un coche teledirigido: "pero si no lo tengo ni yo", cuenta el crío llorando a sus padres. El conflicto de muchos, que en Alemania vivían humildemente y en su lugar de origen se pensaba la gente que vivían como millonarios.

El viaje supone un reencuentro de los miembros de la familia con sus orígenes, al tener además las tres generaciones una apreciación distinta de sus vidas como turcos en Alemania. Los abuelos son y a pesar de su nuevo pasaporte alemán turcos cien por cien, los hijos se sienten desplazados pero no cuestionan, se adaptaron pero siguen buscando algo que no encuentran, y los nietos se sienten alemanes, pero les recuerdan, como al pequeñín en el colegio, que no son de aquí ni de allí, al no incluirle sus compañeros ni en el equipo de fútbol alemán ni en el turco a la hora de jugar al fútbol en el recreo. "¿Y yo que soy?", se cuestiona el crío.

La película no da las respuestas, pero muestra la posibilidad de vivir entre dos mundos, sin perder la propia identidad, como turco-alemán. Resulta refrescante ofrecer una visión fuera de lo que normalmente oímos de estos casos: inadaptación, incomunicación, crímenes de honor, y todo lo negativo que muchos asocian con estas subculturas en Alemania. Las directoras, dos hermanas turcas saben perfectamente de lo que hablan, y su película ha sido ya premiada en marzo con el premio de plata a la mejor producción alemana!, pues la película es alemanísima, como lo son esa tercera generación.

1 comentario:

  1. Acabo de ver esta pelicula, casi con un año de retraso frente a Alemania, para que luego digan de la globalización (que aparentemente, solo se da con las grandes marcas o las superproducciones). Aunque estoy seguro que traducida, pierde matices, casi siempre propios e intraducibles dentro de cada idioma, es una pedazo de película.

    Los contrastes sufridos por los niños, por supuesto salvando las distancias, los recuerdo de mi época de niño, cuando iba de veraneo al pueblo de mi madre. Cuestiones como los cortes de agua, las "tradiciones" de las señoras mayores (buenisimo lo de tirar agua para despedir a la gente) y pequeños detalles me han traído a la memoria esos recuerdos. Incluso tambien recuerdo referencias en las que amigos de familiares volvían de Alemania o Francia como "potentados", en cochazos que ni siquiera se vendian en el mercado español.

    Es bueno tener unos orígenes de los que sentirse parte y orgulloso. También es bueno aceptar y participar de la cultura que te acoge, es lo mínimo que puedes hacer como agradecimiento. Y lo mejor de todo, es se capaz de desenvolverte en ambas, siendo capaz de sacar lo mejor de cada una.

    Hago mía la recomendación de ver la película, y pronto, me temo que al no ser "Made in Hollywood" no dure mucho en los poquitos cines en los que se proyecta.

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