viernes, 4 de mayo de 2012

Educando árboles

Aquí los árboles van a la escuela. Llevo observándolo durante años. Y hay escuelas de árboles en muchas partes, con su cartelito y todo, Baumschulen, esos viveros al natural donde los plantan y los hacen crecer hasta venderlos, pero que aquí tienen ese nombre tan instructivo y que me gusta tanto, con esa gracia que tiene a veces el alemán para formar compuestos: Baum = árbol, Schule = escuela, tal cual. Se ven muchísimas escuelas de arboles en los alrededores de Hamburgo, norte y sur.

No se da con frecuencia que yo pase por la más conocida de ellas, la Baumschule Lorenz von Ehren, en Mamstorf, pero cuando paso, tengo que parar, pues me encanta el lugar. Establecida en 1865, la fecha está colocada con orgullo en el logo de esta empresa familiar que vende desde arbustos hasta árboles de 15 metros a todo el mundo, desde este lugar al sur de Hamburgo, ya en el estado de Baja Sajonia. Clientes son hoteles famosos, el Reichtstag en Berlín, o Euro Disney en París. Ya en 1912 vendían arbolitos a casas reales europeas, y los enviaban a Inglaterra, Dinamarca o San Petersburgo, al mismo zar, algo fácil de hacer por el puerto de Hamburgo. Leí en una ocasión que la logística hace posible que hoy día de lo que venden, un 40% sea para exportar, ya que es posible transportar de manera no agresiva árboles que pesan unas cuantas toneladas.

Los árboles son algo muy serio y respetado en Alemania y en Hamburgo. Aquí queda el dato que anoté una vez: solo en Hamburgo hay unos 300.000. Yo jamás me había fijado, o aprendido a fijarme en ellos, hasta que llegué aquí. Habiendo crecido en Madrid, donde los árboles no tienen ningún protagonismo en la ciudad entre tanto coche, asfalto y ladrillo, ver los ejemplares gigantes que hay aquí en plena ciudad, asombra hasta al menos botánico, como yo. Y si ya los ves en la escuela, todos alineaditos, entonces ya le pones filosofía al asunto, pues impresiona mucho la imagen. La zona de Mamstorf es una escuela de árbol continua, y todos los campos presentan montones de ellos de todos tipos y tamaños, muchos de ellos gigantes, que lucirán luego en lugares públicos de las ciudades. Me pregunto qué aprenden los árboles en estas escuelas, si disciplina para no dejarse mover por el viento, o matemáticas. A mí éstas se me daban tan mal, que prefiero imaginar que aprenden literatura o arte, o geografía, para saber de los lugares en los que terminarán. De todo tienen que aprender, eso está claro, y para eso van a la escuela. Ni los árboles se libran, al menos en Alemania, aunque luego a lo mejor hagan lo que les da la gana, como los de la foto a continuación.

El otro día, en un paseo en una zona natural de Hamburgo, vi yo a estos dos ejemplares, y los fotografié a la vez que los bauticé como "árboles enamorados". Tanta escuela, para que luego la naturaleza presente rebeldes sin causa que se inclinarán hacia donde sea si encuentran al árbol con el que  quieren estar, por mucho bosque que sea y por muchos árboles que haya. Caprichos de los ineducables.

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