lunes, 23 de enero de 2012

Los mil y un St. Paulis

Me encanta St. Pauli, y creo que eso está claro. Y cada vez me gusta más. Quizá sea porque cada vez que voy descubro algo nuevo en ese lugar de diversión y pecado, donde todo es posible. O porque me gusta llevar la contraria a los muchos que piensan en Hamburgo que ahí no se puede ni ir, que es un lugar muy peligroso, con gentes pecaminosas, y mundos sórdidos. Todo eso lo hay, pero los pecados los hay en todas partes, pero hay mucho más, y no ir, viviendo en Hamburgo, de vez en cuando a respirar el aire del barrio más canalla, es perderse la esencia de la ciudad que no es solo barquitos idílicos en el lago Alster y los barrios burgueses y señoriales de su alrededor.

Y el sábado noche retorné a la noche "saktpauliana", donde no había estado en muchos meses, y como necesito material nuevo para mis pesquisas, acompañada de un gran amigo mío con el que descubro St. Pauli desde hace años, le dije que quería ir a sitios nuevos, y donde jamás me adentraría sola, ya que St. Pauli es también el barrio al que se va a "pescar", por llamarlo de alguna manera, y yo no tengo necesidad de llamar la atención sola en la barra de un bar.

Por eso comenzamos con un lugar del que leí no hace tanto (yo y mis lecturas que tanta curiosidad me despiertan), y cuya entrada muestra las piernas abiertas de una mujer diciendo "entrad, adelante". Zur Ritze es un antiguo lugar de entrenamiento de boxeo, en el que entrenan boxeadores conocidos. El ring que está en el sótano, no se ve, aunque la próxima vez que vaya pienso preguntar, por mi curiosidad innata, pero sí que es un bar simpático de gente normal, muchos siguiendo un partido de balonmano a gritos, como si fuese un Barcelona-Madrid de fútbol. En las paredes imágenes del dueño del local, ya fallecido, con gente famosa del boxeo y otros (recordemos que en Hamburgo viven los hermanos Klitschko, los ucranios campeones del mundo).

Después continuamos a un sitio donde el glamour sería lo opuesto, Zum goldenen Handschuh. La imagen era algo triste al ver a algún borracho que sería habitual del lugar, y sobre todo a mucha gente sola, haciéndose compañía unos a otros. Cuando mi amigo me contó que ése fue el escenario donde un criminal elegía a prostitutas a las que luego descuartizaba, traté de verlo con naturalidad, pero me dio un buen escalofrío al pensarlo.

Despues quisimos ir a Indra, que fue el lugar donde los Beatles estuvieron tocando en Hamburgo justo antes de saltar a la fama. La entrada de 15 € solo por pisar el local lo impidió. Para los que son culo de mal asiento en una noche de copas, pagar esa cantidad para que luego no nos guste e irnos enseguida, es como para pensárselo. Otro día entraré, por curiosidad, pero con más tiempo. Seguimos luego por la calle Grosse Freiheit, la "gran libertad", que hace alusión a la libertad religiosa que imperaba en St. Pauli en épocas en las que no era lo normal, y la libertad hoy día no es religiosa sino que se palpa al pasar por los muchos clubs. Como soy buena persona, le dije a mi amigo que mirase arriba, al primer piso. En tres ventanas abiertas, había tres perfectos traseros bailando. Se alegró, pues no los había visto, dijo. Luego fuimos al lado opuesto de la calle Reeperbahn y allí fuimos a un bar de rockabilly, la música, la estética todo. Gente agradable, y buen ambiente. A continuación fuimos a lo más subversivo del barrio, la parte de los "okupas", algo más calmados hoy día, pero cuando yo llegué a Hamburgo en el año 90 la guerra en la calle en la que ocuparon edificios, la Hafenstraße, estaba en su peor apogeo y escalación, y el lugar queda como testigo de lo que fueron y siguen siendo esas calles en cuanto a su "religión". Era un antro oscurísimo, pintadísimo de rayajos, pósters y pegatinas subversivas, y público variopinto: punkies y tribus similares. Los precios eran los más civilizados de la noche: 2 € una cerveza. Justo en ese momento me salió el orgullo de tía, y saqué mi iphone para enseñarle a mi amigo fotos de mis sobrinos, y él me dijo que lo guardase, que no era el lugar... y efectivamente, no pude elegir peor lugar para sacarlo, donde podría ser considerado un aparato subversivo y capitalista.

Luego entramos en un lugar desconocido para ambos, y que por estar algo escondido prometía sensaciones nuevas. Resultó ser un lugar decorado estilo Hawaii, y donde lo más exótico eran las mujeres entradas en años que servían, toda tatuadas, pero por lo demás era de lo más normalito. Para más inri nos hicieron una foto, que han publicado hoy en la página web del local y en facebook. Uno gritó cuando le fueron a hacer la foto: "A mí no, que estoy de baja...". Como para hacer algo ilícito hoy día. Al día siguiente estás en facebook para toda la humanidad, como yo, pero yo estaba legalmente por ahí.

Y para terminar un sitio llamado Burlesque en el que se baila striptease en ese estilo de los años 20, con bailes picantes, con plumas y la estética burlesque que ha puesto de moda otra vez Dita von Teese . Los 5 € de la entrada nos permitieron ver un bailecito sin consumir nada, pues no nos entraba ya ni una gota ni de agua, y seguro que vuelvo a ese sitio, pues me hizo gracia.

Eso fue una noche de St. Pauli distinta a otras en las que siempre voy a los mismos lugares, pero la zona da para miles de visitas posibles. Los montones de masas humanas que la toman viernes y sábados no pueden equivocarse. Hay St. Pauli para todos los gustos.

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