martes, 1 de mayo de 2012

Compartiendo experiencias de viajes

Los niños no se andan con etiquetas. Mi sobrino de casi 14 meses se ha echado a andar justo en los días en los que sus padres andan de viaje y le han dejado a cargo de un familiar. Así son las cosas: tú esperas que se eche a andar, y el chavalín decide que el momento de empezar a caminar lo elige él, pues no iba a esperar dos días hasta que vuelvan sus padres. Mi cuñada se fue toda apesadumbrada de viaje, por irse por primera vez sin su hijo, mientras que éste se lo está pasando pipa. Así de descastados son los críos pequeños. Se venden al mejor postor, al que les cuide, les dé de comer, les lleve de paseo, y les haga monerías. Así que de Venecia, yo que ellos aprovecharía y me iría a dar la vuelta al mundo, pues es el momento. El crío está contento y bien cuidado, y luego después, según siga creciendo, ya no lo podrán hacer hasta la jubilación lo menos.

El otro día contaba una alumna en clase, una señora mayor de 70 años con una energía increíble, que el viaje de su vida fue la vuelta al mundo cuando se jubiló. Contaba en clase que para cada viaje que realiza escribe un diario, y que de ése salió uno de más de doscientas páginas. Empezó con estos libritos en el año 72, y desde entonces tiene unos cuantos volúmenes. Verdaderamente uno no se acuerda al cabo de los años de lo que hizo durante un viaje con todo detalle. Sí que recuerdas si subiste a la Torre Eiffel, o te montaste en helicóptero sobre el Cañón del Colorado. O mi hermano y mi cuñada recordarán que el cabrito del niño se echó andar cuando ellos andaban por Venecia. Pero no de cada piedra que pisaron o lo que vivieron en cada momento. Yo he llegado a no recordar haber estado en algunos sitios, lugares de nombre que desconocía hasta ese momento, restaurantes que me encantaron y que ni siquiera recuerdo, alguna terracita de verano con buenas vistas. Nuestra mente selecciona lo gordo y eso lo graba y las sensaciones o vivencias menores se entremezclan y se desvanecen en una maraña de recuerdos. Y en ese sentido un diario así es algo muy interesante. Yo hice alguno hace muchos años alguna vez, pero me falló la constancia, o el que escribir a mano me resulta agotador, en comparación con lo rápido que tecleo. Hoy día es mucho más fácil tomar notas o grabar mensajes en cualquiero momento, provistos como vamos de aparatos multimedia muchos.

Y sin embargo yo llevo sin darme cuenta un par de años mandando muchos correos a gente que me pide consejos sobre ciertos lugares a los que van. Tengo correos sobre Bruselas y otras partes de Bélgica, sobre Berlín, sobre Madrid, en diferentes idiomas, que adapto según la persona que vaya. Ahí entran muchos de los lugares que me encantan de cada ciudad, dónde comer, tomarse un café con buenas vistas, y muchas cosas que no vienen en las guías y que son mis vivencias. Y muchas veces esas personas me escriben al regresar y me recomiendan lugares para que los incluya en mi lista, lo cual hago, como un bar de chupitos por dos euros en Gante, que me recomendó una prima, y al que tengo que ir. Porque viajar es mucho más que las visitas estándar a los lugares de los que todos han oído hablar. A mí me encantan que me den recomendaciones y perderme en lugares en los que no irías como turista. Y lo más divertido ha sido lo que hice la semana pasada. Un familiar holandés se encontraba con su familia en Madrid, y tras mandarle el correo correspondiente con mis consejos, como ella me iba mandando fotos y comentarios a través del WhatsApp, yo le seguí mandando más lugares donde ir, y me convertí en una guía de viajes en Madrid desde la distancia y de manera instantánea. A ella le encantaron los lugares a los que les fui mandando, y yo he tenido durante una semana mucho más trato con ella que a lo largo de todo el año.

Por eso, me encantaría que los que me siguen pusieran alguna recomendación curiosa de sus viajes, no los lugares obvios, sino algo especial. Ahora mismo pienso en las croquetas de morcilla que una amiga mía cuenta que se come siempre en Cotos, creo recordar, y que me tengo que comer alguna vez. Así que adelante: todos conocemos lugares secretos, que deberíamos compartir. Yo subiré algunos próximamente.

2 comentarios:

  1. Te apunto uno:
    En Lisboa, la zona antigua del puerto, llamada Docas. Se reconvirtió y de antiguos almacenes ahora son locales desde restaurantes hasta bares de copas. Buen ambiente, y para una noche con amigos o velada junto al mar, con el puente del 25 de abril con iluminación nocturna es simplemente fantástico. Afortunadamente, pocos turistas lo conocen aún.

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    1. Pues que así siga siendo. Amén. Eso es lo peor que le puede pasar a un lugar. Por eso me encantan esas recomendaciones de los lugares que no conoce todo el mundo. Ayer me comentaba una alumna en clase, que estuvo en Barcelona en el último puente, que a la ciudad le tenían que haber colgado el cartel de "Completa", de la cantidad de turistas que hay. Y mi hermano dice que a Venecia le sobran unos cuantos millones de turistas. La clave consiste en encontrar esos lugares tranquilos incluso en esas ciudades.
      Gracias por tu apunte!

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