jueves, 12 de enero de 2012

A la vejez viruelas

Me desconciertan y a la vez me encantan los momentos en los que la realidad es muy distinta a las conclusiones que sacamos al presenciar una situación u observar a una persona en un determinado momento. Mientras mi hija pequeña tiene clase de violonchelo, me quedo los tres cuartos de hora dentro del coche esperando, pues no merece la pena ir y venir, por el tráfico y la distancia. Hoy he pensado que debería hacer el cálculo del tiempo que llevo esperando a la puerta, semana tras semana, ya por tercer año. A las madres no se nos paga con dinero, que lo digo yo, y hoy pensaba también que cuando ella sea mayor le podré decir: "me pasé 18 horas al año metida en el coche haciendo que leía [en realidad medio dormitando], para que aprendieses a tocar", y año tras año, digamos diez si no se cansa antes, serían 180! horas de mi vida. Y estaba yo con todos estos pensamientos, cuando llegó un señor mayor, con un violonchelo en la mano. Mi primer pensamiento fue que vendría a por un nieto, pero me di cuenta de que no tenía lógica, pues si el nieto estaba en clase, tendría el violonchelo consigo. "Lo trae porque el nieto vendrá de otro sitio, y no puede cargar con él", fue mi segundo pensamiento. Pero cuando entré al terminar la clase de mi hija, la profesora dijo "y ahora mi nuevo alumno, en su primera lección", y entró el abuelete con el violonchelo a cuestas.

Nunca es tarde para aprender a tocar un instrumento, eso está claro, pero me hizo gracia que no se me ocurrió esa posibilidad. En un país donde los jubilados se atreven con todo, no debería haberme sorprendido. En mis clases de español tengo a abuelos o abuelas que un día deciden aprender español y cuyo único problema es que no tienen tiempo de venir a clase por los múltiples viajes que realizan. Yo quiero ser como una abuela en una clase mía, jubilada, de casi 80 años, antigua traumatóloga, y que parece que tiene 65, y que nada más empezar el curso, desapareció durante tres semanas para irse a Namibia, luego hace poco volvió a faltar por estar en Suiza, y ahora en Navidad ha estado en Madeira. Por supuesto que el nivel ($$$$) de muchos jubilados alemanes no lo tienen muchos de otros países, pero en España, mucha gente mayor que tiene dinero no es tan marchosa ni con viajes, ni lanzándose a aventuras nuevas de aprendizaje en su tercera edad. En España los jubilados buscan el contacto con otros de su edad, y por eso hay tantos hogares del pensionista, y se trata más de no aislarse que de vivir experiencias nuevas y hacer todo lo que quisieron hacer siempre. Aquí no he visto ningún centro de esos, y los jubilados, o están solos (muy triste en muchos casos, pues muchos no tienen el apoyo familiar que hay en los países mediterráneos), o son hiperactivos en esos años en los que pueden hacer lo que les plazca. Por lo visto el tocar un instrumento en la edad (bien) adulta previene la demencia senil. Yo sigo sin saber solfeo, pero me consuela saber que tengo mucho tiempo todavía, o al menos eso espero. Y cuando tenga esas 18 horas anuales para mí (que conste que las doy encantada para el aprendizaje de mis hijas, no piensen las malaslenguas), más las que me paso conduciendo de un lado para otro, podría aprender hasta chino, ruso, japonés o árabe, algo que siempre he querido hacer, pues me sobrarán horas. Está bien tener planes de futuro, pero lo mejor es vivir ubicado en tu realidad, o de anciano o mediana edad, y tratando de sacarle el mayor partido posible al (escaso) tiempo que tenemos de ocio. Porque las posibilidades para aprender son infinitas.

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