martes, 10 de enero de 2012

Cuánta tontuna

Anoche en mi clase defendí el ir de compras como un hobby como otro cualquiera. La lección hablaba de aficiones, que si montar a caballo, esquiar, leer, escuchar música, y aparecía también el ir de compras, lo que muchos leyeron con escepticismo. Pues a mí me encanta ir de compras, les dije, y no me avergüenzo de ello, pero con ciertos matices. No me gusta principalmente ir a cadenas de tiendas o centros comerciales, sino que disfruto de ir de tiendas por la calle, las tiendas pequeñas, especiales, de las que cada vez quedan menos en el centro de las ciudades pero sí en ciertos barrios de todas y cada una de ellas. El centro ha dado paso a H&M, Zara, Massimo Dutti, C&A, etc., convirtiéndose todas las ciudades en las mismas zonas clónicas de tiendas. La diferencia la hacen esas calles con encanto con tiendas en las que es posible encontrar cosas únicas y no de masas.

Pero la tontuna colectiva la he descubierto hace nada y es global, no cabe duda. Desde que mi hija me sumergió en el mundo Hollister, una tienda de ropa juvenil que arrasa en el instituto, y que empieza a ser un uniforme juvenil en un país en el que no hay uniformes de nada, andaba con la mosca tras la oreja ante el anunciado desembarco de la marca madre, Abercrombie & Fitch, en los países que me tocan, Alemania y España. Que un vendedor te salude al entrar en la tienda de Hamburgo diciéndote "Hi, what's up!" ronda la estupidez, si además va provisto de chanclas y pantalón corto en invierno peor aún, y si encima en la tienda apesta a perfume y cuando sales no te lo quitas en tres días ni del coche, por el olor de las bolsas, hay que plantearse si estamos todos cuerdos. La opción como madre es plantarte y decir "yo no compro eso", o hacer como hacen aquí muchas familias, cuyos hijos cuentan en el cole que no pueden llevar ropa de marca porque es malo, algo tan horrible como tomarte una coca cola o ver la televisión en muchos casos, o no llevar ropa bio o usada de los mercadillos. Tan respetables me parecen a mí una u otra forma de vida, y yo pienso que lo mejor es educar con una cierta libertad. Que quieres una sudadera de Hollister y te empeñas tanto, vale, te la compro, porque sé que acabarás pensando como mi hija mayor: "Mamá, ésa niña tiene mi misma falda y las sudaderas las llevan todos, ya cansa".

Y como Abercrombie ya está en España, para allá que me llevó mi hija. Situada en lo mejor del barrio de Salamanca de Madrid, en zona de palacetes y sin necesidad de tener comercios al lado ni rótulos luminosos, la cola en la entrada parecía la de una embajada. Yo no quise creer lo que veía, pero toda esa cola era para entrar en una tienda de lujo a gastar dinero. Jovenes con sus padres haciendo cola, en la mayoría de los casos, sobre una alfombra roja, viendo como salían unos afortunados de las tiendas con las bolsas del tipo del torso descubierto. Cuando nos tocó entrar, yo ya le había dicho a mi hija varias veces que hemos perdido el norte, y que no sé ni cómo consiguió llevarme allí. Supongo que por curiosidad en mi caso, y ella porque quería una blusa de cuadros que algunas amigas tienen.

El espectáculo empezó cuando nos tocó entrar: un tío con todos los músculos muy buen puestos con el torso descubierto bajo una trenca azul de las de toda la vida pero a precios Abercrombie, se hacía fotos con los clientes que quisieran, y ambas nos colocamos a su lado, al lado de sus divinos pectorales, y la foto instantánea fue lo que más me hizo reír de todo, lista para llevar además, como prueba de lo mal que estamos. Entramos al palacete, y rememoré el olor "Hollister" la oscuridad, pero con más ensañamiento, pues los precios son aún más elevados: sudaderas a 170 €, bufandas a 80 €, y precios por el estilo, por lo que no creo que sea el lugar más adecuado para vestir a chavales adolescentes, que se cansan de la ropa en nada y crecen, pero a juzgar por lo que la gente compraba y el estilo de la gente que iba a lo que iba, me dieron ganas de irme corriendo. Compramos la camisa, por suerte algo rebajada, y punto, y le expliqué a mi hija que me parecían una locura esos precios, además del show.

En nada desembarcará la tienda en Hamburgo, y acabará cansando, o si no al tiempo, como les dé a todos por vestirse de esos uniformes con letras grandes para que se vea bien la marca. Los que trabajan en estas tiendas son jóvenes guapísimos y guapísimas, modelos, y he leído que la marca paga por contrapublicidad, es decir, que ha llegado a pagar a famosos cuya imagen no quieren ver unida a la marca para que dejen de llevarla. Hasta 2015 habrá más de 30 tiendas de Hollister en Alemania, y de las otras a saber. Qué mal estamos todos, pero aseguro que a mí no me verán más por allí. Yo ya me hice la foto con el cachas, y ahí queda, para contar y reírme, pero para poco más.

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